Cincuenta y tres; San Valentín

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Unos golpes en la puerta hicieron que alzase la vista de los bocetos que tenía sobre la mesa.

—Adelante —dije alzando un poco la voz.

Segundos después la puerta se abrió, dejando ver la cabellera morena de mi amiga.

—Hola. —Me saludó con una sonrisa antes de adentrarse a mi nuevo despacho.

Estábamos ya a jueves y llevaba desde el lunes trabajando en mi nuevo puesto. Debido a que debería reunirme bastante y mi anterior despacho era algo pequeño como para tener a varias personas allí me habían proporcionado uno que disponía de bastante más espacio e incluso de unos sofás en los que podía charlar con tranquilidad y comodidad con mis compañeros.

—Hey, ¿tenías que enseñarme algo? —Fruncí ligeramente el ceño.

Aún estaba adaptándome al nuevo puesto y andaba algo perdido. Normalmente, en las últimas dos horas de la jornada me reunía por turnos con los equipos de trabajo para que me mostrasen sus proyectos, pero no recordaba que aquel día Megan tuviese que enseñarme nada; además, como durante gran parte del día ya trabajaba con ellos aprovechábamos y hablábamos de aquello entre nosotros para no tener que reunirnos más tarde y poder disponer todos de más tiempo —que evidentemente empleábamos para seguir trabajando—.

—No, no —Negó con la cabeza—. Solo quería pasarme antes de irme.

Al escuchar aquellas palabras dirigí mi vista hacia mi reloj de muñeca. Ya era la hora de salir, pero como había sucedido los anteriores días yo me quedaría un rato más por la oficina.

—Ni me había dado cuenta de la hora. —Agité la cabeza.

—Lo sé —Sonrió ella— y por eso me pasaba por aquí para recordarte que esta noche tienes planes y no puedes tirarte hasta muy tarde aquí. —Alzó una ceja.

—La cena —La señalé—. No me he olvidado de ella.

Era catorce de febrero, lo que quería decir que era San Valentín. Aquel año a Megan se le había ocurrido la idea de hacer algo distinto así que, tras insistirle muchísimo a Ethan para accediese, aquella noche saldríamos a cenar las tres parejas.

—No llegues tarde, Bieber. —Me advirtió.

—Tranquila, por mucho que me retrase Ethan siempre llegará más tarde —bromeé haciéndola reír.

—Ahí tengo que darte la razón —admitió—. Nos vemos esta noche. —Se despidió.

—Adiós —dije antes de que saliese de allí.

Al quedarme solo solté un suspiro y me recosté en el asiento frotando mis sienes. Definitivamente necesitaba un descanso.

Cogí mi teléfono, que reposaba a un lado del ordenador de sobremesa que tenía allí y rápidamente llamé a Rachel.

—¿Ya has salido? —preguntó extrañada nada más descolgar y logrando hacerme reír.

—No, pero necesitaba un pequeño descanso, la verdad —admití—. Creo que me empiezan a arder los ojos y todo. —Pasé una mano por estos.

—Normal... Si es que llevas toda la semana que no paras —dijo en tono de reproche.

—Supongo que tu madre aún no ha pasado a por ti —cambié de tema de conversación.

Como los últimos días había estado llegando algo tarde a casa habíamos preferido avisar a la madre de Rachel para que la llevase a su nueva consulta con la psicóloga, solo para asegurarnos de que llegaría a tiempo.

Flatline • jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora