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Eduardo.

Una vez obtenida toda la información que creo que voy a poder tener acerca de Sara, lo primero que pienso en hacer es en salir corriendo a buscarla al hospital donde se supone que la han trasladado, pero en el último momento decido ir a su habitación. Algo me dice que ahí puede haber algo que me de una mínima pista más, que me ayude a encontrarla.

La decepción es enorme cuando veo todo vacío. Incluso como si Sarita no hubiera estado aquí nunca. La cama está hecha a la perfección y por lo que puedo comprobar, todo está impoluto. Busco con los ojos, con una desesperación que se apodera de mí todo el rato. Si Sara no está en ese maldito hospital, ¿dónde demonios voy a poder encontrarla?

Me dejo caer en el suelo, apoyando mi espalda en el borde de la cama y echando la cabeza hacia atrás, es entonces cuando me topo con algo duro en mi nuca. Levanto de nuevo la cabeza en segundos y hurgo con las manos deshaciendo la cama. Levanto sábanas y mantas hasta que lo veo y una sonrisa asoma en mi cara, la primera en muchas horas. He encontrado el diario de Sara.

Sé que si hubiera cualquier otra opción, no haría lo que me dispongo a hacer. Abro el diario y paso página tras página sin parar, hasta llegar al final donde intento leer con calma las últimas palabras de Sara.

Leo y releo para intentar entender dónde está, pero no hay ni una mísera pista que pueda llevarme a ella.

¿Por qué no se ha llevado el diario? Desde que su familia tuvo el accidente no se ha separado de él, ¿por qué demonios hacerlo ahora? Nada tiene sentido, pero aún así, decido guardarme el diario bajo la bata de médico y, ahora sí, salir del hospital para ver si puedo encontrarla.

Me despido de Ana guiñándole un ojo. Es curioso pero, si alguien sabe algo acerca de la relación que manteníamos Sara y yo, esa es ella. Y tras lo que le he dicho antes, debe haber atado cabos. Me temo que mañana mismo el hospital esté enterado de toda novedad pero, ¿qué importa eso cuando lo que más deseas es encontrar a la persona a la que quieres?

Conduzco entre silencio y más silencio hasta el hospital, guiándome más por instinto que por otra cosa. No debe tener pérdida, así que tras más o menos una media hora, llego a la ciudad de al lado. Me introduzco por calles, una tras otra... y reconozco que es más grande de lo que pensaba, aunque al final encuentro ante mis ojos en gigante edificio de color blanco con la gran H verde que me indica que he llegado.

Dejo el coche en el primer sitio que veo y llego hasta la puerta principal algo nervioso, quizá vuelva a encontrarme con Sara y es lo que más deseo en este momento, bueno, en cualquiera.

Espero en recepción hasta que acaban de informarse de lo que sea un par de ancianos, y por fin es mi turno.

— Buenas tardes — Saludo al joven de dentro — Quería preguntar sobre una paciente.

— ¿Si? — Me dice sin ni siquiera mirarme.

— Sara Vázquez — Me aclaro la garganta al pronunciar su nombre — Tengo entendido que fue ingresada ayer.

No me contesta, espero varios minutos mientras mira algo en la pantalla del ordenador y mueve el ratón de un lado a otro.

— Así es — Asiente — Pero esta misma mañana le han dado el alta, ya no se encuentra en el hospital.

La boca se me seca y estoy a punto de irme, incluso doy la vuelta para salir pero me arrepiento.

— ¿Sabe dónde ha ido? — Lo sé, es una pregunta estúpida, pero me aferro a lo que sea para encontrar a Sara, ahora más que nunca.

— No... — Entorna los ojos examinándome, hasta parece que se apiada de mí — Pero... se marchó con lo que parecía su familia; una chica cerca de su edad, el padre, la madre...

Le doy las gracias con una sonrisa falsa. Ha intentado ayudarme, pero eso es todo lo que ha podido hacer. Está claro que Sara no se ha ido con su familia, debe ser gente conocida... quizá sus tíos, no lo sé. Cuando salgo de nuevo a la calle, me dejo caer en los anchos escalones que encuentro en la misma puerta principal.

Ahora sí que de verdad siento que me he quedado sin ninguna opción, que removería cielo y tierra solo para encontrar a Sara, pero no sé por dónde podría empezar a buscar.

Si le han dado el alta, ya no está en ningún hospital, eso es lo poco que tengo claro. Pero, ¿me ha dicho alguna vez dónde viven sus tíos? No, seguro que lo recordaría.
Lo único que mencionó es donde antes vivía y pienso que quizá pueda probar e ir... aunque no encuentre nada, merecerá la pena.

Me encamino hacia ahí sin importarme que debería estar en el hospital, en el trabajo de mis sueños. Y reconozco que lo sigue siendo, pero el encontrar a la persona perfecta para mí ha cambiado ciertos aspectos en mi vida. Parecía que tenía la felicidad cogida con las manos cuando llegué aquí, pero con Sara la felicidad directamente me golpeaba por las mañanas y me acompañaba durante todo el día. Y a eso no puede vencerle nada.

Me paso todo el día en la carretera, recorro las ciudades y pueblos cercanos  a la velocidad mínima por si por un nuevo capricho de destino pudiera encontrarme con Sara, pero no hay suerte, así que decido llegar a su antiguo hogar, donde ella vivía antes.

Está claro que no tengo ni la menor idea de cual era su casa, así que decido preguntar a la primera persona que veo, un señor que se encuentra sentado en un banco de piedra, apoyando ambas manos en su bastón de madera y mirando a ningún sitio.

Me bajo del coche y me acerco a él a paso decidido, me aclaro la garganta cuando dirije sus ojos a mí.

— Perdone... mi nombre es Eduardo — Le tiendo la mano pero la mira con desconfianza, así que la retiro.

— No quiero comprar nada — Suelta con desagrado.

— Oh, ni yo quiero venderle nada — Se me escapa una sonrisa — Solo busco a una chica, se llama Sara Vázquez y tengo entendido que vivía aquí con su familia. Ellos tuvieron un accidente y...

— Ya sé de quién me habla — Me interrumpe, pero después se queda callado.

— ¿Y... sabe dónde puedo encontrarla ahora? — Me puede la impaciencia.

— Esa casa está vacía desde hace mucho tiempo — Contesta — Ya no vive ahí.

— Pero, ¿está aquí? — Insisto — Tal vez con algún familiar. Cualquier cosa puede ayudarme.

— Quizá... — Mira para otro lado frunciendo el ceño — Si... quizá pueda saber donde está.

El diario secreto de Sara.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora