David estaba acostado sobre el techo de uno de los edificios de la escuela; la lluvia no había cesado ni por un instante, provocando que sus alas se pegaran sobre el pavimento como una mancha de plata a su alrededor. Era un destello irreal el que se disparaba de ellas, cada que un rayo iluminaba el cielo de tormenta; las gotas de agua junto con su gracia divina, hacían que el brillo celestial en sus plumas se amplificara como ondas en crescendo.
Pero era solo un espejismo; porque la oscuridad era lo único que reinaba en su interior. No el abismo que lo tentaba a caer, ese que arrastraba sus tentáculos tratando de alcanzarlo; sino uno lleno de dolor y tristeza profunda, que lo hacían sentirse perdido entre tinieblas.
Entonces una sonrisa sin gracia curvó en una mueca sus labios, al tiempo que una de sus manos se posaba sobre sus ojos, como si al cubrirlos lo demás desapareciera.
Había una ironía cruel en el destino que estaba enfrentando. La realidad se mostraba como un amor latente dentro de Violeta; una cosa caprichosa que se mezclaba y se ocultaba al mismo tiempo con sus otros sentimientos, desconcertando a su propia dueña y quien fuese lo suficientemente diestro para observar. Sin embargo, mientras que para él se manifestaba como un precipicio; para otros era una cálida invitación a redimirse.
Porque él lo había visto. Esa noche descubrió lo que Damon sentía por ella.
El impacto de tal hallazgo era insuperable, más que nada porque suponer que un demonio pudiese amar, era una burla descortés hacia su profesión. Aun así, allí estaba, reducido a un estado patético de lamentación, porque un demonio estaba enamorado; y esta vez, no tenía nada que ver con aquella historia con la que al principio se asociaba a la exorcista, con la manera de amar de Asmodeo, el único demonio que según se decía era capaz de tal sentimiento, pero que asesinando a los esposos de Sara solo mostraba un absurdo deseo de posesión... tan similar a lo que hacía Leo...
Fue en ese instante cuando algo hizo click en su interior.
David se sentó de golpe, ignorando la pesadez del agua sobre sus alas, y levantó la vista enfrentando la furia de la naturaleza. El dolor que sentía por dentro podía estarlo destrozando; pero sin importar que su amor fuese considerado como algo profano, para él significaba lo suficiente para que sus sentidos siguieran en alerta.
Una conexión inexistente, que, quizás en otro momento habría pasado por alto, ahora refulgía fluorescente entre sus ideas. Por supuesto no era una casualidad, sino una pista dejada al azar por parte de aquel que aun insistía en llamar hermano, y que encajaba con precisión exacta sobre el rompecabezas de sus pensamientos.
"...Yo la vi nacer..." Él lo sabía, Leo siempre supo que Violeta era una descendiente de Salomón. "...Mucho me temo que has llegado tarde a su destino..." Esas habían sido sus palabras, las cuales de pronto parecían formar un hilo atando las memorias que pesaban entre ellos; luego entraba en escena Damon y su amor... y todo era tan retorcidamente parecido, que el miedo se afianzó de forma visceral en su sistema.
Necesitaba saberlo, necesitaba descubrir que era realmente lo que ocultaba su hermano; porque si su teoría tenía algo de verdad, entonces no solo se trataba de que la vida de Violeta estuviera en juego, sino de la humanidad completa. Y aunque allí sentado lo único que deseaba realmente, fuese volver hasta la exorcista para permanecer a su lado, se puso en pie ignorando el ferviente egoísmo que se arrastraba bajo su piel, y emprendió el vuelo.
Lo primero que haría, sería cerciorare que la chica que se parecía a Violeta estuviese a salvo; después, después tendría una larga plática con sus superiores. Ya empezaba a entender porque el cielo y el infierno decidieron trabajar juntos; pero de forma tan silenciosa, que muy pocos eran conscientes del peligro que acechaba.