El diario secreto de Sara.

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Sara.

Día 59.

Hace más de una semana que el nuevo médico vino a presentarse, creo que su apellido es Luján, o algo parecido. Debo decir que al menos al principio sí que me dió una buena impresión, pero después... todo cambió.

Su solución desde el tercer día fue atiborrarme a somníferos... sí, como lo oís. Me paso el día durmiendo, y cuando consigo despertar e intentar comer algo, el sueño me impide sujetar correctamente el tenedor y a veces hasta tienen que ser las enfermeras o Héctor los que se ocupen de ello.
Hoy por fin me he visto con fuerzas para poder escribir algo.

Hablando de Héctor... debo decir que es la mejor persona que ha pisado mi habitación. A veces lo veo ligando con cualquiera de las enfermeras delante de mis narices como si yo no estuviera, pero incluso eso me gusta. Al menos me entretiene unos minutos al día, no puedo pedir más.

A veces me pone al día de lo que pasa fuera, aunque son tonterías como que está lloviendo, que empieza el otoño, que ayer estuvo de fiesta... y en alguna ocasión me dice que alguna amiga le ha preguntado por mí, la pena es que David, el que creo que ya es mi ex novio, nunca lo hace. Me apena, mucho... estábamos genial juntos antes de todo esto.

Ahora ruego cada día que el nuevo médico se largue como lo hizo el anterior. Al menos el otro lo intentó durante un tiempo, este se ha dado por vencido a las primeras de cambio.

Yo quiero hacerlo, quiero hablar. Pero nunca me salen las palabras, nunca puedo explicar cómo me siento por la pérdida de mi familia, ni quejarme... como si en mi interior no hubiera nada que sacar, nada que decir. Y lo malo es que siento que, cuanto más callo, más duele.

Mientras escribo esto y a pesar de que apenas sean las siete de la tarde, el sueño puede conmigo, me vence sin que pueda esquivarlo... la mano comienza a escribir muy lento y los párpados me pesan una tonelada.

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Hoooola.

Buueno, si os portáis bien... luego publico otro, jajaj

¡Os leo!