Severus Snape acaba de terminar una relación tormentosa con una frívola mujer que sólo lo ha utilizado para divertirse, y él por su parte no puede creer que después de haber amado a Lily como a nadie se haya atrevido a abrir su corazón de nuevo para...
Los días pasaron y ya se acercaba el último día de febrero, es decir, el día del cumpleaños de Emily, Severus estaba muy frustrado, pues no sabía qué podía regalarle a una persona que materialmente lo tenía todo, sin embargo, bastó reunirse con el profesor Dumbledore en su despacho para tener ideas bastante claras.
Emily por su parte se sentía bastante satisfecha con su vida, pensaba que ya no podría pedirle más a Dios porque sencillamente ya se lo había dado todo, le había dado talento, un trabajo que disfrutaba enormemente, amigos maravillosos, fans adorables, un abuelito amoroso y una abuela veela dispuesta a sacrificarse por ella, una reconciliación estupenda con sus padres a los cuales adoraba con el corazón, una nueva razón para escribir con el alma pues tenía un gran amor con el cual se sentía maravillosa y finalmente le había otorgado una segunda oportunidad para vivir su vida junto a él; ella estaba en la plenitud de su vida.
Emily se encontraba en el salón de música, sentada detrás del gran piano de cola situado en el medio del salón, sus dedos se paseaban hábilmente por cada una de las teclas mientras sus hermosos ojos azules recorrían el pentagrama que tenía frente a sí y con su voz tarareaba una bella melodía, cuando de pronto advirtió una presencia, ella sin dejar de cantar giró el rostro hacia su derecha y entonces lo vio, Severus Snape estaba parado en el umbral de la puerta mirándola embelesado.
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Emily dio un respingo, dejó de tararear y posó sus manos con brusquedad sobre las teclas del piano produciendo en este un ruido molesto y discorde, con lo cual hizo que Severus también se sobresaltara.
—¿Qué estás haciendo allí? —preguntó ella con los ojos como platos.
—Escuchando tu voz —respondió Snape encaminándose hacia ella—. ¿Acaso te molesta mi presencia?
Ella sonrió.
—No es eso, cariño —respondió encogiéndose de hombros—. Es solo que... bueno que...
Severus enarcó una ceja para apremiarla a continuar hablando.
—Te estaba escribiendo algo —confesó al fin bajando la cabeza
Él sonrió tomandola por la barbilla.
—No te preocupes —dijo—. No escuché la letra.
—Y tampoco la escucharás hasta que esté terminada —añadió Emily—. Quiero incluir este tema y los demás que voy a componer en el nuevo disco de la banda.
—¿Y mi canción espe...?
—Sí, Sev —lo interrumpió ella—. Por supuesto que tu canción especial estará incluida en el disco.
