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Eduardo.

Ya visitados todos los pacientes, me dirijo a mi despacho para anotar cada cambio que he visto hoy: la recaída de Alfonso, el gran avance de Encarna y el poco de Concepción, a Paco tengo que encontrarlo despierto para poder evaluarlo, supongo que esta tarde encontraré un hueco. Y... sobre Sara, ¿qué decir? Poner que es sorprendente lo que está haciendo, es poco. No sé si es demasiado pronto, pero me siento realmente ilusionado por sus constantes avances.
Apenas llevo aquí una semana y estoy ganándome su confianza.

Es muy pasada la hora de comer cuando bajo a la cafetería, a media tarde es cuando más tranquilo está todo y cuando puedo pensar con claridad.

— Apuesto a que esta mañana no te has tomado ni un mísero café — Una voz femenina, la de Mónica, suena a mi espalda, me giro para mirarla por encima del hombro y le sonrío.

— Buenas tardes — Es lo primero que le digo — Y no te equivocas, ahora mismo me disponía a comer algo, ¿quieres acompañarme? — Le pregunto por cortesía, ya que parece que así lo espera.

— He comido en casa pero... — Se mira el reloj un segundo — Mi turno no empieza hasta dentro de veinte minutos, supongo que sí puedo hacerte compañía.

Asiento con una media sonrisa mientras se sienta a mi lado, me disculpo para ir a por un sándwich y una botella de agua y pronto estoy con ella de nuevo.

— ¿Cómo te va? — Le pregunto sin saber muy bien qué decir.

— Descansar un Lunes por la mañana está bastante bien — Responde con una media sonrisa — ¿Cómo te ha ido a ti?

— Ya sabes, sin parar de un lado a otro... — Mastico mi sándwich distraído, no estoy en la cafetería con Mónica, en realidad no sé muy bien dónde me encuentro.

Termino de comer en silencio, vamos juntos hasta el vestuario, donde la dejo para que se cambie, y me dirijo de nuevo a mi despacho. Por el camino me encuentro a Héctor, tan enérgico como siempre.

— No me has avisado para comer — Me reprende, aunque de broma.

— Apenas he tardado diez minutos en hacerlo — Me acompaña a mi despacho, supongo que ahora no tiene trabajo — ¿Has visto hoy a Sara?

— Esta mañana — Arruga la nariz — Sé que me dijiste que había tenido un cambio pero... yo siento decirte que no veo ningún tipo de avance.

— ¿Hablas en serio? — Lo miro, incrédulo, claro que habla en serio, y entonces caigo en la cuenta, ¿es posible que Sara solo esté hablando conmigo?

— Por supuesto — Sonríe — Hoy le he contado todo lo que se me ha ocurrido, debo tenerla aburrida. Ella no ha dicho ni una sola palabra, ni me ha mirado... nada, Eduardo, nada.

Me mantengo en silencio. Pienso que, si le cuento a Héctor todo lo que me ha pasado con Sara, solo la presionará para que hable, y eso no puede ser bueno. Sara ya ha hablado conmigo, solo es cuestión de tiempo que lo haga con más gente.

Por la tarde visito a Paco, una de las enfemeras me explica que han tenido que dormirlo debido a su obsesión porque alguien lo observaba. Trago saliva antes de entrar a la habitación, creo que es de los pacientes más difíciles por el momento.

— Hola, Paco — Le sonrío, cerrando la puerta, está completamente a oscuras — ¿Quieres que abra la ventana? El tiempo comienza a ser cada vez más bueno.

— Si la abres, podrá verme — Susurra, con las mandíbulas apretadas.

— ¿Sabes en qué piso estamos? — A paso lento me acerco a dicha ventana. No espero que me conteste — En el tercero. Estamos a muchos metros del suelo, nadie puede vernos aquí, te lo aseguro.

El diario secreto de Sara.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora