Diecinueve; Hogar, ¿dulce hogar?

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En los restantes días que nos quedaban en Alemania ninguno de los dos volvió a sacar el tema de lo sucedido en aquella torre de televisión. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurrió cuando Brooke me besó, esta vez nuestra relación no se enfrió o empezamos a tirarnos los trastos a la cabeza. Sí que es cierto que hubo un pequeño distanciamiento, puesto por mi parte, que Brooke comprendió totalmente, o al menos así parecía ya que no dijo nada sobre el asunto.

El domingo pasamos todo el día en Múnich y creía que nuestras conversaciones se limitarían a lo que estábamos visitando porque Brooke había tenido tiempo de sobras para recapacitar sobre aquel casi beso y pensaba que se sentiría algo violenta al respecto. Es decir, hacía nada apenas la miraba porque me había besado, ¿y ahora lo intentaba yo con ella? Sin embargo, cuando estábamos a mitad de camino ella me dijo: "Justin, limítate a disfrutar del viaje. Como sigas apretando el volante con tanta fuerza acabarás rompiéndolo" y seguidamente soltó una pequeña carcajada. Supongo que verla tan tranquila hizo que yo me relajase también y a partir de ahí todo fue sobre ruedas.

El lunes y el martes nuestras conversaciones fueron más dirigidas hacia el ámbito profesional ya que teníamos que grabar el anuncio, pero aprovechábamos los ratos libres para charlar con Ariane u otros miembros del equipo.

En definitiva, todo fue bastante bien.

Tampoco volvimos a hablar de Rachel, pero eso no quería decir que no estuviese en mis pensamientos la mayor parte del tiempo. Hoy, el día de nuestro regreso, de hecho ahora mismo que estaba poniendo un pie sobre el suelo del aeropuerto de Portland, seguía sin tener noticias de ella. No tenía ni idea de lo que me encontraría al llegar a casa y mis nervios aumentaban a cada paso que dábamos.

—¿Quieres que compartamos taxi? —sugirió Brooke cuando salimos fuera.

—Ummm no, tengo que hacer algo antes de ir a casa.

Debía pasar por la floristería, para buscar las flores que había encargado para Rachel hacía una semana. El plan era que Emily la entretuviese un rato y así me diese tiempo llegar a casa antes que ella, de hecho debía llamarla y asegurarme de que era así.

—Oh, vale —Sonrió acercándose a uno de los taxis que esperaban allí, para llevar a la gente—. Entonces, ¿nos vemos mañana en la reunión? —preguntó mientras el conductor metía su maleta en el coche.

Al día siguiente teníamos una reunión a las diez de la mañana con el señor Miller, para informarle de cómo había ido el viaje y el rodaje del anuncio.

—Claro. —Asentí sonriendo también.

—Descansa que el vuelo ha sido muy largo —Me dio un corto abrazo—. Y suerte con Rachel. —Me guiñó un ojo abriendo la puerta del taxi.

—Sí, creo que la necesitaré... —murmuré para mí mismo una vez ella ya estaba dentro del vehículo.

Vi como el coche se marchaba y me dispuse a buscar un taxi para mí, cosa que no fue muy difícil ya que había una hilera de ellos aparcados allí mismo, listos para llevar a cualquiera que saliese del aeropuerto.

—¿A dónde? —preguntó la mujer cuando me subí al coche.

—Al número cuarenta de la avenida Brighton.

Ella asintió y puso en marcha el taxi, rumbo a la destinación que le había indicado. Aproveché el trayecto para llamar a Emily.

—¿Diga? —contestó tras un par de tonos.

—Em, soy Justin.

—Hola Mel —saludó haciéndome fruncir el ceño.

—¿Mel? Te acabo de decir qu-

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