Eduardo.
Es simplemente... mágico.
Daría lo que fuera para que este momento no terminara jamás, creo que nunca me ha gustado tanto besar a nadie como ahora a Sara.Cuando nos separamos y puedo ver como una pequeña y encantadora sonrisa aparece en su cara y como se ruboriza ligeramente, solo tengo ganas de abrazarla y no soltarla.
— Muchas veces te quedas así, parado sin más — Susurra — ¿En qué estás pensando esta vez?
— En nosotros, hace mucho tiempo que no te saco de mi cabeza — Cojo su mano para llevarla hasta la mesa improvisada — Cenemos.
Asiente y me sigue. He cogido unas cuantas cosas variadas de la cafetería, un par de botellas de agua y dos trozos de tarta de chocolate.
— Está todo muy bueno, nada que ver con mi menú — Me dice divertida — Puré de patatas con pescado o sopa de fideos, no hay mucho más.
— Un día tienes que probar la comida de Marisa — Cierro los ojos pensando en cómo cocina esa mujer — Eso sí que te encantaría.
— Confío en poder hacerlo — Se muerde el labio inferior mientras coge un trozo de tarta — ¿Cómo se te ha ocurrido hacer todo esto?
— No lo sé — Me encojo de hombros — Nunca antes había pensado en estos detalles para agradar a alguien, pero en cambio contigo todo es diferente.
— ¿Has tenido muchas... novias antes? — Pregunta con cautela y mirándome con los ojos muy abiertos.
— Alguna que otra, pero ninguna relación ha ido demasiado en serio — Pienso — Supongo que me centro mucho en el trabajo. ¿Y tú, aparte de David?
— David ha sido hasta ahora el primero y el único... y bueno, ahora... ahora tú — Siento que le incomoda hablar de esos temas así que enseguida intento cambiar el tema.
— ¿Dónde vivías antes? — Pregunto — Es raro que hayas acabado aquí ingresada.
— No es tan raro — Arruga la nariz — Nos mudamos hace un par de años desde la ciudad al pueblo de al lado, cuando a papá lo trasladaron en el trabajo. A mi hermano y a mí nos recogía cada mañana un autobús que hacía la ruta por todos los pueblos de alrededor y nos llevaba al instituto, que está por el lado contrario. — Señala hacia el este, donde hasta ahora no he ido.
— Entonces, ¿vivías en el pueblo más cercano al hospital? — Asiente. He ido ahí alguna vez para llevar a Mónica a su casa, pero eso decido no mencionarlo.
— Supongo que cuando salga de aquí tendré que irme con mis tíos — Dice, con una mueca de desagrado.
No quiero sacar el tema de sus padres, pero creo que hablar de ello y seguir abriéndose le hará bien.
— ¿Y tu casa? — Pregunto ahora — Quiero decir, ahora es tuya, puedes vivir ahí.
— No soy mayor de edad, ¿recuerdas? — Sonríe, cruzándose de piernas.
Me levanto de la pequeña almohada donde estaba para sentarme junto a ella.
— Pronto lo serás, hasta entonces quizá te puedes venir a casa, con Marisa y conmigo — Me encojo de hombros.
— ¿Te das cuenta? — Arruga la nariz y alarga una mano para comenzar a tocar mechones de mi pelo que andan sueltos — Dices algo como eso y te quedas como si nada. Sí que vas a estar loco.
— Eres tú la que me hace perder la cabeza, pequeña Sarita — Beso su mano repetidas veces — ¿Dónde quieres que sea nuestra próxima cita?
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El diario secreto de Sara.
RomanceEduardo, un médico que a pesar de haber sacado su carrera hace varios años con la mejor nota de su promoción, solo ha pasado de despacho en despacho sin destacar entre los mejores médicos. Hasta que un día y sin esperarlo, le llega una oportunidad q...