—Podríamos intentar hacer ruido para que alguien nos escuche —sugirió Amelia, mirando a Lynn con una chispa de determinación en sus ojos.
Lynn asintió, comenzando a golpear la puerta del armario con sus manos. —¡Eh! ¡Estamos atrapadas aquí! —gritó, su voz resonando en el espacio cerrado. Después de unos momentos, se detuvo para escuchar, pero el silencio era abrumador.
—No creo que nadie nos escuche si seguimos así —dijo Amelia, frunciendo el ceño—. Necesitamos un plan mejor.
—Tal vez podamos gritar más fuerte. O hacer ruido con los productos de limpieza. ¡No sé! —respondió Lynn, un poco frustrada, pero aún dispuesta a encontrar una salida.
Amelia miró a su alrededor. —¿Tienes algo en tu mochila que pueda ayudarnos? ¡Debería haber algo aquí que podamos usar!
Lynn se inclinó, buscando entre las cosas de su mochila que había dejado caer en el suelo del armario. En medio de los útiles escolares y un par de bocadillos, encontró su botella de agua. —¡Esto podría funcionar! —dijo, levantándola como si hubiera descubierto un tesoro.
—¿Cómo? —preguntó Amelia, intrigada.
—Podemos usarla para hacer ruido. Voy a golpearla contra la puerta. —Lynn, emocionada, comenzó a golpear la botella contra el suelo, haciendo un ruido sordo.
Amelia rió. —Esto es ridículo, pero estoy dentro. ¡Vamos a hacer ruido!
Ambas comenzaron a golpear la botella y a gritar juntas, riendo a medida que el pánico se convertía en una especie de juego. El armario estaba lleno de risas y sonidos alocados, algo que, a pesar de la situación, parecía unirlas más.
—¡Ayuda! ¡Estamos atrapadas en el armario de limpieza! —gritaron al unísono, riéndose entre sí por lo absurdo de su situación.
Mientras tanto, afuera, sus amigos se habían dado cuenta de que Lynn y Amelia no estaban donde se suponía que debían estar. Kelly fue la primera en darse cuenta.
—¿Dónde están Lynn y Amelia? —preguntó, mirando a su alrededor con preocupación.
—Quizás se fueron a hacer otra de sus locuras —dijo Marco, encogiéndose de hombros.
—No sé, pero esto no es normal. —Margo frunció el ceño—. Deberíamos buscarlas.
Los amigos comenzaron a investigar por los alrededores, mirando en aulas y pasillos, pero no había rastro de ellas. Finalmente, Jace sugirió que revisaran el armario de limpieza.
—Eso sería un lugar típico para que hicieran algo raro —dijo, su tono lleno de confianza.
Al llegar al armario, Jace golpeó la puerta. —¡Lynn! ¡Amelia! ¿Están ahí? —gritó, pero no obtuvo respuesta. Sin embargo, si escuchó un murmullo lejano.
—¿Escucharon eso? —preguntó Ivy, mirando a los demás con ojos grandes—. ¡Creo que están ahí dentro!
—¡Lynn! —gritó Kelly, sintiendo que se apoderaba de ella la preocupación—. ¡Responde!
Desde dentro del armario, Lynn y Amelia continuaban intentando hacer ruido, pero entre la risa y el esfuerzo, no lograban hacerles saber que estaban bien. Entonces, Lynn tuvo otra idea.
—¡Amelia! ¿Qué tal si hacemos ruido en el suelo? —sugirió, mirando a su compañera con una sonrisa traviesa.
—¿Qué tienes en mente? —preguntó Amelia, curiosa.
—Si saltamos, tal vez podamos hacer suficiente ruido para que nos escuchen —respondió Lynn.
Ambas comenzaron a saltar, riendo y golpeando el suelo. El sonido resonó a través del armario, y por un momento, se olvidaron de la situación en la que estaban. Sin embargo, el golpeo no parecía suficiente.
Finalmente, la puerta del armario se abrió, y la luz del pasillo inundó el espacio. Jace fue el primero en mirar adentro, y su expresión pasó de sorpresa a alivio.
—¡Lynn! ¡Amelia! ¡Están bien! —gritó, estirando la mano para ayudar a ambas a salir.
Lynn y Amelia emergieron del armario, sonrojadas y algo despeinadas, pero riendo de la experiencia.
—No puedo creer que estuvimos atrapadas aquí tanto tiempo —dijo Lynn, aún riendo mientras sacudía su cabello.
—Fue una locura total —dijo Amelia, sintiéndose un poco más aliviada al ver a sus amigos.
—¿Qué demonios pasó? —preguntó Kelly, entre risas y preocupación—. ¡Pensamos que se habían perdido!
—Era solo una broma que salió mal —respondió Lynn, tratando de contener la risa.
Amelia se cruzó de brazos, sonriendo. —Sí, pero fue una broma bastante divertida. Nunca pensé que me reiría tanto mientras estuviera atrapada.
Los amigos comenzaron a reírse y a preguntar sobre todo lo que había sucedido, y Lynn y Amelia compartieron su historia, riéndose de los momentos de tensión y los recuerdos nostálgicos que habían surgido mientras estaban encerradas.
Al final del día, lo que había comenzado como una simple broma se convirtió en una experiencia que las unió más. Lynn se dio cuenta de que, a pesar de la rivalidad que habían tenido, había algo especial en la conexión que compartían. Y aunque las bromas y las pequeñas peleas continuarían, sabía que, en el fondo, ambas podían contar la una con la otra.
—¿Qué tal si hacemos esto más a menudo? —sugirió Lynn, mirando a Amelia con una sonrisa.
—¿El armario de la limpieza? —bromeó Amelia.
—No, la parte de compartir historias. —Lynn se encogió de hombros—. Creo que hemos aprendido algo hoy.
Amelia sonrió, asintiendo. —Sí, quizás esto no fue tan malo después de todo.
Mientras regresaban a sus clases, las risas y los comentarios se mezclaron en un ambiente más ligero. La rivalidad entre Lynn y Amelia no había desaparecido, pero se había transformado en algo más positivo.
Y así, mientras el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, ambas se sintieron un poco más fuertes, unidas por la experiencia compartida y listas para enfrentar cualquier otra locura que la vida les trajera, juntas.
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Princesa, estoy contigo
Novela JuvenilQue pasa si la número 1 de su secundaria se enamora? no pasaría nada, si tan solo no fuera *Amelia Anderson*