Treinta y uno; Compras navideñas

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15 de diciembre.

—¿Justin? —La voz de mi novia me sobresaltó por completo y dejé lo que estaba haciendo.

Al volverme hacia ella la vi parada en la puerta de nuestra habitación.

—Dime, cielo. —Sonreí, intentando disimular mi nerviosismo.

—¿Qué haces rebuscando en mi joyero? —Se acercó a mí, mirándome extrañada.

—No rebuscaba, es solo que he... —Carraspeé— he encontrado un pendiente y te lo quería guardar.

—Oh... gracias. —Besó mi mejilla y sacó el colgante que le había comprado en Alemania para ponérselo.

Desde que se lo había regalado lo había llevado cada día.

—¿Te ayudo? —Le pregunté al ver que tenía problemas para cerrarlo bien.

—Sí, por favor. —Se colocó de espaldas a mí y apartó su pelo para que pudiese colocárselo bien.

—Ya está. —Me aparté un poco de ella.

—Gracias —Sonrió volviéndose hacia mí—. Por cierto, ¿a qué hora empieza la cena?

Hoy tenía la cena de Navidad de la empresa y nos permitían ir en pareja, así que Rachel vendría conmigo.

—Tenemos que estar allí a las ocho y media.

—Vale —Asintió y me abrazó por la cintura—. Supongo que estaré de vuelta sobre las cuatro y media o cinco.

—De acuerdo, aquí estaré yo —Le sonreí antes de besarla—. Pásatelo bien con Em. —Coloqué un mechón de pelo tras su oreja.

—Gracias. —Sonrió apartándose y cogió su bolso de encima de la cama para meter algunas cosas en él.

—¿Te has tomado la medicación? —Quise asegurarme.

—Sí. —Asintió mirándome.

—Y abrígate un poco, hace frío. —Fruncí el ceño mirando por la ventana.

—Está bien, papá. —Se burló acercándose a mí de nuevo.

—No quiero que vuelvas a enfermarte.

Hacía ya un par de semanas que Rachel había salido del hospital y sí, quizás estaba actuando demasiado protectoramente con ella, pero no quería que volviese a pasarle nada malo.

—Justin estoy bien, tranquilo. Hoy ya termino con la medicación.

—Por eso mismo tienes que ir ahora con más cuidado.

Ella sonrió y negó con la cabeza, a sabiendas de que no tenía nada que hacer.

—Está bien, me pondré una bufanda, ¿vale?

—Vale. —Sonreí contento con su respuesta.

Observé como abría uno de los cajones de la cómoda y sacaba una bufanda blanca que enseguida se envolvió en el cuello.

—¿Contento?

—Sí. —Asentí riendo.

Rae se dirigió hacia el armario y sacó su abrigo de éste para colocárselo y luego coger su bolso.

—Nos vemos por la tarde. —De nuevo se acercó a mí y me dio un corto beso.

—Adiós. —Me despedí de ella y la observé marcharse de la habitación.

Esperé unos segundos y cuando escuché la puerta de la entrada cerrarse solté un fuerte suspiro. Abrí su joyero de nuevo y empecé a buscar algún anillo que pudiese servirme para saber la medida perfecta para Rachel.

Flatline • jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora