Treinta y cuatro; ¿Quieres...?

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31 de diciembre. Fin de año.

Mis manos sudaban como no lo habían hecho jamás y solo eran las siete y media de la tarde. No quería ni imaginarme como estaría cuando el momento llegase.

—¡Justin!

Rachel apareció frente a mí y no parecía muy contenta a juzgar por su ceño fruncido.

—¿Qué pasa? —Tardé unos segundos en contestar, ya que me encontraba en mi propio mundo.

—Te he llamado cinco veces. —Bufó.

—Lo siento cielo, estaba pensando en algo. —Sonreí un poco, disculpándome.

—Está bien, pero ayúdame a terminar de preparar la cena —Tiró de mi brazo, aunque poco consiguió—. Aún tengo que ducharme y arreglarme.

—Voy.

Aparté a Bailey de mi regazo con cuidado ya que se había quedado medio dormida sobre éste mientras yo veía —o intentaba— ver la tele y me levanté. Rachel agarró mi brazo y prácticamente me arrastró hasta la cocina mientras hablaba y hablaba sobre lo que tenía que hacer.

—¿Lo has entendido? —preguntó cuando acabó de soltarme todo el rollo.

—Mmm... ¿no? —dije divertido—. Has hablado muy rápido. —Reí.

—A ver... Necesito que vayas rellenando los huevos —Señaló el bol con la mezcla que había preparado—. Ve con cuidado a la hora de sacarle la cáscara al huevo, están quemando porque los acabo de sacar.

—Está bien, mamá —dije divertido.

—Cuando acabes... —Cogió otro bol, más pequeño, con una especie de salsa— Echa esta salsa por encima de los langostinos.

Asentí mirando la bandeja repleta de ellos sobre la vitrocerámica.

—¿Algo más? —Quise saber.

—Sí, después mételos en el horno a ciento ochenta grados durante unos diez minutos.

—¿No es demasiado pronto? —Fruncí el ceño. Aún quedaba una hora y media para que llegasen todos.

Ella agitó la cabeza.

—Los dejaremos en el horno para que se conserven calientes.

—Vale —Asentí—. ¿Eso es todo?

—Sí, intentaré tardar lo menos posible para que tú puedas ir a arreglarte.

—No te preocupes, ya sabes que yo tardo poco. —Sonreí tranquilizándola.

—Bien, intenta no quemar la cocina —bromeó antes de salir de ésta.

—Ni que cocinase mal... —murmuré para mí mismo.

En cuanto me quedé solo en la cocina empecé con los huevos rellenos, como Rachel me había dicho.

Mientras cumplía con mi tarea me puse a pensar —de nuevo— en lo que pasaría aquella noche y debo admitir que entré un poco en pánico. Ni siquiera sabía qué le iba a decir, probablemente iba a ser todo improvisado y tendría suerte si no vomitaba la cena antes de hacerlo, de hecho no había comido apenas nada en todo el día y Rachel se había preocupado un poco, pero yo le había asegurado que era solo porque con tanta fiesta estaba bastante lleno.

Traté de imaginarme el momento y la reacción de Rachel, aunque conociéndola probablemente se echase a llorar, más sabiendo la forma en la que hablaba del matrimonio. Sin embargo, entre esas bonitas imágenes, no tardaron en aparecer las dudas sobre si ella iba a aceptar; quizás pensaba que era algo muy precipitado o se veía demasiado joven para estar atada a una persona de esa forma.

Flatline • jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora