Capítulo XLVI: Hermanos

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...Alexa...

Salí de casa de Lucas algo confundida pero no me importó.

Tenía algo que hacer en ese momento, era raro que fuera hacerlo, hace años lo había dejado pero en este día ya me pasaron demasiadas cosas raras. ¿Qué más daba?

Caminé hasta una florería cercana y compré una violeta, una margarita y una rosa roja, eran sus tres flores favoritas, amaba esos colores, siempre decía que le gustaba el blanco porque era pureza, que le gustaba el rojo porque era símbolo del amor y que amaba el violeta sin una razón aparente.

Sonreí levemente al recordarlo, era la conversación típica entre mamá y yo.

Amaba tanto el blanco que mis vestidos eran la mayoría de ese color, decía que los ángeles visten de blanco porque su bondad es así, siempre me repetía que yo era así, lastima que ahora esa bondad se manchó de gris. Mamá siempre compraba rosas rojas para adornar los floreros, ella era una romántica de esas que detesto, creía en el amor, en las fantasías, en cuentos de hadas, para ese tiempo eso me hacía feliz, ella me hacía feliz, era mi heroína; pero ahora veo que ella solo creía en el amor porque eso era lo que no tenía, Scott nunca le dio eso. Pero lo que más recuerdo eran nuestras discusiones por las violetas, ella nunca supo porque amaba tanto las violetas, solo decía que eran hermosas y ya, y cuando yo quería decir algo ella solo me abrazaba, besaba mi frente y me decía "tú eres la flor que más amo, pequeña".

Sin darme cuenta me perdí tanto en mis recuerdos que no vi que ya había llegado, prácticamente mis pies caminaron solos hasta allí, durante años seguí ese mismo camino, desde cualquier parte, siempre llegaba ¿Cómo no iba llegar incluso dormida?. Di un largo y profundo suspiro y entré.

Caminé entre las desgatadas tumbas, mis zapatos hacían crujir las hojas y ramas secas del suelo, hacia algún largo tiempo que no estaba aquí. Seguí caminando, hundida en eso recuerdos que no eran más que eso ahora, recuerdos; y es que yo no puedo ser como Max porque yo si recuerdo, y no puedo ser como Brianna porque no puedo simplemente ocultarlo, no puedo ser como James porque olvidé como sonreírle a la vida y mucho menos puedo ser como Lucas, mi bondad está pintada de gris, él aún tiene sus alas de ángel.

Y allí estaba, al final del cementerio, detrás de un gran árbol de ramas viejas, entre el césped y algunas florecillas marchitas, esas malditas estacas de madera que representan la tumba de mamá. Nunca supe que pasó con ella, no sé si alguien encontró su cuerpo, no sé si estará enterrada realmente y por ello esta tumba improvisada de cuando tenía 11 años es todo lo que tengo de ella.

Me senté frente a la tumba, con las piernas cruzadas y la mirada en su inscripción, dejé con cuidado sus tres flores favoritas y le sonreí, porque eso era todo lo que podía hacer.

-hola mamá...-susurré lo más bajo que pude-siento no haber venido antes, he tenido mucho que hacer

Entonces el viento paso delicadamente por mi rostro y despeinó mi cabello, como podría jurar que sigue conmigo.

-te traje tus flores favoritas...espero aún sigan siéndolo. ¿Sabes?, pensaba que ya no te extrañaba pero creo que me equivoqué ¿cuando dejaré de hacerlo?. Ya tengo 17... sí, soy una señorita. Me va bastante mal en el colegio...no te decepciones por eso. No tengo muchos amigos y he intentado cumplir la promesa que te hice pero, lo siento. Mamá, creo que estoy enamorada.

Negué con la cabeza y sequé una lágrima que rodó por mi mejilla.

-se llama Lucas Blake...es un lindo chico, es guapo y muy amable pero, no lo merezco mamá, él es más de lo que yo debería tener. Solo quiero olvidar que todo lo que he dicho sea cierto.

La chica de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora