Eduardo.
He vuelto a salir con Mónica.
Anoche cenamos, fue como... una especie de cita, y ya son tres. El beso de despedida se alargó más de lo necesario y ahora me siento mal.
¿No debería ser todo lo contrario? Quiero decir... Mónica es una chica agradable, simpática, guapísima y, sin embargo, no puedo dejar de pensar en Sara cada vez que estoy con ella.Lo que me dijo fue... extraño. Quise tomar su comentario con respecto a nuestra relación médico y paciente, pero sus ojos dicen mucho más que sus palabras. Soy consciente de su sensibilidad, de que quiere ver a sus familiares, amigas y a su... novio, si a él también. Entonces, ¿por qué demonios tengo que confundir las cosas?
Tengo clara la respuesta y es que, estoy siendo tan cercano a ella que es inevitable. Es guapísima y cada vez que estamos el uno junto al otro siento que valgo la pena, Sara me hace creer en ello sin saberlo. Pero... yo estoy conociendo a Mónica, es una chica casi de mi edad con la que todo puede ser posible.
Miguel me ha hecho llamar esta misma tarde a su despacho, supongo que tiene que ver con lo que le pedí ayer acerca de Sara.
— Miguel, ¿me buscabas? — Pregunto, asomando la cabeza por la puerta de su despacho.
— Si, claro — Responde, haciendo gestos con la mano — Entra, vamos.
Me siento y espero. Lee algo y después me entrega unos papeles, que reviso por encima, son apuntes sobre Sara, sobre su estancia aquí antes de que yo llegara.
— He recopilado todo lo posible — Anuncia con una sonrisa — Espero que te sea de ayuda.
— Vaya... gracias — Digo sin poder creérmelo — Por supuesto que me servirá — Me levanto para ir a mi despacho cuanto antes y leer todo eso enseguida.
— Espera un momento — Miro por encima del hombro para ver qué más quiere — Acerca de las visitas de Sara, he permitido el acceso de todo aquel que sea mayor de edad, por lo que, si sus amigas quieren verla, pueden hacerlo.
— ¿Si? — Abro muchos los ojos, pegaría saltos de alegría si no estuviera donde estoy — Muchas gracias Miguel, en serio. Esto va a ayudar a Sara, estoy seguro.
— Te lo has ganado — Se encoge de hombros — He escuchado que una de tus pacientes está prácticamente curada de su depresión y, que otros dos avanzan a pasos agigantados.
— Si, es cierto — Asiento, sintiéndome orgulloso — Pero no es mío todo el mérito, ellos me han ayudado en todo.
— No seas tan humilde — Sacude sus manos — Y ve a darle la buena noticia a Sara, quizá así hable de una vez.
Asiento y me alejo con una sonrisa de oreja a oreja en la cara. Ya no por Sara, que también, si no por ser reconocido al fin, por saber qué es lo que se siente cuando valoran tu trabajo.
Sara ya habla conmigo, y bastante, tengo que ir consiguiendo que, aunque sea poco a poco, lo haga con todo el mundo.— Buenas tardes, Sara — Saludo al entrar, acaba de comer y se apresura a retirar su bandeja.
— Hola, Eduardo — Dice, tímida y removiéndose en su cama.
— Tengo una buena noticia que darte — Sonrío como si fuera yo mismo el que va a recibir dicha noticia y cojo ambas manos suyas con las mías, ignorando el golpe casi familiar que me produce su suave contacto — Van a poder venir tus amigas, bueno, al menos las que ya sean mayores de edad.
— No me lo puedo creer — Abre mucho sus enormes y preciosos ojos verdes — ¡Gracias, Eduardo, gracias! — Rebota en la cama una y otra vez hasta que, sin esperarlo, rodea mi cuello con sus brazos.
Me quedo paralizado un instante antes de acogerla, rodeando su espalda. Su melena oscura me cubre la espalda y puedo sentir lo bien que huele... pero no, esto no está bien. Me separo lentamente para que no resulte extraño lo que acaba de pasar, que nos hayamos abrazado.
— Lo siento — Susurra — Ha sido la efusividad del momento.
— Tranquila — Suspiro, intentando recomponerme — Pero tras esto, necesito que hagas algo por mí.
— ¿Yo algo por ti? — Frunce el ceño, sin saber a qué me refiero.
— Claro que si — Asiento — Ahora soy yo el que necesito que me ayudes a sacarte de aquí. Y para eso tienes que contarme todo lo que te sucedió, a ti y a tu... familia.
— Ya te dije que no podía — Me da la espalda y se cruza de brazos — No insistas.
— Es mi trabajo — Intento ser comprensivo, rodeándola y sentándome en la cama, frente a ella — Solo quiero que salgas de aquí y cumplas todos los sueños que tienes; como ir a la Universidad o continuar con tu vida al lado de tus amigas y de tu novio. — Trago saliva al decir lo último.
— Fue un grave accidente de coche, ¿está bien? Ellos murieron y yo no. Eso es todo. — Dice de un tirón.
— Tú no tuviste la culpa si es lo que piensas.
— No digo que tengo la culpa — Arruga la nariz — Pero podría haber sido yo en vez de mi hermano, solo tenía nueve años y no pude ayudarlo. Murió a mi lado, lo escuché morir.
Tengo que cerrar los ojos con fuerza y morderme el labio inferior. Siento mucho dolor en el pecho, no imagino cómo debe sentirme ella.
— No pudiste hacer nada — Saco la voz como puedo — El coche dió varias vueltas y quedásteis atrapados.
— Solo pienso que quizá debí ser yo — Veo como dos lágrimas recorren sus mejillas. Intento enseguida enjuagarlas con mis dedos — He vivido más cosas de las que jamás va a poder vivir él. No va a ir al instituto, no va a conocer a ninguna chica...
— ¿Sabes lo que yo haría si estuviera en tu lugar? — No puedo dejar de mirar el precioso color que ahora desprenden sus ojos — Viviría al máximo, por él y por mí. Para que, si está viéndote desde algún lugar, estuviera orgulloso de la hermana que tiene.
— Es... complicado — Dice entre lágrimas que sigo quitándole con el dedo pulgar. Deja apoyar su frente en mi hombro e instintivamente acaricio su cabeza con suavidad.
— Sé lo complicado que debe ser, pero si vieras lo mismo que ven mis ojos, comprenderías la fuerza que tienes, lo luchadora que eres — Hablo contra su pelo, donde tengo apoyados mis labios. — ¿Recuerdas lo que me dijiste ayer?¿Que por mí lucharías por seguir adelante? Pues yo tengo que darte las gracias a ti, porque desde que apareciste en mi vida todo es mejor.
— Eso es imposible — Creo que sonríe, aunque no la veo — Una chica que está medio loca y muda no puede ayudar a nadie.
— Entonces... tú debes ser muy especial, porque lo estás haciendo cada día — Vuelve a mirarme, sus ojos examinan toda mi cara con detenimiento y los míos hacen lo mismo. Me fijo en sus labios carnosos y sus mejillas sonrosadas.
Ahora sí, sonríe y se aparta. Yo también lo hago, sintiendo que hemos traspasado una pequeña línea, ¿o no? Solo la estoy consolando pero entonces, ¿por qué me siento como si flotara? ¿por qué me fijo en sus labios? Me levanto y me aliso la bata de médico, creo que solo por hacer algo con las manos.
— Es hora de que me vaya — Le digo — Te dejo que escribas tranquilamente, mañana te veo.
— Buenas noches Eduardo — Susurra ella, recostándose en la cama y sacando su diario.
La miro un par de veces antes de salir completamente de la habitación. Una vez hecho, apoyo mi espalda en su puerta y meto ambos manos entre mi pelo.
No tengo ni idea de lo que me está pasando con Sara.
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¡¡Hooola!!
Buuueno, ya estamos entre los primeros 300 del ranking, ¡¡muchas gracias a todos y todas!!
Espero que os guste, ¡os leo!
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El diario secreto de Sara.
RomanceEduardo, un médico que a pesar de haber sacado su carrera hace varios años con la mejor nota de su promoción, solo ha pasado de despacho en despacho sin destacar entre los mejores médicos. Hasta que un día y sin esperarlo, le llega una oportunidad q...