La visita a Hogsmeade

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Los delicados copos de nieve caían sobre el castillo y se acumulaban en las ventanas empañadas, diciembre había llegado al fin con todo el encanto de su época. Afuera estaba helado, pero Harry estaba muy calentito entre las sábanas de su confortable cama adoselada. 

El chico abrió los ojos lentamente, sacó un brazo fuera de las cortinas y tanteó con la mano sobre su buró hasta encontrar sus gafas, se las puso y se levantó de la cama con mucha parsimonia, aún tenía sueño pues no había dormido bien en toda la noche por causa de ese extraño sueño que tenía casi a diario, pero ese día tenía pendiente un paseo a Hogsmeade y no se lo pensaba perder por nada del mundo, además al fin se había decidido a tomarle la palabra a Hermione, aceptando enseñarle a quien quisiera aprender todo lo que él sabía sobre hechizos de defensa. 

 Cuando salió del baño notó que Ron estaba asomado por la ventana.

Mira esto, Harry exclamó el pelirrojo señalando con la cabeza el exterior mientras se hacía el nudo de la corbata—. Hagrid regresó, está allí junto a Fang.

Harry se asomó muy sonriente por la ventana y pudo ver al semigigante que le daba de comer a su perro.

Es genial respondió emocionado—, podemos ir a verlo cuando regresemos de Hogsmeade, tiene muchas cosas que explicarnos.

Los chicos bajaron a la sala común y se unieron a Hermione para ir a desayunar.

¿Cómo te preparas para lo de hoy, Harry? preguntó la castaña con una sonrisa.

Bien, aunque estoy un poco nervioso respondió él con sinceridad.

Había un ambiente especial en el castillo, todos amaban la época decembrina, bueno todos menos el señor Filch, que se desvivía trapeando el piso del vestíbulo y reñía con los estudiantes cada vez que estos entraban sin limpiarse los zapatos cubiertos de nieve, formando así charcos en el inmaculado piso de piedra. 

Al terminar su desayuno, los alumnos se reunieron en la entrada del castillo para entregarle sus permisos firmados al conserje, y posteriormente se marcharon al pueblo. Algunos profesores y aurores también debían ir para resguardar a los alumnos y por supuesto aprovechaban la ocasión para ir a dar un paseo, entre ellos estaban Remus, Tonks, la profesora McGonagall, Snape y desde luego Emily.

A las cuatro de la tarde los quiero a todos reunidos en este mismo lugar para regresar al castillo ordenó McGonagall con autoridad a los estudiantes reunidos junto al cartel de bienvenida al pueblo.

Detrás de la profesora McGonagall estaban sus colegas y algunos aurores quienes debían permanecer en el pueblo cerca de los chicos por si sucedía alguna eventualidad. McGonagall, Tonks, Remus y Emily se metieron en Las tres escobas a donde acudieron la mayor parte de los estudiantes.

Tonks decidió no tomar asiento al lado de sus colegas aurores que se sentaron en una mesa para vigilar a los chicos, en cambio optó por sentarse junto a Emily, McGonagall y por supuesto Remus. 

Snape, como de costumbre se sentó solo en un rincón apartado del pub, no quería ser molestado.

¡Un whisky de fuego, por favor! pidió con voz monocorde a la señora Rosmerta cuando ella se acercó a su mesa para tomarle la orden.

Desde allí podía observar a todos los estudiantes que estaban en el pub, esos mocosos insolentes que no hacían más que decir estupideces mientras bebían sus humeantes cervezas de mantequilla, pero una vez más sus negros ojos actuaban casi por voluntad propia y desviaban su atención hacia un punto fijo, hacia aquella hermosa mujer con dorada melena que en ese momento reía.

Severus enamorado de una Bruja de MacbethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora