Severus enamorado de una Bruja de Macbeth

Un nuevo representante para la banda

Emily se preparaba para asistir al lugar donde se llevaría a cabo la grabación del disco de su banda. Hacía una semana ya que había llegado de Hogwarts, sus amiga le habían mostrado algunas canciones al señor Robinson (tocaron para él mientras Sasha cantaba) y éste quedó encantado, tanto con las letras, como con la Música, los arreglos y demás, pero Emily se encontraba particularmente feliz porque esta vez llevaría a Severus consigo para que conociera más de su trabajo.

El día posterior a la llegada a Londres, tal y como Severus lo prometió, fue a buscarla. La salida estuvo estupenda y ella no la olvidaría jamás pues Snape la llevó a recorrer muchos lugares emblemáticos del Londres muggle que ella no conocía o que bien solo había visto a lo lejos.

Vieron el parlamento y su majestuoso Big Ben, posteriormente, Severus la llevó a conocer el London eye desde donde obtuvieron una vista maravillosa.

—Y hay quienes se atreven a subestimar a los muggles, creyéndolos seres inferiores —comentó Emily mirando con embeleso toda la ciudad desde aquella cabina transparente.

—Sí, bueno... Siempre he reconocido el merito que tienen —respondió Severus, rodeando la cintura de su novia.

Hacia el mediodía dieron un pequeño paseo por el Royal St Jame's Park donde almorzaron en un pequeño café mientras veían a los niños jugando entre sí o arrojándole pelotas a los perros para que las buscaran. Todos disfrutaban al máximo de la época estival.

Luego visitaron el palacio de Buckingham donde Emily quedó maravillada con el cambio de guardia. Era fascinante contemplarla cuando ella a su vez miraba a los miembros de la guardia de honor.

—¿Viste esos sombreros tan graciosos? —le preguntó a Severus mientras reía ante las rejas del inmenso palacio.

Severus enarcó una ceja, pero hacía un esfuerzo por contener la risa.

—Son parte de su uniforme, querida —respondió lacónicamente.

—Mamá ¿es cierto que ellos no pueden moverse? —le preguntó un niño a su madre.

—Totalmente, cielo —respondió ésta—. Tienen estrictas órdenes de permanecer quietos, Son totalmente imperturbables.

—¿Es eso cierto, Severus? —susurró Emily un tanto confundida—. ¿Y cómo se supone que defenderán a la reina?

—Esto es simbólico, Emily —respondió él, un poco fastidiado por el cúmulo de turistas muggles que no dejaban de tomar fotos tratando de abrirse paso entre ellos— No... Tienen que proteger a la familia real. Para eso tienen a los guardaespaldas.

—De acuerdo, pero ¿estás seguro de que pase lo que pase, ellos no pueden moverse? —preguntó Emily sonriendo con malicia.

—Sí, pero ¡Emily, Ven aquí! ¿Qué vas a hacer? ¡Emily!

Demasiado tarde, la cantante se colocó frente a uno de los dos guardias que custodiaban las verjas de entrada y comenzó a sonreírle. El hombre en cuestión sonrió también cautivado ante la belleza de la mujer, pero casi inmediatamente pareció caer en la cuenta de lo que estaba pasando porque enseguida volvió a adquirir un semblante serio. Emily en cambio no se detuvo allí, sino que comenzó a hacerle caras chistosas para ver si lograba hacerlo reír, pero Severus la tomó por un brazo para apartarla.