Treinta y seis; ¿Otra vez?

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—Rachel vámonos ya. —La apremié. Si tardábamos mucho más en salir de casa ambos llegaríamos tarde.

—Es que... ¿seguro que estará bien sola? —Esbozó un puchero mirando a Bailey, que estaba entretenida comiendo de su bol.

—Cielo... le hemos dejado comida y está todo cerrado para que no pueda escaparse. No le va a pasar nada.

—Pero es que nunca la hemos dejado sola. —Insistió.

—Dios, si te pones así con la perra no sé qué pasará cuando tengamos hijos y haya que dejarlos en la guardería por primera vez.

—Pues lloraré —dijo como si fuese la cosa más obvia del mundo antes de dedicarle una última mirada a Bailey—. No tardaré, ¿vale? —Acarició su cabeza, pero la perra no le hizo mucho caso.

—Vamos Rachel. —Tiré de su brazo y ella me siguió algo rezagada.

Ambos salimos a la calle y ella se aseguró de cerrar bien con llave.

—Se aburrirá tantas horas sola —murmuró mientras nos dirigíamos hacia nuestros coches.

—No creo, tiene un montón de juguetes y no me extrañaría que te encontrases con algún calcetín o cualquier cosa que encuentre destrozada —comenté divertido.

—¿Hoy llegarás a la hora o...? —Me preguntó cuando se detuvo frente a su coche.

Yo esbocé una mueca en respuesta.

—Ya sabes como va esto, no tengo ni idea —Me encogí de hombros—. Pero siempre intento salir lo antes posible.

—Está bien —Asintió soltando un suspiro—. Que vaya bien la reunión de esta mañana, ya me dirás para qué era.

—Hasta luego. —Besé sus labios rápidamente.

La observé meterse en su coche y despedirse de mi una última vez antes de arrancar el coche y alejarse por la calle hasta desaparecer de mi vista.

Finalmente yo también entré en mi vehículo y puse rumbo hacia el trabajo, dispuesto a volver a la rutina tras tres días de descanso.

Minutos más tarde me encontraba aparcando frente a la entrada del edificio de la empresa. Saqué las llaves del contacto y solté un suspiro. Desde luego estaba mucho mejor ayer.

Sin querer lamentarme mucho más cogí mi maletín del asiento del copiloto y salí de allí. Justo al cerrar la puerta vi una melena morena bastante conocida a un par de vehículos de distancia.

—Megan. —La llamé alzando un poco la voz, para que pudiese escucharme.

Ella se detuvo en medio de la acera y se giró hacia mí algo extrañada, pero en cuanto me reconoció una sonrisa se instauró en sus labios y alzó su mano para saludarme.

Me di prisa en cerrar el coche y a paso ligero me dirigí hacia ella.

—Hola, no te había visto. —Se disculpó con una sonrisa cuando retomamos el camino hacia el edificio.

—Normal, llevas una cara de cansada... —Me burlé.

—Tú no te quedas atrás —Me señaló—. ¿Has estado celebrando tu compromiso? —Me codeó.

—No diré nada. —Me encogí de hombros riendo.

—Fue muy bonito, Justin —Me miró ahora más seria—. Creo que no tuve oportunidad de decírtelo.

—Gracias —Sonreí abriéndole la puerta—. La verdad es que no me acuerdo mucho de lo que pasó —admití algo avergonzado—, es como que todo lo que pasó después de que aceptase se hubiese vuelto borroso.

Flatline • jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora