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Eduardo.

Doy gracias cada día porque al llegar a casa pueda tener ahí a alguien como Marisa.
Ya no es que cuide de mi hogar y, por qué no decir, también de mí, si no por lo sabia que puede ser sin darse cuenta, por esos consejos de segunda madre que me da, por todo.

— ¿Crees que a Sara le gustará? — Le pregunto nervioso. Hemos repasado lo que haré desde esta misma noche a las doce: el cumpleaños de Sara.

— ¿Cómo no iba a gustarle? — Sonríe sin dejar de mirarme mientras camino de un lado a otro — Cada cosa que has pensado lo has hecho con el corazón. Todo saldra bien, puedes estar tranquilo.

Pero no, claro que no puedo estar tranquilo. Parezco un adolescente nervioso en su primera cita, o peor, en ese beso que nunca ha dado.
Y lo cierto es que nunca he hecho algo como esto... no tengo ni idea de cómo puede salir.

Llevo toda esta semana planeando todo, paso por paso. Lo que más temo es que a veces los planes no salen bien, por lo que ojalá este no sea el caso.

— Te veo en el hospital — Le digo cuando ya estoy preparado — Ya sabes dónde nos encontraremos.

***

El día pasa sin incidencias, o bueno, se puede decir que con solo una: que no he visitado a Sara.
Quiero crearle incertidumbre, que no se imagine nada, ni siquiera que sé que es su cumpleaños.

Cuando por fin son las ocho y media y todo comienza a despejarse, empiezo por el primer paso, o mejor dicho, una primera nota que le llevará a todo lo demás.

Comienzo a escribirla pensando bien en las palabras que voy poniendo.

Buenas noches, Sarita.
Siento no haber podido verte en todo el día, estoy más que saturado de trabajo pero, ¿qué te parece dónde siempre y a la misma hora?
Te espero.

Pd: siempre estás preciosa, pero me gustaría que hoy te pusieras todavía más guapa si es posible.

Dado que esta nota tengo que dársela, aunque no directamente, a la enfermera a la que le toque llevar la cena a Sara, no pongo ningún detalle raro. Además, doblo la hoja para que le sea imposible poder leer ni lo más mínimo.

En realidad, no quiero que venga a la azotea, esa no es la idea, al menos no la de ahora mismo.

Espero en mi despacho impaciente hasta que por fin asoma alguien, justo lo que esperaba. Una enfermera con dos bandejas: una de Sara, otra de Antonio.

— Perdona un segundo — Llamo su atención saliendo de mi despacho, enseguida se gira — ¿Cuál es la cena de Sara Vázquez?

— La de arriba — Señala con la barbilla, ya que tiene ambas manos ocupadas — ¿Hay algún problema?

— Solo quería revisarla, hace unos días tuvo una indigestión — Suelto lo primero que me viene a la cabeza — ¿Me dejas? — Asiente, me hago con la bandeja y me las apaño para dejar caer la nota justo antes de volver a poner la tapa — Todo bien, muchas gracias.

— De nada — Dice, bajando la cabeza y siguiendo su camino.

Primero lleva la de Antonio, después a Sara, vuelve a montar en el ascensor y baja. Lo llamo enseguida desde la segunda planta, tengo que hacerlo rápido.

No tarda mucho en llegar ya que el hospital parece fantasma, ahí debo colocar la segunda nota:

Recuerdo que me dijiste que no podría convertir la azotea en un monte, y... créeme que podría, por ti alcanzaría la luna si me lo pidieras, pero esta vez prefiero hacer algo más que llevarte a la azotea.
Reúnete conmigo en la cafetería, en la primera mesa de la derecha.
Te espero.

Pd: Y tranquila, solo hay dos ó tres enfermeras y algunos auxiliares sirviendo cenas por las habitaciones.
El paso está despejado, lo he comprobado.

La pego en la puerta del ascensor para asegurarme que va a verla, si mis cálculos no me fallan, en menos de media hora estará ahí y es raro que nadie más tome el ascensor.
Al menos eso deseo... y tengo la esperanza de que planes hechos de esta manera tienen que salir a la perfección.

Una vez en la cafetería, saludo a Ana de pasada, tan rápido como siempre y para que no intente darme conversación.
Me dirijo a la mesa a la que Sara vendrá después, y meto la tercera nota bajo el servilletero.

Hola de nuevo, Sarita.
Créeme que no quiero volverte loca, pero imagino tu sonrisa encontrando estas notas y no puedo evitar descomponerme de ilusión.
Como ya sabrás, no podía esperarte en un sitio tan soso como la cafetería, tú siempre te mereces de lo bueno, lo mejor.
Ahora quiero pedirte que te dirijas al aparcamiento, alguien te estará esperando y enseguida sabrás quién.

Pd: no veo la hora de que te encuentres conmigo.

Bien, todo está bien de momento y mejor estará si alguien que no sea Sara va encontrando estas notas.
De la única que siento miedo es de Ana, no me ha quitado la vista de encima en ningún momento.
Menos mal que, aparte de tener un chófer personal, también tengo vigilancia. Marisa está en el aparcamiento junto a mi coche y si surge cualquier cosa me enteraré enseguida.

Camino hacia afuera, ya vestido con ropa de calle. Ahí me encuentro con mi querida Marisa.

— ¿Va todo como es debido? — Me pregunta.

— Va perfectamente — Le sonrío, guiñándole un ojo. — Voy al sitio donde me encontraré con Sara, confío en ti y sé que sabrás qué hacer.

— Puedes estar tranquilo.

Me despido y me alejo, el camino no es largo pero tengo que llegar bastante antes que Sara para ultimar cada detalle.

Por fin llego al sendero estrecho que lleva al pequeño monte. No es gran cosa, pero pienso que a Sara le puede gustar. Cuando lo encontré hace un par de días, me pareció precioso... y espero que con un par de toques más, se convierta en mágico.

En el principio de dicho sendero dejo la siguiente nota y, para que no pase desapercibida, la dejo atada a una rosa de color rojo.

¡Bienvenida de nuevo a la libertad!
Bueno, no sé si esto era lo que esperabas, al menos me gustaría que te sintieras feliz, y que al menos una pequeña parte de esa felicidad me perteneciera.
Si quieres verme, solo sigue este sendero.

Pd: prometo que cada vez queda menos.

Y es cierto, apenas quedan unos cuántos metros para llegar al pequeño claro. Encontré este sitio por casualidad, buscaba algo, pero en cuanto pisé esto, supe que no tenía que seguir buscando más, lo había encontrado.

Hay un pequeño espacio solo cubierto por suave hierba, rodeado por bastantes árboles y muy cerca de un pequeño claro, con un color azul que parece que han puesto el mismísimo cielo aquí abajo. Pienso que no puede haber lugar mejor.

Extiendo una manta de color crema, y, en vez de velas, ya que sin querer podemos provocar un incendio, sustituyo todo el alrededor de la manta con nuevas rosas rojas.

Tras conectar el altavoz a mi teléfono móvil, donde he grabado canciones de todo tipo y las que creo que pueden gustarle a Sara, reviso todo para darme cuenta de que ya está, de que solo falta ella para que sea perfecto.

______________

¡¡Hooola!!

Aquí un nuevo capítulo, espero que os guste.

¡Os leo!

El diario secreto de Sara.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora