Confusion en cada paso

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El sonido habitual de la campana que marcaba el inicio de las clases resonaba en los pasillos de la escuela, pero esa mañana, algo se sentía diferente. Lynn caminaba hacia su casillero con la mochila colgada en un solo hombro, pensando en todo lo que había pasado últimamente con Amelia. Aunque las bromas y discusiones se habían vuelto cosa del pasado, había algo que no dejaba de rondarle la cabeza: esos nuevos sentimientos que no lograba entender del todo.

Cuando llegó a su casillero, lo abrió con un suspiro, acomodando sus libros de la mañana. Mientras sacaba los materiales para la primera clase, escuchó pasos ligeros acercándose. Sabía quién era sin necesidad de mirar.

—“¿Lista para la tortura diaria?” —preguntó Amelia con su habitual tono calmado, parándose junto a Lynn.

Lynn soltó una risita, tratando de ignorar el nerviosismo que le había estado creciendo en el pecho cada vez que estaba cerca de Amelia. —“Oh, claro, siempre lista para lo mejor,” —respondió con sarcasmo, pero notó que su tono era más suave de lo habitual.

Lo que no esperaba era lo que ocurrió a continuación. Amelia, en un movimiento casual, la tomó de la mano. Fue un gesto simple, uno que podría haberse interpretado como algo amistoso, pero la reacción de ambas fue inmediata. Lynn sintió una descarga recorrer su cuerpo, como si el contacto hubiera despertado algo más profundo en ella. El calor de la mano de Amelia contra la suya hizo que su corazón comenzara a latir más rápido.

Amelia, por su parte, también pareció congelarse por un segundo. Sus dedos entrelazados con los de Lynn de manera instintiva y natural, pero la sensación que le provocó la sorprendió. No era la primera vez que se tocaban, ni la primera vez que se bromearon de esa forma, pero esta vez era diferente. Había una carga emocional que no había estado ahí antes, y eso solo las confundía aún más.

Lynn, tratando de quitarle importancia, habló con su típico tono sarcástico. —“¿Qué pasa, princesa? ¿Estás asustada de la clase o simplemente necesitabas algo de mi valiente energía para sobrevivir el día?”

Amelia soltó una pequeña risa, pero su rostro mostraba una leve confusión. No apartó la mano de inmediato, y tampoco hizo un comentario burlón como solía hacer. —“¿Qué, no puedo tomar la mano de mi compañera de bromas sin que se ponga a hablar?” —respondió, tratando de mantener el tono ligero, pero algo en su voz sonaba diferente.

Ambas se quedaron en silencio por un momento, sin soltar las manos, mientras caminaban hacia la clase. Ninguna de las dos sabía exactamente qué estaba pasando, pero ambas sentían esa extraña sensación que ahora flotaba entre ellas. Era como si algo en el aire hubiera cambiado, y ninguna quería ser la primera en hablar de ello.

Cuando finalmente llegaron a la puerta del salón, Lynn soltó la mano de Amelia con un gesto rápido, como si intentara sacudirse la sensación de su piel. Su corazón todavía latía rápido, pero trató de no pensar demasiado en eso.

Durante las clases, ambas intentaban concentrarse en lo que el profesor decía, pero de alguna manera sus pensamientos siempre volvían a ese pequeño contacto. Lynn no podía evitar mirar de reojo a Amelia, preguntándose si ella también lo estaba sintiendo. ¿Era posible que su relación estuviera cambiando otra vez? Las bromas y la rivalidad ya no eran parte de su día a día, pero ahora parecía que algo nuevo estaba surgiendo, algo que las confundía a las dos.

Amelia también se encontraba perdida en sus propios pensamientos, recordando el momento en el que había tomado la mano de Lynn sin pensarlo. ¿Por qué lo había hecho? ¿Y por qué no había querido soltarla? Siempre había sido tan tranquila y segura de sí misma, pero ahora, con Lynn, todo parecía volverse más complicado.

El día transcurrió con la misma sensación incómoda en el aire. A lo largo de las clases, ambas se dieron cuenta de que sus pensamientos estaban en cualquier parte menos en la materia que les explicaban. En varias ocasiones, sus miradas se encontraron, y aunque intentaban fingir que nada pasaba, el rubor en sus rostros las traicionaba.

Princesa, estoy contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora