Seis; Sorpresa

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Me gustaría decir que la semana pasó rápido, pero no fue así. Todos los días habían sido igual o incluso más ajetreados que el lunes. Esa sala de reuniones se había convertido en el único sitio que veíamos durante la jornada que, por cierto, habíamos alargado por lo menos media hora cada día.

Pero el viernes había llegado finalmente, lo que quería decir que por un par de días no tendría que pasarme prácticamente nueve horas encerrado en una pequeña sala.

—¡Ya estoy aquí! —chillé al llegar.

No recibí respuesta alguna que no fuese la voz de Beyoncé cantando 7/11.

Seguí la música hasta llegar al salón, donde encontré a Rachel bailando mientras quitaba el polvo de una estantería.

Hold that cup like alcohol, hold that cup like alcohol, hold that cup like alcohol. —Intentó cantar. Sí, la voz no era lo que tenía más bonito, la verdad.

—Como sigas así los vecinos nos van a denunciar —bromeé sobresaltándola.

—Joder, Justin —Llevó una mano a su pecho—. Avisa cuando llegues, me has asustado. —Frunció el ceño.

—Si lo he hecho —Reí—. Lo que pasa que tú estabas demasiado ocupada con tu... ¿ritual de tortura a cualquier ser con oído?

—¡Oye! —Se acercó a mí y me golpeó con el trapo.

—Cariño, admite que no cantas como los ángeles precisamente.

—Claro, como el señorito canta bien se dedica a criticar al resto. —Se cruzó de brazos.

—No es culpa mía ser tan perfecto. —Me encogí de hombros, una sonrisa de suficiencia dibujada en mi rostro.

—No sé como puedes entrar en esta casa, ¿tu ego cabe por la puerta?

—Tengo cosas más grandes que mi ego. —Rodeé su cintura, acercándola a mí.

—¿Lo tienes que llevar todo al lado sexual? —Me miró alzando una ceja.

—Me refería a mi corazón —Me hice el escandalizado—. ¿Qué clase de mente sucia tienes?

—Ya, claro... Seguro que era eso. —Rodó los ojos.

—Pero ya que has sacado el tema... —Mordí mi labio apartándome un poco para poder mirarla bien— ¿Te has puesto eso para provocarme? —Alcé una ceja.

Solo llevaba una camiseta mía que le llegaba un poco por encima de la mitad del muslo y un pequeño pantalón corto debajo. Muy corto.

Parecía algo muy sencillo, pero me encantaba cuando llevaba mis camisetas. Y ella lo sabía.

—¿Por qué piensas eso? Solo me he puesto algo cómodo para limpiar. —Sonrió a la vez que sus brazos rodeaban mi cuello.

—Ya, claro... Seguro que era eso. —Repetí sus palabras.

Ella rió y acabó con la distancia que nos separaba, uniendo nuestros labios a lo que yo acepté gustoso. La acerqué más a mí a la vez que abría mi boca para dejar paso a su lengua. Lentamente mis manos bajaron hasta su trasero y le di un leve apretón, provocando que un gemido se escapase de sus labios y yo sonriese satisfecho. Sin embargo, mi felicidad no duró mucho porque Rae no tardó en separarse de mí y a pesar del mohín que hice y mis intentos de volver a juntar nuestras bocas no lo conseguí.

—Justin... —Apartó mis manos.

—Lo sé, lo sé... Estás en tus días —Me separé de ella. Rachel abrió la boca para decir algo, pero enseguida la cerró y esbozó una sonrisa—. ¿Qué? —Le pregunté extrañado.

Flatline • jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora