Las gigantescas nubes de tormenta se iluminaban ante la caída de los rayos, mientras el cielo rugía con los truenos. El agua que caía helada se encargaba de mantener la temperatura baja, provocando que el aliento de las personas se visualizara en pequeños cúmulos de vapor; y los disfraces terminaban de crear la imagen perfecta de terror entre las calles de la ciudad.
La lluvia no había logrado reducir el flujo de gente por las calles; pero si la falta de luz no lo hizo antes, la naturaleza no tenía oportunidad alguna, ya que parecía se estaba prestando a proporcionar el ambiente adecuado, en una noche tan llena de misticismo como lo era el Halloween.
No obstante, para los inquisidores esto no era solo parte de un festejo; eran sus vidas en juego, por las creencias que marcaban sus almas.
Ambos hombres se mezclaban entre la multitud.
Se habían quitado las túnicas, y llevaban ropa casual complementada con simples máscaras de lobos en la cabeza. Una elección que ahora resultaba irónica debido a sus perseguidores. Caminaban lo suficientemente lento para no parecer que corrían, pero tan rápido como su instinto de supervivencia les exigía; en otro momento habrían tomado un taxi, pero el trafico todavía no se estabilizaba... y era inútil intentar ocultarse dentro de un auto...
Cada roce, palabra o mirada en su dirección, era una amenaza que les mandaba descargas de adrenalina.
Porque podían escucharlos a pesar de todo. Los jadeos, los gruñidos, el ruido de las garras arañando el pavimento, y esos aullidos con tintes del infierno del cual salieron. Hellhounds. Cazadores sobrenaturales, que sabían, no iban tras ellos directamente, sino tras la preciada carga que ocultaban en sus mochilas. Y podían notar como con cada segundo que pasaba, estaban más cerca de alcanzarlos.
Entonces, sin saber de dónde provino el ataque, uno de ellos desapareció dejando un rastro de sangre, que a menos de cincuenta centímetros, simplemente desaparecía.
El sobreviviente no se tomó la molestia de buscar por su compañero perdido, era tarde y no necesitaba pensar al respecto, solo correr, correr tan rápido como sus pies le permitieran, y escapar para lograr su meta.
************************
Luego de comprobar (2 veces) el estacionamiento, y asegurarse que no había nadie, Luc miró con aire curioso hacia el sacerdote que seguía tirado en un ridículo charco de sangre, que lejos de diluirse con el agua, solo se esparcía volviendo todo más grotesco; para su buena suerte, encajaba perfecto en la decoración. El Padre era un tipo prudente, mira que quedar inconsciente de esa forma, en semejante momento...
Sin embargo, por más bien que se viera toda la escena del crimen en el estacionamiento de la universidad, no podía dejar el cuerpo allí tirado; y como solo era mitad demonio, tampoco podía simplemente transportarlo a otro sitio como seguramente haría Mirza, Damon, David... o cualquiera de los idiotas con una sola ascendencia.
Así que frunció el gesto y se agachó a su lado. Tendría que cargarlo, y aunque no era tan débil como un humano normal, tampoco le gustaba mucho hacer trabajo físico; después de todo, tenía un cerebro privilegiado, gastar energía levantando peso muerto (casi literalmente) no estaba en su lista de actividades favoritas. Sin contar que iba a ensuciarse.
Por si fuera poco, en cuanto Violeta había desaparecido con el que parecía ser su demonio personal, su ángel personal, mejor conocido como David, también se había esfumado en el aire. Lo cual solo le dejaba en compañía de un mocoso que probablemente, era tan viejo como la luna. Corrección... si era tan viejo como la luna; y para ser sincero consigo mismo (porque jamás lo diría en voz alta), le daba un poco de miedo. Porque lo sabía, él sabía el nombre que ocultaba esa apariencia infantil.