Cuarenta y seis; ¿Embarazo?

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—Mucha suerte, cariño. —Me deseó Rachel cuando aparqué frente al colegio.

—Gracias. —Le sonreí volviéndome hacia ella.

Ella se desabrochó el cinturón y se acercó a mí para besarme. Cuando se apartó quedó a unos centímetros de distancia de mi rostro.

—¿Estás seguro de la decisión que has tomado? —Frunció un poco el ceño.

—Cada vez estoy más seguro. —Asentí.

Ella me miró no muy convencida y terminó suspirando al separarse de mí.

—Nos vemos luego en casa, ¿vale? —dijo ya fuera del coche.

—Envíame un mensaje cuando llegues. —Le recordé.

—Lo haré —Me aseguró—. Te quiero.

—Yo más. —Le sonreí.

—No pienso discutir sobre eso, yo te quiero más y ya —dijo antes de alejarse a paso apresurado para que no pudiese contradecirla.

Sonreí viendo como se alejaba y no arranqué hasta vi como desaparecía en el interior del edificio.

Unos minutos más tarde aparqué en una de las plazas que había en el parking de mi trabajo y apagué el motor. Sin embargo, no bajé del vehículo, sino que me quedé unos minutos allí —al fin y al cabo iba con tiempo—, pensando en lo que estaba a punto de hacer. Sabía que el señor Miller querría mi respuesta lo antes posible, así que antes de reunirme con los chicos para seguir trabajando iría a su despacho para darle a conocer la decisión que había tomado.

Finalmente, cogí mi maletín y salí del coche para adentrarme en el edificio.

—Buenos días. —Me saludó Martha apenas sin apartar la vista de la pantalla de su ordenador.

—Buenos días, Martha —dije con una sonrisa antes de dirigirme hacia los ascensores.

En cuanto llegué a mi planta fui a mi pequeña oficina para dejar mis cosas y luego me encaminé hacia el despacho de mi jefe. Cuanto antes me quitase aquello de encima mejor.

Justo al llegar a su despacho me lo encontré fuera de éste, hablando con Rose.

—Buenos días. —Les saludé a ambos.

—Hola. —Me saludó sonriente Rose, dejando a un lado los papeles que el señor Miller le acababa de entregar.

—Buenos día, Bieber —dijo el jefe algo más serio.

—Mmmm... Quería hablar con usted. —Pasé una mano por mi nuca algo nervioso.

Él enseguida comprendió a lo que me refería y se incorporó, ya que estaba algo inclinado en la mesa para poder hablar con su secretaria. Asintió mirándome serio.

—Vayamos a mi despacho. —Hizo un gesto con su mano para que le siguiese.

Entré tras de él y cerré la puerta a mis espaldas antes de acercarme a él para sentarme frente a su escritorio.

—Supongo que has venido para darme tu respuesta. —Entrelazó sus dedos y apoyó sus manos sobre el escritorio.

—Así es. —Asentí lamiendo mis labios un poco inquieto.

—Y bien... —Hizo un gesto con una de sus manos, animándome a hablar mientras me miraba con una ceja alzada.

—He estado pensando mucho en ello y... —Tragué saliva con algo de dificultad— creo que lo mejor sería quedarme aquí —dije finalmente.

Flatline • jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora