Dieciséis; Próximo destino: Metzingen

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—¡Justin! —La voz de Brooke llamándome hizo que alzase la vista de mi móvil.

Sonreí al verla acercándose a mí.

—Hey, ¿qué tal?

—Emocionada —Rió—. ¿Y tú?

—También.

Y nervioso por que lo que tengo planeado salga bien.

—¿Sabes por dónde hay que ir? —Miró a su alrededor.

—Sí, para facturar las maletas hay que ir todo recto. —Señalé en aquella dirección.

—Bien, pues vayamos tirando. Ya sabes que estas cosas son un coñazo. —Rodó los ojos.

—Sí, será lo mejor.

Nos encaminamos hacia la zona de facturación y tras hacer el papeleo necesario al fin pudimos acceder a la zona para ir a la puerta de embarque.

—¿Dónde dices que hacemos escala? —Le pregunté una vez en la cola.

—En Washington, son algo menos de dos horas de vuelo —Me explicó—. Y luego casi ocho horas hasta Bruselas, donde también hacemos escala.

Bufé.

—Creo que en cuanto subamos al avión en Washington me tomaré una de esas pastillas para dormir que me dijiste.

—¿Te da miedo volar? —preguntó curiosa.

—No, es solo que tengo algo de claustrofobia y ya podrás imaginarte que tirarme tantas horas encerrado en un avión no es algo que me entusiasme. —Hice una mueca.

—Oh claro —Asintió comprendiéndolo—. Yo no es que no me gusten, pero me pongo algo nerviosa siempre que viajo y me cuesta un poco dormirme.

—Llegamos allí a las nueve de la mañana, ¿verdad?

—Sí, las tres de la mañana de aquí.

—Creo que el jet lag me va a matar. —Me quejé.

—Anda, te aseguro que con esas pastillas dormirás todo el viaje y no habrá ningún problema. —Sonrió.

—Eso espero porque cuando no duermo bien suelo tener un humor de perros.

—Entonces yo también espero que funcione, que tendré que aguantarte —bromeó.

—Hemos hecho las paces hace poco, a mí tampoco me apetece volver a discutir contigo.

—¿Quién te haría de interprete cuando vayamos a hacer turismo sino?

—Como me abandones me veo perdido en medio de un pueblo del que probablemente ni pueda pronunciar el nombre. —Hice una mueca al imaginármelo y ella rió.

—Quizás deba hacerlo, sería divertido —admitió—. Aunque luego debería ir a buscarte, tengo que traerte de vuelta sano y salvo.

—Oh, ¿ahora eres mi canguro o algo así? —La miré divertido entregándole nuestros billetes a la azafata que había allí.

—No es que sea tu canguro, pero le dije a Rachel que mantendría a las chicas alejadas de ti —bromeó.

Creo que eres tú de la que Rachel me querría mantener apartado.

O de ella misma, dijo una molesta vocecita en mi mente.

—No hagas caso de todo lo que dice Rachel. —Agité la cabeza.

La azafata nos entregó los billetes y nos adentramos por el pasillo que llevaba hasta nuestro avión.

—Sé que solo bromeaba, Justin —Rodó los ojos—. Pero quien sí me preocupa es el jefe.

Flatline • jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora