Un año sabático

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Los chicos estaban locos por ir a la librería. Cuando salieron del boticario se dirigieron casi en tropel hasta allí. Había un montón de personas, entre ellas periodistas. Reconocieron a Luna Lovegood junto a su padre que tenía una libreta en la mano y lo acompañaba un fotógrafo. Rita Skeeter no podía faltar, también estaba acompañada por su joven fotógrafo.

—¡Chicos, vengan aquí! —los llamó Luna al verlos—. Tengo un puesto privilegiado por ser la hija de un periodista, así que quisiera compartirlo con ustedes —dijo mirando a su padre.

—Luna ha estado esperando aquí afuera por si ustedes llegaban —respondió Xenophilus con una enigmática sonrisa.

Todos estaban que saltaban de alegría, sobre todo Tonks, y una vez adentro, Harry, Luna, los gemelos y Hermione tomaron la preciada biografía de las integrantes de la Banda para comprarlas.

Ron y Ginny solo se limitaron a mirar los libros con ambición y tristeza a la vez.

—Niños, saben que si pudiéramos los compraríamos, pero es que solo nos alcanza para comprar los libros del colegio —dijo la señora Weasley con pesar—. Bueno, tal vez Fred y George accedan a prestárselos una vez que los hayan leído.

—Descuiden, se lo prestaremos —dijo George.

—Pero solo después que lo hayamos leído —terció Fred.

Ginny y Ron se encogieron de hombros y suspiraron con resignación, pero Sirius salió al rescate.

—Tomen los suyos, chicos, no se preocupen, van por mi cuenta —dijo llenándolos de una extrema felicidad.

—¡Oh no, Sirius! —exclamó el señor Weasley un poco avergonzado.

—No se preocupen, es solo un pequeño regalo —respondió él, restándole importancia al asunto.

—¡Oh gracias, Sirius! —exclamaron Ron y Ginny al unísono.

Una vez que todos tuvieron los libros en la mano, se sentaron en los primeros puestos donde estaban los periodistas, mientras la señora Weasley y Sirius compraban los libros del colegio. 

De pronto el dependiente de la tienda, un mago de aspecto descuidado y rebelde, joven, de unos veinticuatro años (Mas o menos la edad de las integrantes de la banda) salió desde una habitación y anunció la llegada de la popular banda femenina.

—¡Damas y caballeros, chicos y chicas! —dijo el joven con voz entusiasmada—. Ha llegado el momento que tanto esperaban. ¡Con ustedes: las Brujas de Macbeth! —anunció con voz de fanfarria y posteriormente comenzó a nombrarlas conforme las chicas salían desde la misma habitación y se sentaban detrás de una mesa larga y rectangular frente a los fans y periodistas que aplaudían y vitoreaban—: Espina, Gloria, Sasha yyyyyy... Emily.

Una bruja rubia de cabellos larguísimos hasta la cintura, de rizos sueltos, con la túnica rasgada y apariencia rebelde, salió detrás de sus compañeras, era la más querida y la más vitoreada, tal vez fuera por su maravillosa voz, por su manera de componer las canciones o quizá por su simpatía o por su excesiva belleza que había heredado de su abuela veela, lo cierto del caso es que era la que tenía más fans y afortunadamente sus compañeras, muy lindas también, no estaban para nada celosas, al contrario, siempre bromeaban con ella.

—¡Vaya, Vaya! Emily, me parece que un día de estos tus fans nos dejaran sordas —bromeó Espina (La baterista) mientras reía.

—¿Y qué me dices de eso que estoy oyendo ahora? —le respondió Emily.

De fondo se escuchó la voz de Fred.

—¡Te amo, Espina, eres grandiosa! —gritó el pelirrojo en medio del griterío de las demás personas.

Severus enamorado de una Bruja de MacbethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora