El sol se colaba tímidamente por las ventanas del gimnasio mientras Lynn golpeaba una bolsa de boxeo con más fuerza de la necesaria. Había pasado el resto del día anterior en un estado extraño, una mezcla de frustración y vacío que no terminaba de entender. Amelia se había dado cuenta, por supuesto, pero no quiso presionarla. Lynn apreciaba eso, pero a la vez odiaba que su propia confusión pudiera afectar a la persona que más quería.
—¿Quieres romperla o solo estás calentando? —bromeó Margo desde la esquina, sentándose en un banco con una botella de agua en la mano.
—Ambas —respondió Lynn sin mirar atrás, lanzando otro golpe que hizo crujir las cadenas de la bolsa.
Kelly, que estaba tirada en el suelo estirando, levantó una ceja.
—¿No dormiste bien o sigues molesta porque anoche Marco casi incendia tu cocina?
Lynn dejó caer los brazos y se giró, respirando con dificultad.
—¿Tú también quieres hacer chistes? Porque puedo añadirte a mi lista de problemas.
Kelly soltó una carcajada.
—Relájate, campeona. No tienes que ser tan intensa todo el tiempo.
—¡Exacto! —interrumpió Shasha mientras entraba al gimnasio, con una bolsa de snacks en la mano—. Tal vez lo que necesitas es menos golpes y más… no sé, azúcar.
Margo negó con la cabeza y se levantó del banco.
—No es azúcar lo que necesita. Es Amelia.
El comentario hizo que Lynn frunciera el ceño, pero también se ruborizó ligeramente. Margo y el resto lo notaron de inmediato, y como buenos amigos que eran, no dejaron pasar la oportunidad.
—¡Oh, lo siento! ¿Te sonrojaste? —bromeó Shasha, fingiendo sorpresa.
—Cállate —murmuró Lynn, dándole un golpe juguetón en el brazo al pasar.
Mientras el grupo seguía bromeando, Amelia entró al gimnasio cojeando ligeramente, apoyándose en sus muletas. A pesar de su tobillo aún lastimado, había insistido en estar con ellos, aunque fuera para mirar. Al verla, Lynn sintió cómo la tensión en sus hombros se desvanecía un poco. Amelia siempre tenía ese efecto en ella, aunque nunca lo admitiría en voz alta.
—¡Miren quién llegó! La reina de los tropiezos —exclamó Shasha, sonriendo ampliamente.
—Gracias, Shasha. Siempre tan encantadora —respondió Amelia con sarcasmo, rodando los ojos mientras se acomodaba en un banco cercano.
Lynn se acercó a ella casi de inmediato.
—¿Qué haces aquí? Pensé que ibas a descansar en casa.
Amelia la miró con una mezcla de ternura y reproche.
—¿Y perderme otra sesión de tus frustraciones con la bolsa de boxeo? No, gracias.
Los demás soltaron risas mientras Lynn suspiraba y se sentaba a su lado. A pesar del humor ligero del grupo, había algo en los ojos de Amelia que decía que estaba preocupada.
—¿Estás bien? —preguntó Amelia en voz baja, lo suficientemente discreta para que los demás no escucharan.
Lynn no respondió de inmediato. Miró al suelo, luego a sus manos, como si buscara las palabras correctas.
—Es el entrenador —murmuró finalmente—. Ayer habló conmigo y... no sé, siento que nada de lo que hago es suficiente.
Amelia frunció el ceño.
—Eso es ridículo. Eres la mejor del equipo, Lynn. Lo sabes.
—Tal vez, pero también sé que no puedo distraerme. Y últimamente... bueno, ya sabes.
Amelia entendió de inmediato.
—¿Hablas de nosotros?
Lynn negó con la cabeza rápidamente.
—No, no es eso. Es solo… no quiero que pienses que no me importa. Porque me importas. Mucho.
Amelia sonrió y tomó la mano de Lynn, apretándola suavemente.
—Lo sé, Lynnie. Y sé que siempre encuentras la manera de equilibrar las cosas. No te preocupes tanto.
El momento fue interrumpido por Marco, que se acercó tambaleándose con una botella de agua en la mano.
—¿Se están poniendo románticas otra vez? Porque si es así, avísenme. Necesito un pañuelo para mis lágrimas.
Lynn lo miró con una mezcla de fastidio y diversión.
—¿Por qué no vas a molestar a Jace en lugar de meterte en nuestra conversación?
Marco levantó las manos en señal de rendición.
—Tranquila, solo decía. Además, Jace está ocupado intentando no matarse con las pesas.
El grupo pasó las siguientes horas entre risas y bromas, disfrutando de la compañía mutua. Aunque Marco y Jace seguían comportándose más cercanos de lo habitual, nadie hizo comentarios al respecto, excepto Kelly, que no podía resistir la tentación.
—Oigan, ¿no sienten que estos dos están demasiado cómodos juntos últimamente? —preguntó, señalándolos con la barbilla mientras ambos intentaban levantar una barra con demasiados discos.
—Déjalos en paz —dijo Shasha, riendo—. Tal vez se están dando cuenta de algo que nosotros ya sabíamos.
—¡Cállate! —gritó Jace desde el otro lado del gimnasio, claramente habiendo escuchado el comentario.
La tarde terminó con todos exhaustos pero de buen humor. Incluso Lynn parecía más relajada después de pasar tiempo con sus amigos y, por supuesto, con Amelia. Sin embargo, mientras caminaban de regreso a casa, la conversación con el entrenador seguía rondando en su mente.
Cuando llegaron a la puerta de la casa de Amelia, Lynn se detuvo y suspiró.
—¿Sabes? Tal vez necesite trabajar un poco más en enfocarme.
Amelia sonrió y se inclinó hacia ella, depositando un suave beso en sus labios.
—O tal vez solo necesitas dejar de preocuparte tanto.
Lynn sonrió, sintiendo cómo su carga se hacía un poco más ligera.
—Tal vez tengas razón, princesa. Como siempre.
Amelia rió y le dio un suave golpe en el brazo antes de entrar a su casa. Lynn se quedó allí un momento, mirando la puerta cerrarse, antes de girarse y caminar hacia su casa con una sonrisa pequeña pero genuina en el rostro.
Aunque el día había tenido sus altibajos, al final, sabía que podía enfrentarlo todo mientras tuviera a Amelia y a sus amigos a su lado.
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Princesa, estoy contigo
Teen FictionQue pasa si la número 1 de su secundaria se enamora? no pasaría nada, si tan solo no fuera *Amelia Anderson*