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Alargó el brazo hasta llegar a la nota doblada junto al plato de la pizza. La cogió y la desdobló para leer los garabatos que había escritos en la mitad del folio.

"Te subí la pizza porque oír a tu estómago haciendo esos ruidos raros no parecía sano, pero te quedaste dormida.
Pd: Me sigues debiendo una respuesta."

¿Qué? Su menta trataba de despertar completamente mientras analizaba lo que acababa de leer. Sacudió su cabeza intentando despertar de aquel surrealista sueño, pero no lo consiguió. Anoche Kim Taehyung, el chico más cañón que había conocido estuvo en su habitación. Después él le llevó pizza porque oyó a su estómago rugir pero la muy idiota (así se calificó a si misma) se quedó dormida.
Fue sin duda una noche extraña. Pero ya era un nuevo día, el sol se alzaba por el horizonte haciendo que se colasen rayos de sol por la ventana de Astrid iluminando su cama, los pájaros cantaban alegres desde lo alto de las ramas de los árboles y sus primos tendrían una resaca lo suficientemente grande como para no molestarla en todo el día.
Sin embargo la idea de tener que bajar hasta la cocina esquivando todos los restos de la fiesta no le agradaba mucho, pero su estómago ya no le pasaba ni una. Debía comer si o si. Sus ojos se desviaron hasta el trozo de pizza que yacía sobre la mesita de noche. Estaba frío y tenía una pinta nada apetecible, de hecho ni si quiera quiso pensar de donde lo habría sacado. Se encogió de hombros y comenzó a mordisquear la el trozo de pizza. Al final resultó no estar tan mala como se pensó. O eso o tenía tanta hambre que se hasta una comadreja muerta le habría parecido una delicia.
Miró el reloj que colgaba de su pared. Aun quedaban tres horas para que tuviera que ir a trabajar y estaba aburrida como una ostra. Lo que mejor se le ocurrió fue darse una ducha para relajarse.

Aquella tarde pasó algo más entretenida. En el trabajo no hubo demasiada gente por lo que estuvo tranquila. También conoció a una nueva camarera que trabajaría en la cafetería a partir de entonces. La dueña llevaba semanas buscando a un camarero que cubriera la vacante que dejó Troy, un chico que trabajaba ahí pero lo dejó cuando se mudó a otra ciudad para ir a la universidad. La pobre Astrid se había visto desbordada esas ultimas semanas al tener el doble de trabajo. Pero ya podía respirar tranquila ahora que por fin volvía a tener un compañero de trabajo.
La susodicha se llamaba Sofia. Era algo bajita para sus diecinueve años pero lo compensaba con su actitud positiva. Su pelo corto y decorado con mechas rojas y blancas. Y no se podía negar lo mona que era, incluso un chico intentó filtrear con ella en su primer día de trabajo.

Cuando entró por la puerta de casa lo primero que vio fue que todo estaba impecable. Ya era de noche, de hecho había pasado un rato desde la hora de la cena. Siempre que montaban una fiesta al día siguiente como era lógico nadie quería limpiar aquel estropicio. Asi que decidieron contratar a un servicio de limpieza para que lo hicieran el trabajo por ellos.
Matt intentaba ver la televisión mientras que su hermana se quejaba en un tono de voz un tanto alto para el gusto de Astrid.

— Es que no lo entiendo —exclamaba Ruth—. Cuando por fin consigo que me haga caso y venga a mi fiesta desaparece a los dos minutos de llegar.

— Ah cállate ya Ruth —se quejaba Matt.

— ¡No quiero! ¿Donde narices se metió Taehyung?

Si tú supieras, pensó Astrid. Pasó hasta la cocina intentando no hacer ruido y pasar desapercibida mientras sus primos seguían enfrascados en la conversación sobre la extraña desaparición de Taehyung de la fiesta.
Miró aburrida en la nevera y cogió restos de la comida del día anterior y lo metió en el microondas para cenar. En el salón Ruth seguía con su berrinche.

— ¿Y si lo emborrachó alguna lagarta y lo sedujo?

Astrid quiso reír de la pena que daba oírla decir esas tonterías. No entendía como podía hablar como si hubieran tenido que drogarlo o emborracharlo para que se fuera con otra chica. Como si estando sobrio no la ignorase ya lo suficiente.
Salió de la cocina igual de sigilosa que cuando entró y se dirigió a las escaleras hasta que un grito la interceptó.

— Tú.

Respiró profundamente y se giró hacia su querida (nótese el sarcasmo) e irritada prima.

— ¿Si, Ruth?

— Si Ruth —repitió con burla—. ¿Se puede saber dónde estabas? He tenido que levantarme yo a abrir la puerta al servicio de limpieza.

Su indignación se le salía por las orejas. Era en momentos así cuando Astrid se preguntaba cómo era posible compartir lazos de sangre con una persona así.

— Estaba trabajando —explicó tranquila—. Como todos los días.

— Ya bueno pues a ver si para la próxima vez estás más atenta y no tengo que levantarme yo.

— Vamos Ruth, no seas tan dura con nuestra primita —dijo Matt con su habitual sonrisa de autosuficiencia—. La chica tiene que trabajar para poder tener un futuro lo suficientemente digno como para no terminar bajo un puente.

Le arrebató el plato de comida que tenía en las manos y volvió a sentarse con él en el sofá.

— Eh! Esa es mi cena —se quejó.

— Oh, vamos. No dejarás que tu primo favorito pase hambre ¿verdad?

Sin dar tiempo a réplicas empezó a comer tranquilamente la comida del plato mientras veía distraídamente la televisión, ignorando la cara de enfado de Astrid. Suspiró derrotada, no tenía sentido alguno intentar discutir con Matt, siempre se salía con la suya e intentar lo contrario solo sería un gasto tonto de energía. Una energía que Astrid no tenía en esos momentos. Lo único que pudo hacer fue volver a la cocina a prepararse de nuevo la cena, pero una vez hubo terminado subió lo más rápido que pudo hasta llegar a su habitación para sentirse a salvo de esas dos hienas con las que vivía.

No fucking limits.Where stories live. Discover now