Treinta y siete; Avería

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Nada más llegar al trabajo, y tras dejar las cosas en mi oficina, me dirigí hacia el despacho del señor Miller, para comunicarle mi decisión sobre lo del viaje a Seattle. Antes de la cena Rachel y yo habíamos estado hablando de ello en más profundidad y llegamos a la conclusión de que era una buena oportunidad y quizás yo también pudiese aprender algo de aquella experiencia.

—Hola Rose. —Saludé con una sonrisa a la secretaria de mi jefe.

—Buenos días, Justin —Me dedicó una amplia sonrisa sentada tras aquel escritorio—. Y feliz año nuevo.

—Feliz año nuevo a ti también —Me apoyé contra la mesa—. ¿Está el jefe en su despacho? —Señalé la puerta a sus espaldas.

—Sí —Asintió—. Ha llegado hace un rato.

—Bien, entonces entraré a verle.

Me dirigí hacia la puerta del despacho y llamé a ésta, esperando una respuesta antes de abrirla.

—¡Adelante! —Le escuché decir.

Cuando me adentré en su oficina él estaba concentrado en la gran pantalla de su ordenador mientras tecleaba algo.

—Buenos días. —Le saludé para llamar su atención.

Apartó la vista del ordenador solo un segundo antes de concentrarse de nuevo.

—Buenos días, Bieber. Siéntate por favor, enseguida termino con esto.

Yo asentí y obedecí su orden, sentándome en una de las sillas que había frente a su escritorio.

Tras un par de minutos soltó un suspiro y al fin me miró, dejando a un lado lo que fuese que estaba haciendo.

—Perdona, era algo importante —Se disculpó—. Dime, ¿qué querías?

—Quería hoy una respuesta sobre lo de Seattle. —Le recordé.

—Cierto —Asintió y entrelazó los dedos de sus manos, colocándolas sobre el escritorio—. ¿Qué has decidido? ¿Aceptas?

—Sí, iré a Seattle. —Asentí.

—Estupendo —Una gran sonrisa se abrió paso entre sus labios—. Has tomado la decisión correcta.

—Eso espero. —Sonreí yo también.

—Lo has hecho —reafirmó—. Creo que nos serás de gran ayuda allí.

—Bueno, todos lo seremos. —Me encogí de hombros.

—Por supuesto —Asintió de acuerdo conmigo—, pero tú —Me señaló— tienes talento y creo que puedes aportar mucho a las nuevas incorporaciones.

—Vaya, gracias... —murmuré.

Realmente apreciaba aquellas palabras. Ver que todo el esfuerzo que ponía en cada uno de los proyectos que nos encargaban y el tiempo invertido en ellos tenía sus frutos era realmente gratificante. Y que la gente valorase mi trabajo —más siendo mi jefe— era algo que se agradecía.

—Ni las des, te lo mereces —Sonrió levemente—. A las cuatro y media tendré una reunión con todos los que vayáis a Seattle, para explicároslo todo bien.

—Allí estaré.

—Muy bien y ahora a empezar a trabajar, debes mantener esa buena opinión que tengo de ti. —Alzó una ceja.

—Por supuesto. —Asentí mientras me levantaba.

—Recuerda, cuatro y media.

—No se preocupe —dije antes de dar media vuelta y salir de allí.

Flatline • jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora