(9)

2.6K 218 27
                                    

Eduardo.

Intento averiguar cómo está todo organizado. Mi despacho es mucho más espacioso de lo que esperaba. Una gran mesa ocupa parte de la habitación y las estanterías están repletas de carpetas, cada una reza algo distinto. Hay de años anteriores, meses anteriores... abro y leo alguno por encima, todo está perfectamente detallado, desde el primer día que el paciente llegó hasta el último, con todo los tratamientos que han utilizado, ya hayan fracasado o tenido éxito, está ahí escrito.

Decido coger algunas carpetas, quiero saber los métodos que antes han sido utilizados, pero varios golpes en la puerta me interrumpen. Un chico joven, que quizá tenga tres o cuatro años menos que yo, espera al otro lado.

— Adelante — Digo, sintiéndome realmente extraño en esa mesa y dando órdenes.

— Buenos días — El chico sonríe y se queda parado frente a la mesa — Soy Héctor, disculpa que no me haya presentado antes, pero me acaban de decir que habías llegado ya.

— Hola Héctor, soy Eduardo — Me levanto para estrecharle la mano — Imagino que eres...

— Enfermero — Asiente, amable. Varios mechones castaños le caen sobre la frente. Va vestido con una indumentaria azul a la que le ha dado un toque personal en las mangas, donde pone lo que imagino que son sus iniciales — Más en concreto, el tuyo. Me asignaron hace unos meses al departamento de psiquiatría. — Hace una pausa antes de continuar — ¿Necesitas ayuda? Imagino que estarás algo desconcertado con tanto papeleo, además, puedo enseñarte el hospital y a los pacientes que actualmente estamos tratando.

— Te agradecería que me echaras una mano, es cierto — Rodeo la mesa para ponerme junto a él — Estaba leyendo algunos informes, para saber cómo se hacen aquí las cosas.

— Cada uno tiene su método — Se encoge de hombros — En los meses que estoy en este departamento, han pasado por aquí tres médicos distintos, ninguno era igual que el anterior, pero los tres eran grandes médicos.

— ¿Tres médicos en tan solo unos meses? — Pregunto, interesado — ¿Y a qué se debe tanto cambio?

— No te preocupes por ahora — Mueve la mano, quitándole importancia — Estoy seguro que pronto te sentirás como en casa.

Asiento no muy convencido y miro de nuevo mi despacho, las paredes están demasiado vacías, tendré que pensar en algo para de verdad sentirme a gusto. Aquí pasaré más horas que en cualquier otro sitio.

— Y bien, Eduardo — Héctor interrumpe mis pensamientos, aclarándose la garganta — ¿Vamos a ver dónde se encuentran tus pacientes? — Me ofrece con una sonrisa.

Asiento, señalándole la puerta para que salga primero. Conforme vamos dejando cosas atrás, voy intentando memorizarlas. Caminamos por la segunda planta, los pasillos son idénticos, aunque en esta parte hay gente que va de un lado para otro. Varias enfermeras se cruzan con nosotros sin ni siquiera mirarnos.

— Te acostumbrarás — Me dice como si me hubiera leído el pensamiento — De hecho, tarde o temprano tú también lo harás. Aunque parezca lo contrario, aquí suele haber mucho trabajo por hacer.

No le contesto, lo sigo hasta el final del pasillo, gira a la izquierda para meterse en otro mucho más vacío. Empuja una puerta doble de acero inoxidable, de esas abatibles que hay en todos los hospitales que se queda en movimiento aunque ya hayamos cruzado la mitad del nuevo pasillo.

— Aquí es — Héctor se detiene y señala lo largo del pasillo, con varias puertas a ambos lados— Si no me equivoco...— Murmura pensativo — Ahora mismo hay cuatro pacientes, no, perdón, cinco. ¿Quieres conocerlos o...?

El diario secreto de Sara.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora