Un hombro para la princesa

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El sol brillaba fuerte sobre el campo de entrenamiento, y el sonido de las pelotas golpeando las redes llenaba el aire. Amelia había llegado temprano, como siempre, para su práctica de porristas, pero hoy había algo diferente. Aunque le encantaba el entrenamiento, no podía evitar sentirse un poco nerviosa, especialmente sabiendo que Lynn estaría allí, viendo desde las gradas y no perdiéndose ni un momento de su desempeño.

—Vamos, Amelia, tú puedes. Solo piensa que Lynn te está mirando —se dijo a sí misma, dándose un pequeño empujón mental antes de comenzar.

Lynn, que por supuesto había llegado tarde como siempre, estaba sentada en las gradas, mirando a Amelia con una sonrisa burlona en los labios.

—Vas a hacerlo bien, princesa. ¡Solo no me hagas quedar mal! —gritó Lynn desde arriba, causando que Amelia sonriera con sarcasmo.

Amelia le lanzó una mirada divertida, pero se concentró en sus movimientos. Llevaba un rato haciendo piruetas y saltos, hasta que, al intentar una voltereta complicada, algo salió mal. Un pequeño tropiezo, un giro mal calculado y de repente, el dolor en su tobillo la hizo caer al suelo con un grito de sorpresa.

Lynn, al ver a Amelia en el suelo, saltó de las gradas de inmediato, desbordando su actitud relajada y sarcástica por un momento de preocupación real.

—¡Vas a matarme, princesa! —exclamó, corriendo hacia ella, aunque con una sonrisa, como si tratara de restarle gravedad al asunto—. ¿Quién te mandó a ser tan dramática?

Amelia, mordiendo el labio para no quejarse más, levantó la pierna con dolor evidente.

—Creo que me doblé el tobillo. No fue mi mejor salto —dijo, entre dientes, mientras se intentaba poner en pie sin mucho éxito.

Lynn, viendo que Amelia no podía caminar, frunció el ceño y, con un suspiro, se agachó frente a ella. Con una sonrisa de esas que Amelia conocía demasiado bien, Lynn extendió las manos hacia ella.

—No te preocupes, princesa, yo te ayudo. Ya que eres tan torpe, me toca cargar contigo. —dijo Lynn con sarcasmo, aunque en el fondo solo quería asegurarse de que estuviera bien.

—Claro, porque no hay nada más divertido que hacer que me cargues como un saco de papas —replicó Amelia con un toque de humor, aunque agradecía que Lynn estuviera allí para ayudarla.

Lynn la levantó sin esfuerzo, poniéndola sobre sus hombros con una rapidez impresionante. Amelia soltó una pequeña risa mientras se acomodaba, aún con el tobillo doliendo, pero disfrutando de la comodidad de ser cargada de esa manera. Lynn comenzó a caminar hacia la salida del campo, con Amelia cómodamente apoyada sobre sus hombros, mientras los otros compañeros de entrenamiento los miraban sorprendidos.

—Vamos, no te pongas tan seria. Esto no es tan malo. Ya verás que pronto estarás en pie de nuevo, y yo me habré ganado un buen helado —dijo Lynn, guiñándole un ojo mientras avanzaba por el camino hacia la tienda cerca de la casa de Amelia.

Amelia no pudo evitar reír ante la respuesta de Lynn, dejando que la diversión se apoderara de la situación a pesar del dolor.

—¿Un helado, eh? No creo que lo merezcas, pero… tal vez podrías ganártelo si sigues siendo tan dulce conmigo —dijo Amelia, con tono juguetón.

—¿Yo? Siempre soy dulce, pero me alegra que lo notes —respondió Lynn con una sonrisa confiada, mientras giraba hacia la tienda de helados y la puerta se acercaba cada vez más.

Una vez dentro, Lynn se acercó al mostrador mientras Amelia se sentaba en una de las mesas, todavía sobrecargada de dolor en el tobillo pero disfrutando de la calma. Lynn pidió sus helados, un par de conos, uno de chocolate para ella y uno de fresa para Amelia.

—Aquí tienes, princesa. Un helado para la dama herida —dijo Lynn, entregándole el cono a Amelia con una sonrisa pícara.

—Gracias, aunque no sé si es suficiente para recompensarte por cargarme como un burrito —respondió Amelia, pero su tono era claramente suave y agradecido. Tomó el helado y lo saboreó, disfrutando del sabor y la frescura que le aliviaba un poco el malestar.

Lynn se sentó a su lado y le dio un ligero empujón con el hombro.

—Yo me estoy ganando el premio por ser la mejor novia, ¿verdad? —bromeó Lynn mientras mordía su propio helado.

Amelia no pudo evitar sonreír.

—Tal vez… Solo tal vez. Pero la próxima vez, asegúrate de que no me rompa nada —respondió, mirando su tobillo con una expresión algo dramática.

Lynn dejó escapar una risa.

—Oye, si sigues tan torpe, voy a tener que llevarte cargada todos los días. Pero no te preocupes, siempre me gusta dar una buena impresión, y cargar a mi princesa en mis hombros es parte de mi servicio de calidad —dijo Lynn, levantando su helado con una sonrisa triunfante.

Amelia, aunque todavía un poco adolorida, soltó una pequeña risa y le dio un toque cariñoso en la mejilla.

—Sabes que lo harías de todos modos. —Amelia miró a Lynn con una sonrisa cómplice mientras se recostaba más cómoda en su asiento—. Pero hoy te la dejo pasar. Aunque tendrás que cargarme otra vez si no me recupero pronto.

Lynn la miró con un brillo en los ojos, disfrutando de su compañía.

—Hazlo o no, lo haría igualmente. Soy muy buena para estas cosas —respondió Lynn con un toque juguetón en su voz.

El día pasó de manera relajada, entre risas, helados y más bromas. Aunque el tobillo de Amelia le seguía doliendo, sabía que con Lynn a su lado todo sería mucho más fácil. Y a pesar de la torpeza de la situación, no podía evitar sentirse afortunada de tener a alguien tan divertido y atenta a su lado, que la cargaba en sus hombros con todo el amor y sarcasmo del mundo.

Princesa, estoy contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora