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Sara.  

Día 96.

Esto es un infierno, un maldito infierno.
El nuevo psiquiatra creo que se equivocó de oficio, y bueno... hasta parece que se equivocó de personalidad.
Él es el que debería estar en esta cama y no yo, ni los compañeros de planta a los que oigo de vez en cuando.
Odio al Doctor Calvo.

Está loco, completamente loco. Y de verdad, no es que yo lo piense. Veo cómo las enfermeras murmuran sobre el tema, hasta me he fijado en que, cada vez que le toca visitarme, Héctor viene con él por si le da alguno de sus arrebatos, que son muy comunes.

No me da medicación, ni me intenta dormir... ojalá lo hiciera. Solo grita, pega golpes y vuelve a vociferar sin parar. Cuando viene, tiemblo... y no es de mentira. Mis piernas comienzan a sufrir pequeños espasmos y las palmas de mis manos sudan al saber la sesión que me espera. Tengo miedo de él.

El peor día ha sido el de hoy. Tras comer, he decidido ponerme a escribir con música, solo para relajarme un poco... pero cuando estaba a punto de abrir mi diario, la puerta se ha abierto con un ruido espantoso. Después, los cerca de cien kilos que puede llegar a pesar ese médico, han entrado. Ha cerrado de un portazo y venía solo.

Yo buscaba con los ojos a Héctor, pero no aparecía por ningún lado. Creo que él también sabía que lo buscaba, y me ha mostrado la sonrisa más siniestra que he visto en toda mi vida. ¿Acaso se alegra de que le tema? Si, por supuesto que si.

No se sienta en la silla que se encuentra a un lado de mi cama, directamente se pone él tan pegado a mí, que puedo notar el olor asqueroso de su aliento. Espera unos segundos antes de empezar a preguntar, pero en cuanto abre la boca, yo cierro los ojos con fuerza para ver si consigo dormir y despertar cuando él ya se haya ido. Nunca es así.

No espera, cuando ve que no le contesto, acerca su cara a la mía a tan solo unos milímetros. Pregunta de nuevo, pero esta vez su tono sube desmesuradamente, hasta me escupe al hablar, pero me mantengo en mi posición, sin moverme.

Después me ha agarrado el brazo, no es la primera vez que lo hace. Aprieta los dedos y me hace daño, pero no me quejo, no quiero darle esa satisfacción.

Grita sin parar, me sacude... durante diez, quince y hasta veinte minutos, pero no logra nada, nunca lo hace... y por fin logro ver cómo sale por la puerta mientras varias lágrimas recorren mi mejilla.

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¡¡Aquí el capítulo de hoy, si me da tiempo subo otro!!

¡¡Gracias por leer, ya estamos en el ranking de las 1000 primeras!!

¡Os leo!

El diario secreto de Sara.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora