Treinta y dos; Cena de empresa

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—Cielo, ¿estás lista? —Me asomé a la puerta del baño, quedándome casi sin aliento.

Rachel llevaba un vestido negro de manga larga, con la espalda descubierta y que se pegaba a su cuerpo, llegando hasta un par de centímetros por encima de las rodillas. Los tacones, del mismo color que el vestido realzaban su figura.

—Cinco minutos. —Me miró un segundo antes de girarse de nuevo hacia el espejo para continuar maquillándose, haciendo que la cola alta en la que llevaba recogido su pelo se moviese de un lado a otro.

—Estás preciosa. —Sonreí apoyado contra el marco de la puerta.

Dejó de aplicarse aquellos polvos en la cara y me miró sonriendo.

—Gracias cariño, tú también estás muy guapo.

En vez de esperarla sentado en la cama o abajo, en el salón, preferí quedarme allí observándola. Noté como empezaba a ponerse nerviosa al notar mi vista sobre ella y me fue inevitable no sonreír al ver el efecto que causaba en ella.

—¿Por qué me miras tanto? —Rió nerviosa mientras se aplicaba algo sobre los pómulos. Era... ¿iluminador? La verdad es que no tengo ni idea de estas cosas.

—¿No puedo mirarte? —Sonreí colocándome recto y acomodando bien mi americana.

—Sí... pero no sé —Se encogió de hombros—. Me pones nerviosa. —Me miró de reojo.

—Lo sé. —Reí y me coloqué tras ella, rodeando su cintura.

—Oh, así que te gusta burlarte de mí... muy bonito.

—Es mi hobby favorito —bromeé besando su cuello.

Ella sonrió y empezó a buscar algo en el enorme neceser que tenía para guardar su maquillaje. Finalmente sacó un pintalabios en un tono rosado y la observé aplicárselo. Nuestros ojos coincidieron en el espejo y ella volvió a reír.

—Justin, estás muy raro hoy...

—¿Por mirarte? —Alcé una ceja.

—Sí, normalmente no te quedas aquí mientras me maquillo.

—Pues hoy sí —Me incliné un poco hacia delante y besé su mejilla—. Te quiero —susurré en su oído antes de apartarme de ella.

—Y yo a ti. —La escuché decir mientras salía del baño.

Fui directo hacia el armario y de éste saqué nuestros abrigos, para dejar el de Rachel sobre la cama y colocarme el mío.

—Rae, tenemos que irnos ya. —La apresuré al mirar la hora en mi teléfono.

—Ya está, ya está —Salió del baño—. Voy bien, ¿entonces? —Dio una vuelta sobre sí misma.

—Estás perfecta, cariño. —Le entregué su abrigo y ella me lo agradeció.

Después de que Rachel se colocase el abrigo y cogiese su bolso salimos de allí, para poner rumbo al restaurante en el que tendría lugar la cena.

—Estoy algo nerviosa —admitió mi novia una vez en el coche.

—¿Por qué? —Fruncí el ceño girándome hacia ella. Estábamos parados en un semáforo en rojo.

—Bueno... va a estar cierta persona y la última vez que nos vimos no es que tuviese la mejor actitud. —Mordisqueó su labio, apartando la vista hacia la ventanilla.

Me tomó un par de segundos darme cuenta de lo que estaba hablando.

—Oh...

—Sí, "oh..." —murmuró.

Flatline • jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora