David avanzó en su persecución con la mente puesta allí y dejada atrás al mismo tiempo, haciendo más difícil que sus pensamientos se acomodaran en el ángulo correcto.
Había una desesperación frustrante en todo lo que le rodeaba, además de ese abismo que serpenteaba bajo su cordura con crueles intenciones, tratando de que los celos nublaran su juicio; pero era la pieza faltante la que más lo inquietaba. Sentía que tenía la respuesta en sus manos, pero aun así era incapaz de poder verla; que era tan obvio, que la omitía a consciencia.
Así que se detuvo.
Entonces el destello de una flecha como los rayos del sol pasó rozando por su ojo izquierdo, logrando traerlo al presente. De nuevo, no es que no estuviera ahí, en realidad, había logrado evitar el ataque porque en teoría estaba atento a ello; pero, eso era solo una parte de él.
-¿Distraído hermano?-. La voz de Leo contenía esa familiar burla amigable que le concedía siempre. No con maldad, solo naturalmente afable a su carácter... al menos, a cómo creía que era antes de descubrir el monstruo oculto...
Tratando de recuperar la postura, David se mantuvo en su lugar con el movimiento de sus alas, y le dio una mirada inquisitiva. Era cierto lo que Damon le dijo: su hermano siempre venía a él.
Tal vez por eso también siempre respondía a sus provocaciones, porque una pequeña esperanza a que no todo estuviese perdido, seguía flotando entre ellos... o quizás simplemente porque igual que Mika, se negaba a aceptar la pérdida de uno de los suyos.
Sin embargo, la marcada diferencia entre las irónicas similitudes no le eran desconocidas. Damon era un caído que había abrazado su perdición, sabía lo que era y nunca daba un pretexto para justificar sus acciones, un el villano al cual le gustaba serlo sin problemas; Leo por el contrario, cada palabra que decía era una burda explicación a sus actos, queriendo dar a entender que se trataba del héroe incomprendido.
Era difícil darle redención a alguien que no aceptaba el mal que hacía... allí... ese pensamiento se asentó en el torbellino.
-No haré esto por más tiempo...-. Declaró queriendo ser firme, pero esos giros extraños en su mente no lo dejaban. Era tanto, que simplemente no podía encontrar la cosa correcta, y si bien había estado medio perdido desde que el rechazo por parte de Violeta pareció ser absoluto, en medio de una muy dolorosa confesión de su amor; en ese justo y extraño instante, parecía que la neblina se iba a disipar...
-¿Qué cosa?-. El ángel cruel dio una sonrisa cargada de inocencia, mientras miraba las armas en sus manos como si tuviesen algo nuevo
-Seguirte...-. Meneó su cabeza en negación, y al mismo tiempo como si con ese movimiento pudiese ajustar esos engranajes que no embonaban. -Perseguirte. Esta es la última vez, así que por favor detén esto... y deja a Violeta en paz...-. Eso no fue una petición, fue una orden en todos los sentidos
A decir verdad, ya estaba harto de eso. Ella no necesitaba ese lío en el que la habían arrojado sin consentimiento, no lo merecía. Era buena, era joven, era luz comprimida en el plano mortal...
-Violeta-. El nombre salió de sus labios como una reverencia a un gusto adquirido por su paladar. -Se ha vuelto tan hermosa...-. Entonces sus ojos se oscurecieron de una manera que dejaba afuera un poco de la verdad oculta en sus intenciones. -Tan poderosa...-. Eso no lo había visto venir... Y cómo si de repente lo recordara, la curiosidad predominó en sus facciones. -Dime una cosa ¿Ya te confeso que te ama?
La tensión se adueñó del cuerpo del ángel de plata en una manera palpable a la vista. Sus plumas se estremecieron en un espasmo involuntario, mientras que las trazadas líneas de su cuerpo se marcaron por la presión de su mente sobre sus músculos.