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A pesar de que no había dejado de afirmar que estaba bien sus amigos no se fiaban demasiado, así que le aconsejaron marcharse a casa. Realmente él tampoco tenía muchas ganas de fiesta, había ido simplemente para ganar la carrera y lo había conseguido. Ahora tenía lo que quería. Se despidieron de sus amigos para marcharse a casa, ellos se irían a las fiestas que siempre montaban después de las carreras. Justo cuando se alejaban de la multitud Astrid abrió los ojos altamente sorprendida. ¿ Qué demonios hacía Sofia allí entre toda esa gente? Sus preguntas se vieron resueltas cuando vio a Namjoon situarse a su lado.

Nada mas llegar se quitó el sudado casco de su cabeza. Tenía varias rajas y estaba comenzando a adquirir un olor extraño, lo que le hizo ver que quizá era hora de comprarse otro. Metió la moto en el Búnker y la llevó hacia la zona del garaje. También tendría que hacerle algunos arreglos, había zonas que estaban algo dañadas del impacto de salir disparada por el asfalto.

Lo primero que hizo fue darse una ducha. Realmente lo necesitaba. Estaba sudado y sucio por todo el cuerpo, e incluso tenía restos de su propia sangre debido a la caída.
El agua tibia recorriendo cada parte de su cuerpo creaba un efecto completamente relajante, provocando que sus agarrotados músculos se relajasen poco a poco.

Cuando salió de la ducha, ya vestido con una camiseta vieja y unos pantalones desgastados, Astrid le esperaba jugando con su móvil encima de la cama. Aún llevaba su gorra negra puesta, no se la había quitado desde que se la dejó antes de la carrera. No pasó desapercibido que solo llevaba una camiseta ancha de él. Solo eso. Podía ver sus piernas perderse entre la camiseta y las sábanas de la cama como si fuese un laberinto... un laberinto en el que le encantaría perderse.

- Siéntate -le ordenó la chica nada más verle.

Taehyung obedeció como un niño bueno y se sentó en el borde de la cama. Astrid se acercó a él de inmediato y enseguida supo lo que iba a hacer cuando vio varias gasas a su lado. Le comenzó a curar las heridas de la cara, con sumo cuidado intentando no hacerle daño. Lo que ella no sabía es que a él ya no le dolían los rasguños. Pero eso no se lo dijo, porque le fascinaba ver como era capaz de preocuparse tanto por él. Se recordó cómo se le había encogido el corazón al haberla visto llorando nada más abrir los ojos. Tan solo porque pensaba que le había pasado algo. Algo dentro de él se activó al analizar lo que acababa de pensar y hacer el hallazgo más importante de su vida: Ella tenía miedo de perderle.

- Astrid -susurró-. Te debo algo.

- ¿El qué? -preguntó sin mirarle y continuó curándole la mano.

- Te prometí que te besaría después de la carrera. Y aún no lo he hecho.

La chica abrió un poco los ojos y él pudo jurar estar seguro de que ella ya lo había olvidado. Le quitó la gorra con la mano que tenía libre y luego la llevó hasta el cuello de la chica acercándose a su cara y uniendo sus labios en un beso un tanto esperado por ambos.

- Estaba muy asustada. Pensaba que iba a perderte.

Su voz temblaba visiblemente, amenazando con ir acompañada de varias lágrimas. Taehyung podía notar con toda claridad la preocupación en ella y por primera vez se quiso pegar a sí mismo. Porque había sido él quien logró que ella estuviese así de mal.

Si algo tenía seguro, es la suerte que había corrido esa noche. La caída que había sufrido no era una broma ni mucho menos, levantarse por su propio pie era algo que no se hubiese esperado. Tenía tanto ímpetu por ganar la carrera que aceleró hasta el último momento hasta tal punto que para cuando intentó parar ya había perdido el control de la moto. Por una milésima de segundo, justo antes de caer al suelo y perder la consciencia, pensó que aquello era el final. Que ahí se terminaría todo para él. Y cuando se vio a sí mismo abriendo los ojos, aún vivo, en él mismo fue la última persona en la que pudo pensar. Por su mente pasaron todas las personas a las que habría dejado si hubiera muerto. A sus amigos, peleando por las esquinas; a Astrid, bajo la amenaza de su primo Matt; a su hermano, intentando salir adelante solo y sin su ayuda, como de costumbre, pero solo al fin y al cabo.

No. Morir era un lujo que no podía permitirse en ese momento. No después de darse cuenta de todas las cosas que aún le quedaban por hacer, por vivir. No podía morir sin ver cómo Jimin y Patrice se dejaban de gilipolleces y admitían lo que sentían el uno por el otro. No podía morir sin ver a Namjoon asentar la cabeza. No podía morir sin ver a Jin aceptándose a sí mismo como gay sin temor a represalias. No podía morir sin devolverle a su hermano al menos una mínima parte de la ayuda que le había brindado él incondicionalmente. No podía morir sin haber hecho feliz a Astrid hasta su último aliento.

Volvió a acercar su cabeza a la de ella, uniendo sus frentes, sin besarla pero rozando sus labios. Una mezcla de respiraciones, húmedas, calientes y cada vez más entrecortadas. Apartó a tientas las cosas que estaba usando para curarle, tirándolas al suelo. Astrid intentó quejarse cuando apartó sus manos de la venda que le había colocado a medias y la arrancó sin piedad en vez de dejar que se la terminase de colocar. Un estúpido trapo alrededor de su mano herida era lo que menos le importó a Taehyung cuando unió sus bocas para acallar las quejas de la chica. Su lengua sintió una cálida acogida en la boca de la chica cuando la introdujo en su cavidad bucal, donde le esperaba la de ella para recibirlo en un baile sensual dentro de ese beso.

Tiró de ella hasta que quedó sentada en sus piernas. Continuaban prolongando ese beso que cada vez parecía más y más interminable. Las manos de Astrid se paseaban inquietas por todo el torso de Taehyung, acariciándolo con ímpetu por encima de la camiseta. El beso era completamente absorbente a tal punto que la chica apenas notó cuando el castaño bajó sus manos por el contorno de su cuerpo hasta llegar al borde de su camiseta, levantándola lo suficiente la poder colar sus brazos por ahí.

Dio un pequeño salto cuando notó los fríos y largos dedos de Taehyung rozándole la cintura. El beso se rompió, pero no la distancia. Estaban agitados y terriblemente excitados. Los ojos del chico estaban más oscuros de lo que Astrid jamás había visto y la miraban con el deseo de un animal a punto de abalanzarse sobre su presa.

- Astrid... -susurró con voz entrecortada- Si quieres que pare dilo. Porque voy a hacerte mía aquí y ahora.

Los ojos de Astrid reflejaron un intenso brillo al escuchar aquello. Era tan tentador oír aquellas palabras salir de su boca. Ahora la pelota estaba en su tejado, era ella quien tenía la última palabra.

No fucking limits.Where stories live. Discover now