Era un día soleado cuando Lynn decidió invitar a Amelia a la feria del pueblo. La idea era pasar un buen rato, distraerse un poco de las tensiones de la escuela, y ya que habían sido expulsadas temporalmente de los entrenamientos, qué mejor oportunidad para relajarse.
Al llegar, la feria estaba llena de colores brillantes, el sonido de las atracciones, y el aroma de los puestos de comida rápida flotaba en el aire. Amelia miraba a su alrededor con una mezcla de curiosidad y emoción, pero sobre todo estaba contenta de pasar el día con Lynn, quien, como de costumbre, parecía llena de energía y lista para ganar en cualquier juego que se le pusiera enfrente.
—¿Lista para ver cómo te gano todos los premios, princesa? —le dijo Lynn con una sonrisa sarcástica, aunque su tono tenía un toque de ternura.
Amelia rodó los ojos, acostumbrada al apodo que Lynn solía usar para referirse a ella, pero no pudo evitar sonreír. Lynn tenía ese don de hacerla reír, aunque no lo admitiera abiertamente.
—Claro, Lynnie —respondió Amelia, devolviendo el apodo que últimamente le había comenzado a decir. Era su forma de bromear, pero en el fondo, le gustaba cómo sonaba.
El primer juego que decidieron intentar fue el típico juego de tiro al blanco. Lynn, con su habilidad innata para los deportes, apuntó y derribó todas las botellas con facilidad. El encargado del juego, sorprendido, le entregó un enorme peluche.
—Para ti, linda —dijo Lynn entregándoselo a Amelia, quien se ruborizó ligeramente, aunque trató de ocultarlo.
—Gracias, pero eso fue suerte —respondió Amelia, aunque sabía que Lynn era una máquina de precisión cuando se trataba de competir.
—¿Suerte? Mmm... ¿quieres que te lo demuestre de nuevo? —contestó Lynn levantando una ceja desafiante, señalando otro puesto de juegos.
Siguieron recorriendo la feria, entre risas y pequeños retos entre ellas. Lynn se esforzaba por ganar los juegos más difíciles solo para ver la expresión de sorpresa de Amelia cuando le entregaba los premios. Pronto, Amelia tenía los brazos llenos de peluches y premios, y Lynn no dejaba de llamarla "preciosa" o "linda" cada vez que le ganaba otro.
—No sé si podré cargar más —dijo Amelia, riendo mientras intentaba equilibrar el último peluche que Lynn había ganado.
—Yo te ayudo —dijo Lynn, tomando algunos de los premios para que Amelia no se viera tan abrumada—. Aunque, honestamente, me gusta verte llena de regalos, te ves adorable.
—Eres insoportable —dijo Amelia, aunque una parte de ella disfrutaba del hecho de que Lynn se esforzara tanto por impresionarla.
Después de un rato más de juegos y diversión, decidieron subirse a la rueda de la fortuna. Las luces de la feria comenzaban a brillar mientras el sol se escondía en el horizonte. Desde lo alto de la rueda, ambas podían ver todo el paisaje, las luces parpadeantes y el bullicio de la gente abajo.
—Es bonito aquí arriba —murmuró Amelia, mirando el panorama.
—Sí, pero tú eres más bonita —respondió Lynn, esta vez sin el tono burlón. Amelia la miró, sorprendida, pero antes de que pudiera decir algo, Lynn agregó rápidamente—. No te acostumbres, princesa.
Amelia sonrió y no dijo nada más, pero la calidez en su pecho era innegable.
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Después de pasar el resto del día en la feria, ambas decidieron ir a casa de Lynn. Ya era de noche, pero la energía de la feria las había dejado con ganas de más. La casa de los Loud estaba más tranquila de lo usual, ya que varias de las hermanas estaban fuera. Lynn y Amelia subieron directamente a la habitación de Lynn, cargadas con los peluches y premios.
—Siento que me van a salir músculos con todo lo que me has hecho cargar hoy —bromeó Amelia, soltando los peluches sobre la cama.
—Sabes que lo hago para ti, preciosa —contestó Lynn, guiñándole un ojo mientras se sentaba en la cama.
Amelia se sentó a su lado, y ambas comenzaron a hablar sobre todo y nada, como si el tiempo no existiera. Lynn, normalmente activa y enérgica, parecía más relajada esa noche. A medida que las horas pasaban, se dieron cuenta de lo cómodo que era estar juntas, sin la tensión habitual que a veces se interponía entre ellas.
—No puedo creer que ya nos hayan expulsado dos veces este mes —comentó Amelia, dejando escapar una risa mientras recordaba los eventos recientes.
—Bueno, supongo que tenemos una mala influencia —dijo Lynn, sonriendo.
—Tú eres la mala influencia, Lynnie —dijo Amelia, apoyándose un poco más cerca de ella.
Lynn la miró por un segundo, esa sonrisa pícara desapareciendo por un instante mientras el ambiente entre ellas cambiaba. El calor en la habitación pareció intensificarse. Antes de que alguna de las dos pudiera decir algo más, Lynn se inclinó un poco hacia adelante, y con un movimiento suave, sus labios se encontraron en un beso lento, lleno de una emoción que ambas habían estado intentando descifrar.
Al separarse, Lynn sonrió de lado y murmuró:
—Espero que ahora te quede claro, princesa.
Amelia no dijo nada, pero su mirada lo decía todo.
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Princesa, estoy contigo
Teen FictionQue pasa si la número 1 de su secundaria se enamora? no pasaría nada, si tan solo no fuera *Amelia Anderson*