Eduardo.
Me doy una ducha antes de salir, siento que huelo a hospital, y claro que no me extrañaría, me paso ahí la mayor parte del día.
Mientras me cambio, no puedo parar de pensar en la incomodidad estando con Héctor y Sara al mismo tiempo. Sí, ya sé que no es muy normal visitar tanto a una paciente y que, por qué negarlo, me guste la compañía de Sara, pero las cosas son así, podría haberme pasado con cualquiera.
— ¿Te vas a casa? — En la puerta del vestuario encuentro a Mónica, ya vestida con ropa de calle.
— Si, creo que ya es hora — Le sonrío, cogiendo lo necesario para salir — ¿Tú también has acabado?
— Por hoy, si — Asiente, nos encaminamos hacia afuera y no puedo evitar fijarme en que varias personas nos miran, después vienen las habladurías... claro — ¿Te parece que tomemos algo rápido antes de volver a casa?
— Eh... — Dudo unos segundos, ya que hablan, que lo hagan con razón, ¿no? Mónica es una buena chica — Si, claro. ¿Al mismo sitio de ayer?
— Tenemos eso y... un par de bares más, aunque están más alejados. Y el pub solo abre los fines de semana. — Me explica.
— Bien, pues vamos a lo seguro — Le sonrío, cruzando la calle para meternos al pequeño restaurante.
Me pido una cerveza, Mónica una Coca Cola. El camarero nos sirve y se aleja.
— Oye, has conocido a los anteriores psiquiatras, ¿no? — Le pregunto.
— A bastantes, llevo aquí un tiempo, ¿por qué quieres saberlo?
— Nada en especial — Me encojo de hombros — Pero... tengo una paciente joven, se llama Sara y lleva aquí más de cuatro meses. Escuché que la habían tratado tres médicos pero ninguno pudo hacer gran cosa para ayudarla.
— Ya sabes, Eduardo — Echa el aire por la nariz y me mira a los ojos — Al igual que en el hospital ya se sabe tu forma de tratar a los pacientes — Sonríe, supongo que eso es bueno — También se sabía la forma de los médicos anteriores.
— Y... ¿se puede saber esa forma? — Pregunto con cautela, no quiero parecer intrigado aunque lo esté, y mucho.
— Bueno... — Bebe un trago de Coca Cola y espero impaciente — Primero fue el doctor Ñíguez, al que más conocí y de los mejores. Se fue apróximadamente un mes después de que Sara ingresara, se sentía impotente según dijeron — Asiento, cada vez más interesado — Tras él, vino el doctor Luján... la verdad es que poco puedo decirte acerca de él, nadie lo conocía demasiado, pasaba desapercibido y fue despedido al saber que ninguno de sus pacientes avanzaba.
— ¿Cuánto tiempo trabajó en el hospital? — No quiero interrumpirla pero no puedo mantener la boca cerrada.
— No estoy segura — Frunce el ceño — Un mes y medio, quizá dos. Pero sus pacientes seguían igual que el primer día que llegó.
— Es bastante tiempo — Confirmo, dándole la razón. — ¿Y cuál fue el último antes de que yo llegara?
— Hasta me cuesta hablar de él, se dijeron muchas, muchísimas cosas de su estancia aquí... y ninguna buena — Abro mucho los ojos, conozco los cotilleos pero... quiero saber más.
— Te escucho — Le digo.
— Bueno, verás... — Se muerde el labio inferior — Se decía que su método era un tanto... violento.
— ¿Violento? ¿A qué te refieres?
— El doctor Calvo prácticamente obligaba a los pacientes a hacer lo que él ordenaba — Pone cara de asco, creo que yo también — Les gritaba, insultaba... menos mal que Héctor hizo algo.
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El diario secreto de Sara.
RomanceEduardo, un médico que a pesar de haber sacado su carrera hace varios años con la mejor nota de su promoción, solo ha pasado de despacho en despacho sin destacar entre los mejores médicos. Hasta que un día y sin esperarlo, le llega una oportunidad q...