(11)

2.5K 191 29
                                    

Eduardo.

Quiero ayudarla.

Es lo primero que me viene a la cabeza, que tengo que ayudar a esa chica.

— Tengo que verla — Le suelto a Héctor de golpe — ¿Te das cuenta de que esa chica lleva demasiado tiempo enferma?

— Eres el médico — Me dice, encogiéndose de hombros — Puedes hacer lo que quieras, Eduardo, pero, ¿puedo darte un consejo?

Asiento, aunque mis pensamientos están en un sitio que desconozco.

— Hazlo con cuidado, trátala con tacto — Susurra.

— Está bien.

Héctor se va, dejándome de nuevo sumido en mis pensamientos. Con lo que acaba de decirme el enfermero, acabo de darme cuenta de que nunca he tratado con pacientes y ahora tengo que enfrentarme a ellos, a sus problemas. Y no solo eso, tengo que actuar de una manera distinta con cada uno. Lo he visto antes, como otros médicos tratan con este tipo de pacientes, la forma en la que les hablan, les tocan... me emocionaba observar todo eso y ahora me doy cuenta de que tengo el papel de protagonista.

Tengo cinco pacientes y ninguno idéntico al otro. Tengo que enfrentarme a ellos cuanto antes, saber qué debo hacer con cada uno.

Con el zumo a medio beber y el sándwich casi entero, me levanto de la mesa y vuelvo a la segunda planta, a mi despacho. Ahí me paso horas estudiándome todos los casos a conciencia, quiero asegurarme de saberlo todo antes de ir a verlos. Quizá esté retrasando el momento, pero quiero hacer las cosas bien desde un principio.

— ¿Es que quieres hacer horas extra ya en tu primer día? — En la puerta entreabierta veo a Miguel, el director, con una sonrisa

— Ni siquiera me había dado cuenta de la hora que es — Me sincero, observando por la ventana que incluso está anocheciendo.

— Vete a casa y descansa — Dice — Si te tomas este trabajo como obligación y no como devoción, nunca disfrutarás haciéndolo.

— Tienes razón — Asiento, levantándome y quitándome la bata para colgarla en la percha — Nos vemos mañana entonces, Miguel.

Se despide con una última sonrisa, lo sigo hacia fuera pero tomamos caminos distintos. Yo voy camino de la salida y él parece que vuelve a su despacho, parece que los consejos no sirven para sí mismo...

Me despido de las recepcionistas, no recuerdo muy bien sus nombres, después del día de hoy el único nombre que retumba en mi cabeza es el de Sara. Sara Vázquez. La chica que lleva ingresada casi medio año sin ningún tipo de mejora.

Cojo el coche para volver a casa, creo que de momento este es el único impedimento en el nuevo trabajo, tener que conducir tras largas horas de cansancio. Quizá más adelante pueda buscar casa más cerca, aunque también creo que donde ahora vivo es el sitio ideal para despejarme.

Esa misma noche en casa decido mandarle a Marisa la dirección, estoy seguro de que se sentirá bien, en tan solo tres días que llevo aquí me he dado cuenta de que este sitio es capaz de sacar lo mejor de uno mismo.

Justo cuando voy a hacerme algo para cenar, suena mi teléfono, en la pantalla veo que quien me llama es Alicia.

— ¿Si? — Descuelgo confuso. No sé a qué viene su llamada.

— Hola Eduardo — Parece de buen humor — ¿Cómo te va en tu nuevo hogar?

— Hola Alicia — En el fondo me alegra volver a escucharla, la despedida fue un tanto amarga — Este sitio es muy distinto, es... bastante especial.

— El hospital sin ti no es lo mismo, ¿sabes? — Susurra — Echo de menos ir a tu despacho y verte.

No sé qué responder a algo como eso, así que me mantengo en silencio, escuchando su respiración.

— ¿No dices nada? — Pregunta impacientándose.

— No sé, Ali... quizá algún día podamos hablar o vernos — Otro de mis momentos en que mi boca pronuncia palabras que mi mente no procesa.

— ¿De verdad? — Su voz ahora suena entusiasmada — Este fin de semana puedo cambiar algunos turnos e ir allí para que podamos pasar un par de días juntos.

— Lo hablamos, Ali — Digo, no es momento de tomar decisiones, no llevando aquí tan poco tiempo — Ahora tengo que dejarte, tengo la cena en el fuego y no quiero que se me queme.

— ¿Tú cocinando? — Ríe — No te he visto nunca hacerlo.

— No se me da demasiado bien, pero lo intento — Sonrío ahora también — Espero que Marisa llegue pronto o cualquier día de estos provocaré un incendio.

— ¿Marisa? — Cambia de pronto su humor, ahora parece irritada — No me digas que va a estar allí contigo.

— ¿Hay algún problema con eso? — Suspiro por el auricular, era demasiado bueno para ser cierto.

— Tú verás lo que haces, Eduardo — Habla muy rápido — Como siempre, claro.

Y cuelga. Pensaba que no volvería a hacerlo ya que, supuestamente, no estamos juntos, pero sí, hay cosas que nunca cambian y manías que jamás desaparecen. Alicia y colgar el teléfono van de la mano.

¿Quiero de verdad volver a esto? ¿A las discusiones, pataletas y a que me deje con la palabra en la boca? La verdad es que nunca he tenido relaciones serias, pero quizá todas sean así...

•••

Me dispongo a dormir tras leer un rato un libro que me compré hace tiempo sobre psiquiatría. Este va en la forma de cómo tratar según a qué pacientes, pero cuando los ojos se me cierran y me doy cuenta de que he leído la misma frase varias veces, cierro el libro y apago la luz.

Esa noche sueño, un sueño nítido que hasta parece real.

Hay una habitación completamente blanca, con una cama, también blanca. Nada más, todo a su alrededor es vacío. Todo está en silencio.

Pero me fijo mejor, en una de las esquinas hay alguien, veo una silueta oscura desde la puerta y dudo si acercarme o no.
Miro mis manos, que tiemblan descontroladas y sudan. Mis pies no avanzan, siguen en el mismo sitio.
Quiero ir hacia allí, averiguar quién o qué es eso que hay.
Lo hago, por fin, y mientras me acerco todo comienza a oscurecer, la cama ahora es de color negro, las paredes y el suelo se tiñen de un gris oscuro hasta alcanzar el mismo negro.

— ¿Sara, eres Sara? — Una voz que parece la mía resuena con eco. Acompañando a mis palabras sale vaho y es cuando me doy cuenta del frío que hace.

Tirito sin darme cuenta pero no me detengo, tan solo me faltan unos pasos. Mientras los recorro, pregunto lo mismo una y otra vez.

— ¿Sara? ¿Eres tú?

Alargo una mano y la acerco a ella, quiero detenerme pero no puedo, ya no hay marcha atrás. Rozo su hombro, lo toco, y dejo la palma de la mano sobre él, no hay respuesta.

Pero me doy cuenta de algo, Sara, o quien quiera que sea, comienza a girar la cabeza lentamente, va a hacerlo, va a mirarme.

Espero impaciente, el sonido de mi corazón es lo único que parece escucharse mientras ella sigue girando su cara... y de pronto lo que ocurre es la peor sensación con la que he podido encontrarme en la vida.

Un grito desgarrador suena por encima de todo, tengo que soltar su hombro para taparme ambas orejas. La oscuridad parece absorberme por segundos, noto mi cuerpo cada vez más pesado...

Es entonces cuando me despierto.

___________

¡¡Y aquí el segundo!!

Pronto llegará el gran momento... 

El diario secreto de Sara.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora