Cuarenta y cuatro; Oferta

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—Rachel, ¿en serio no me vas a hablar? —Suspiré al entrar en casa, cerrando la puerta tras de mí.

—Justin, ¿en serio le has contado a la doctora algo que expresamente te había pedido que no hicieses? —Se quitó su abrigo, dejándolo colgado en el pequeño armario empotrado que teníamos allí.

—Solo me preocupo por ti —confesé acercándome a ella.

—Lo sé, Justin —Se volvió hacia mí—. Sé que tú no haces nada de esto con mala intención, pero te había pedido que no le dijeses nada. —Frunció el ceño.

—No debería haberlo hecho, pero no lo he podido evitar —admití—. No te voy a decir que lo siento porque no lo hago, solo quería ayudarte.

Ella apartó la mirada durante unos segundos antes de volverse hacia mí de nuevo.

—Pensaré en ello —Asintió finalmente—. Quizás si necesite ayuda.

—Me alegro de que vayas a hacerlo —Sonreí y besé su frente—. ¿Por qué no vas a darte una ducha? Yo mientras tanto iré preparando la cena.

—La puedo preparar yo cuando salga.

—No me has dejado hacer apenas nada en toda esta semana, déjame hacer esto al menos. —Le pedí.

—Está bien —Rodó los ojos—. Tenía pensado hacer algo de carne a la plancha y acompañarla con lo que sobró de la crema de calabacín que hice el otro día.

—De acuerdo —Asentí apartándome un poco de ella—. Iré a prepararlo.

Al entrar a la cocina me encontré con Bailey, pero estaba tan entretenida comiendo que ni se molestó en acercarse a mí. Me dirigí hacia la nevera y de allí saqué una bandeja con algo de lomo y el recipiente que contenía aquella crema.

Empecé preparando la carne y vertí la crema en un cazo para poder calentarla.

Cuando lo tenía ya todo casi listo Rae apareció en la cocina, ya cambiada con su pijama, y se encargó de poner la mesa antes de que los dos nos sentásemos a cenar.

—Entonces, ¿empiezas ya mañana a trabajar?

Yo asentí antes de darle una cucharada a la crema. Estaba muy buena.

—Sí —Lamí mis labios—, en realidad tengo ganas porque trabajar desde aquí es un asco. —Esbocé una mueca.

—Estoy bastante segura de que nuestro sofá es más cómodo que la silla que tienes allí —comentó ella divertida.

—Eso sí, pero no sé... —Me encogí de hombros— Es raro tener que trabajar a distancia, ¿sabes?

—Ya... —Asintió— Pero si te encuentras mal o algo...

—Cielo —La interrumpí rápidamente—, estoy perfectamente.

—Bueno, pero...

—Te preocupas demasiado —Pasé un brazo por encima de sus hombros—. Estoy bien, ¿vale?

Ella me miró durante un par de segundos y asintió finalmente.

—Vale.

Sonreí y me acerqué a ella para dejar un casto beso sobre sus labios.

—Te quiero.

—Y yo a ti. —Sonrió antes de separarse de mí para seguir cenando.

Cuando terminamos fue el turno de Rachel de recoger mientras que yo subía a ducharme y cambiar mi ropa por un cómodo pijama.

Flatline • jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora