La confesión

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Los días que subsiguieron Harry estaba muy nervioso porque a pesar de que uno de sus sueños se había hecho realidad, es decir, Ginny había aceptado salir con él, no podía mirar a Ron y al resto de los Weasley a la cara, sentía que había traicionado su confianza y que ellos no aprobarían para nada su relación con la única hija de la familia, pero el día de víspera de año nuevo, Hermione muy comprensiva le regaló unas palabras tranquilizadoras.

—No seas tonto, Harry, el señor y la señora Weasley te quieren como a un hijo y los hermanos de Ginny son como tus hermanos también, estoy segura que se van a alegra.

—Claro que no, Hermione —rebatió el muchacho—. ¿Recuerdas cuando Ron encontró a Ginny y a Dean besándose? Parecía que le iba a dar un infarto... bueno yo también creí que me iba a dar uno.

—Eso fue porque no le gustó ver a Dean besándola ya que... bueno, ella es su hermana, pero contigo es diferente Harry, él sabe que tú eres un chico respetuoso y que eres el indicado para ella ¡Ohhh vamos, Harry! Hacen una pareja estupenda, deberían decírselo a todos.

—¿Verdad que sí? —preguntó Ginny abrazando a Harry por detrás de su espalda mientras le guiñaba un ojo a Hermione—. Sé que ellos opinarán que aún estoy muy joven para tener novio, pero ellos saben que tú y yo somos unos chicos sensatos Harry.

Hermione tenía una sonrisa radiante en el rostro y en ese momento Emily llegó junto a ellos.

—Ya van a dar las doce campanadas chicos —expresó.

—Emily, Hermione, muchas gracias por animar a Harry a que se decidiera —soltó Ginny.

—No hay de que —contestaron las dos.

Todos estaban ya congregados en la sala principal de la gran casa, escuchando la radio mágica.

Y ya solo falta un minuto —dijo el locutor de la C.M Los Cuarenta Magistrales.

Unos segundos después ya se estaban dando el abrazo de año nuevo; Sirius destapó una botella de champagne y la espuma salió a borbotones.

—Quiero ofrecer un brindis por el amor —dijo Emily alzando su copa—. ¿Verdad, Harry? ¿verdad, Ginny?

—¿A qué se refiere? —inquirió Ron.

Harry y Ginny se ruborizaron.

—¡Vamos, chicos! —apremió la cantante—. ¿Por qué no dicen que los tiene tan felices estos últimos días?

—Es que... nosotros... es decir, Ginny y yo...

—Sí, ya lo sabemos —dijo Fred.

—No hace falta que lo digan —terció George.

—Ustedes dos se atraen como un par de imanes —concluyó Fred.

El corazón de Harry latió con violencia dentro de su pecho y sintió que se mareaba.

—¿Es eso cierto? —preguntó el señor Weasley.

—Bueno, papá... yo... Harry —Ginny tartamudeaba.

—¿Es cierto o no? —inquirió la señora Weasley con gesto inescrutable.

—Lo es —afirmó Harry en un arrebato de valentía.

Por un momento el silencio reinó en toda la estancia, pero posteriormente la voz del señor Weasley inundó todo el lugar.

—¡Ohh por Merlín, Molly! Esa es una noticia grandiosa —dijo con emoción.

Severus enamorado de una Bruja de MacbethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora