Cincuenta y nueve; Tensión

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El despertador sonó un par de veces antes de que Rachel se encargase de apagarlo. Segundos después salió de la cama sin decir nada y se encerró en el baño.

Un suspiró se escapó de mis labios al observar la puerta que ella acababa de cerrar.

Las cosas habían sido así desde anoche. Para cuando yo había terminado con mi trabajo y regresé a la habitación ella se encontraba acostada en la cama, leyendo un libro, pero en cuanto me vio lo dejó sobre la mesita de noche y se acostó, dándole la espalda al lado en el que yo dormía. Ni siquiera me había molestado en volver a intentar hablar con ella o en acercarme a ella, si Rachel era cabezota yo podía llegar a serlo diez veces más.

Finalmente me decidí a salir de la cama yo también para vestirme. Nos habíamos levantado un poco antes de lo habitual para que yo pudiese llegar a tiempo a la reunión que tenía con el jefe y Luke y no quería ser yo el motivo por el que nos retrasásemos lo más mínimo.

Estaba terminando de colocarme los pantalones cuando la puerta del baño se abrió de nuevo. Rachel salió de ésta ya vestida y ligeramente maquillada. Sin pronunciar palabra alguna salió de nuestra habitación, dejándome bastante claro que iba a ser una mañana difícil.

En cuanto terminé de vestirme entré al baño para arreglarme un poco y tras echarme algo de colonia bajé a la cocina. Allí pude ver a Bailey comiendo de su bol y a Rachel sentada frente a la barra de desayuno, con una taza de café y un muffin de chocolate sobre ésta y su mirada perdida en su teléfono móvil.

—Buenos días, eh... —murmuré mientras abría uno de los armarios para sacar una taza.

Alzó la vista de su teléfono unos segundos para mirarme totalmente seria antes de volver a centrarse en lo que fuese que estuviese haciendo con su móvil.

—Buenos días —murmuró y se llevó un pedazo de muffin a la boca.

Agité la cabeza, queriendo pasar del asunto y vertí algo de café en mi taza antes de añadirle algo de leche y azúcar y coger de la despensa un muffin como el que se estaba comiendo Rachel; ni siquiera me apetecía prepararme una tostada.

Ambos desayunamos en silencio, perdidos en nuestros teléfonos móviles.

Rachel fue la primera en levantarse y supuse que subió a la habitación para lavarse los dientes y terminar de arreglarse. En cuanto yo acabé, unos minutos después, dejé mi taza junto a la de Rachel en el fregadero y subí a nuestra habitación. Ella estaba haciendo la cama.

—En cuanto me lave los dientes podemos irnos. —Le dije antes de entrar al baño, cerrando la puerta.

Ni siquiera escuché una respuesta por su parte y cuando salí del baño ella ya no se encontraba en la habitación.

Cogí mi maletín del despacho y bajé las escaleras, reuniéndome con Rachel que me esperaba en la puerta ya lista.

Cogí las llaves del coche y mi abrigo y abrí la puerta para salir y dirigirme a mi coche, sin esperar a Rachel. Ella se encargó de cerrar la puerta y segundos después estaba sentada en el asiento del copiloto. Esperé a que se abrochase el cinturón y arranqué finalmente.

El trayecto hasta el colegio no fue muy distinto a nuestra mañana, el silencio reinaba entre nosotros y si no hubiese sido porque me decidí a poner la radio tanto silencio me habría terminado volviendo loco.

Como siempre aparqué frente a las puertas del colegio, pero nuestra despedida fue muy distinta a la habitual.

—Adiós —murmuró Rachel una vez fuera del coche, cerrando la puerta con fuerza.

Flatline • jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora