Veintidós; Escapada

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Cerré como pude la puerta del coche, ya que en una mano llevaba la pequeña bolsa con el desayuno y en la otra los cafés, y me encaminé hacia nuestra casa.

Una vez dentro dejé los cafés y el desayuno sobre la encimera de la cocina, aún metido en su bolsa, y tras guardar las llaves que el padre de Rachel me había entregado en el bolsillo trasero de mis pantalones subí a nuestra habitación.

Ahora Rae dormía totalmente estirada, ocupando todo el espacio posible en aquella cama. Sonreí por aquello y me acerqué hasta ella, sentándome a su lado. Aparté algunos mechones de pelo de su rostro y acaricié su mejilla con cuidado.

—Rachel... —La llamé, meciendo con cuidado su hombro— Cariño, despierta.

Ella soltó un pequeño gruñido y entreabrió los ojos.

—¿Justin? —Frotó un poco sus ojos—. ¿Qué hora es?

—Las nueve y media de la mañana. —Esbocé una mueca.

—Es broma, ¿verdad? —Alzó la cabeza para mirarme.

—No. —Sonreí inocentemente.

—Ugh... Sabes que detesto que me despierten temprano los fines de semana. —Intentó darse media vuelta, pero yo se lo impedí.

—Cielo, necesito que te levantes. —Insistí.

—¿Por qué? —murmuró sobre la almohada.

—Porque tenemos que ir a un sitio.

Se incorporó un poco, apoyándose sobre sus antebrazos y me miró frunciendo el ceño.

—¿A dónde?

—Ya lo verás —Sonreí—, pero ahora tienes que levantarte, ¿si? —Besé sus labios castamente.

Rachel soltó un bufido, pero terminó asintiendo y salió de la cama.

Se dirigió hacia el armario y lo abrió, quedándose allí parada durante unos segundos.

—¿No piensas decirme a dónde vamos? —Me miró por encima del hombro.

—No. —Negué con la cabeza sonriente.

—Al menos dame una pista que no tengo ni idea de qué ponerme.

—Abrígate un poco, empieza a hacer frío. —Me limité a decir.

—Eso no me da ninguna pista de a dónde podemos ir. —Frunció el ceño, volviéndose hacia el armario de nuevo.

Reí por ello y me levanté, acercándome a ella. Rodeé su cintura y dejé un beso sobre su hombro.

—Date prisa en escoger, no quiero salir muy tarde.

—Está bien, está bien.

Finalmente se decantó por un suéter gris y unos pantalones negros.

En cuanto se metió a la ducha yo aproveché para sacar una pequeña maleta en la que metí la ropa necesaria para pasar una noche fuera de casa. Cuando la tuve lista bajé para guardarla en el maletero, junto a la compra que había hecho antes de venir.

Al volver a nuestra habitación Rae seguía metida en el baño, por lo que aproveché para hacer nuestra cama.

—Ya estoy. —Escuché su voz a mis espaldas.

—Bien —Cogí nuestros abrigos de encima de la cama, donde los acababa de dejar—. Entonces ya nos podemos ir.

—¿Y el desayuno? ¿Vamos a desayunar a algún sitio? —preguntó curiosa.

Flatline • jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora