Trece; Solo

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Para cuando llegué arriba la puerta de nuestra habitación se cerró con un fuerte estruendo. Fui directo hacia allí e intenté abrirla, pero estaba cerrada con pestillo.

—Rae, abre la puerta. —Le pedí, intentando sonar lo más calmado posible.

—¡No me llames así! —exclamó.

Bien, se me había olvidado una de las reglas más importantes cuando estaba molesta: No llamarla por el diminutivo que yo mismo le había puesto. Y ya ni siquiera se me pasaría por la mente llamarla con algún apodo cariñoso.

—Rachel, por favor —Moví el pomo de nuevo, pero nada—. Abre, quiero hablar contigo. —Insistí.

—¡Pues yo no quiero!

—¡Joder, Rachel! —Golpeé con fuerza la puerta y apoyé mi frente contra ésta, intentando relajarme— Sabes que no pienso moverme de aquí hasta que me abras, ¿verdad?

La única respuesta que obtuve esta vez fueron sus sollozos amortiguados por la puerta. La opresión en mi pecho era cada vez mayor y sabía que no iba a desaparecer hasta que consiguiese hablar con Rachel y ella se calmase, pero no parecía que eso fuese a suceder.

—No llores, por favor —dije angustiado.

—No te tires a otras y no lo haré —contestó ella dolida.

—Que no nos hemos acostado. —Le repetí.

—¿Quieres dejar de negarlo?

—Rachel, esto es ridículo. Abre la puerta y hablemos de ello.

—Créeme, no necesito saber nada.

Suspiré. Esto era imposible.

—Muy bien... —Apoyé la espalda contra la puerta y me dejé caer hasta el suelo— Sabes que te quiero como a nadie, ¿verdad?

No me contestó.


No sé cuantas horas llevaba allí sentado esperando a que Rachel abriese la puerta y escuchando como ella seguía llorando, mientras yo hacía todo lo posible por tragarme el nudo de mi garganta; pero para cuando finalmente lo hizo ni siquiera me sentía el trasero. Cuando la puerta se abrió me incorporé de golpe, encontrándome con la última imagen que quería ver. Rachel se había cambiado de ropa y en su mano llevaba una pequeña maleta.

—¿Qué haces con eso? —Conseguí articular tras unos segundos en shock.

—¿De verdad hace falta que te lo explique? —Intentó avanzar, pero yo se lo impedí—. Justin, déjame pasar.

—No —Negué con la cabeza—. No puedes dejarme.

—Deberías haber pensado eso antes de follarte a Brooke —escupió.

—¡Que te juro que no nos hemos acostado!

—Justin, déjalo ya. No me chupo el dedo.

—¿Alguna vez te he mentido? —Ella apartó la vista, pero yo agarré su mentón para obligarla a mirarme. Sus ojos estaban rojos y algo hinchados de tanto llorar—. ¿Lo he hecho? —Insistí.

—No lo sé, ya no sé qué pensar.

Sus palabras fueron duras y dolieron, pero me lo merecía. Había sido un completo idiota y ahora estaba pagando las consecuencias.

—Mañana vendré a por el resto de mis cosas —continuó intentando escapar, pero yo la paré de nuevo.

—No, no, no —La agarré por los hombros—. Entiendo que ahora mismo estés cabreada y dolida...

Flatline • jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora