Sana mi corazón

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Después de disfrutar del té, Lynn miró a Amelia con una expresión divertida. "¿Qué te parece si hacemos algunas galletas para que tu mamá tenga algo rico cuando vuelva? Siempre es bueno tener algo dulce a la mano."

Amelia sonrió débilmente, pero la idea de hacer galletas parecía animarla. "Eso suena bien. ¿Tienes los ingredientes?"

"¡Por supuesto! He hecho esto un millón de veces," respondió Lynn con confianza. "Te prometo que serán las mejores galletas que hayas probado."

Amelia se levantó lentamente de la cama y, a pesar de que aún estaba un poco débil, la emoción de hacer galletas la motivaba. Ambas se dirigieron a la cocina, donde Lynn comenzó a sacar todos los ingredientes necesarios: harina, azúcar, mantequilla, huevos y chispas de chocolate.

"¡Vamos a hacer galletas con chispas de chocolate! ¡Las mejores del mundo!" dijo Lynn mientras se movía con entusiasmo.

Amelia, aunque aún se sentía un poco débil, no pudo evitar sonreír ante la energía de Lynn. "Perfecto, pero no te olvides de las nueces. Siempre son un buen toque."

Lynn frunció el ceño de forma juguetona. "¿Nueces? Eres una mujer de gustos peculiares, ¿sabes? Pero de acuerdo, lo haremos a tu manera."

Mientras comenzaban a mezclar los ingredientes, la cocina se llenó de risas. Lynn estaba feliz de ver a Amelia sonriendo, a pesar de que todavía no se sentía al 100%. A medida que batían la mantequilla y el azúcar, Lynn se inclinó un poco más cerca.

"¿Sabes? Cuando estaba en la primaria, solía hacer galletas con mis hermanas todo el tiempo. Pero, honestamente, siempre terminábamos haciendo un desastre. Se nos olvidaba algo y terminábamos riéndonos mientras limpiábamos," compartió Lynn, recordando esos momentos felices.

Amelia se echó a reír. "Creo que eso es parte de la diversión, ¿no? ¡Hacer un desastre y luego comerlo! Aunque, por lo general, yo era la que hacía que todo se arruinara. Mis padres nunca me dejaban usar el batidor porque siempre acababa cubriendo a todo el mundo de harina."

Lynn no pudo evitar reírse a carcajadas. "Eso suena adorable. Pero creo que tus padres estaban en lo correcto. Me imagino que eso es lo que haría si te dejara a cargo del batidor."

Amelia le lanzó una mirada juguetona mientras esparcían las chispas de chocolate en la masa. "Solo un poco de harina no hace daño, Lynnie. Tal vez un día debería demostrarte lo que realmente puedo hacer en la cocina."

"Desafío aceptado," respondió Lynn con una sonrisa desafiante, antes de poner una pequeña bola de masa en la nariz de Amelia. "Aunque, mientras tanto, puedo quedarme con el título de la mejor chef aquí."

Amelia frunció el ceño, tratando de mantener una expresión seria, pero pronto se rindió y comenzó a reír, metiendo sus dedos en la mezcla de masa y lanzando un poco hacia Lynn.

"¡Tienes que tomar eso, princesa!" gritó Amelia, divertida, mientras Lynn esquivaba la masa.

"¡Oh, estás pidiendo a gritos que te declare la guerra!" dijo Lynn, y con una rápida acción, tomó un puñado de masa y lo lanzó de vuelta a Amelia.

Ambas chicas terminaron riendo mientras la cocina se llenaba de pequeños fragmentos de masa y risas. Era un momento simple, pero para Lynn, era perfecto. Estar ahí, con Amelia, riendo y disfrutando de la compañía, era todo lo que necesitaba.

Finalmente, después de un rato de juego y risas, lograron hacer pequeñas bolas de masa que pusieron en la bandeja para hornear. Mientras el horno se precalentaba, ambas se sentaron en la mesa, sonriendo y sintiendo que su conexión se fortalecía.

"¿Qué te parece si hacemos una competencia de juegos de mesa mientras las galletas se hornean?" sugirió Lynn, brillando de entusiasmo.

"Me parece una idea genial. ¡Pero que quede claro que ganaré!" dijo Amelia, adoptando una postura de desafío.

Ambas se levantaron y comenzaron a buscar en los estantes de la sala de estar. Finalmente, decidieron jugar a "Monopoly", un juego que siempre les había gustado, aunque a veces terminaban discutiendo por lo acérrimas que eran en la competencia.

Mientras sacaban las piezas del juego, Lynn lanzó un vistazo a Amelia. "Deberías dejarme ganar esta vez. Estás enferma, después de todo."

Amelia puso los ojos en blanco. "¿De verdad crees que una pequeña gripe me hará más débil? No hay forma de que te deje ganar tan fácilmente, Lynnie."

Ambas chicas comenzaron a jugar, con Amelia tratando de concentrarse a pesar de que aún tenía un ligero mareo. Lynn fue la primera en lanzar los dados y, a medida que avanzaba por el tablero, comenzó a planear su estrategia.

"Bien, voy a construir un imperio aquí," dijo Lynn, mientras comenzaba a comprar propiedades. "Esto va a ser un juego épico."

"Buena suerte con eso, porque yo estoy en camino de arruinarte," respondió Amelia con una sonrisa traviesa, lanzando los dados con entusiasmo.

A medida que avanzaban en el juego, la competencia se intensificaba, y ambas chicas se sumergían en el juego, olvidando casi por completo la enfermedad de Amelia. Lynn comenzó a ganar terreno, comprando propiedades estratégicamente y haciendo tratos inteligentes.

"¡Tienes que dejarme en paz! No puedes seguir comprando todo así," se quejaba Amelia, aunque con una sonrisa en el rostro.

"Es solo un juego, princesa," respondió Lynn, haciendo una mueca triunfante mientras recolectaba su dinero.

Cuando las galletas finalmente estuvieron listas, el aroma a chocolate y vainilla llenó la casa, haciendo que ambas se detuvieran y miraran hacia la cocina con gran expectativa. "¡Dios mío, huelen increíble!" exclamó Amelia, levantándose rápidamente.

"Esperemos a que se enfríen un poco. ¡No queremos quemarnos la lengua!" advirtió Lynn mientras sacaba las galletas del horno con cuidado.

Amelia no pudo contenerse y, en cuanto Lynn puso la bandeja en la mesa, tomó una galleta caliente y, sin pensarlo dos veces, la mordió. "¡Mmm! ¡Esto está delicioso!"

"Lo sabía," dijo Lynn, sintiéndose satisfecha con su logro. "Ahora, te lo dije: mi título de mejor chef está asegurado."

Ambas chicas continuaron disfrutando de las galletas y la compañía, olvidando el resfriado de Amelia y disfrutando de una tarde llena de risas y dulces momentos juntas. Había algo mágico en esas pequeñas cosas: en el juego, en las galletas y en la conexión que compartían. Era un recordatorio de que, sin importar los altibajos, siempre estarían allí la una para la otra.

Lynn tomó la mano de Amelia mientras se recostaban en el sofá, disfrutando del momento. "Te prometo que siempre estaré aquí, incluso cuando estés enferma."

Amelia sonrió, sintiendo que su corazón se llenaba de calidez. "Y yo te prometo que siempre haré galletas para ti cuando me recupere," respondió con una sonrisa traviesa.

Ambas se rieron, disfrutando de la sencillez de la vida y de lo afortunadas que eran de tenerse una a la otra.

Princesa, estoy contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora