El paisaje era hermoso.
El sol estaba radiante en el infinito cielo azul; la nieve brillaba como diamantes espolvoreados sobre las copas de los árboles; las puntas de las montañas a su alrededor eran de un blanco imposible; y las cabañas que rodeaban la propiedad, parecían sacadas de un cuento de hadas. Aun así, Violeta gruño antes de volver a ponerse sus gafas al haber quedado deslumbrada.
Pasaban unos quince minutos de las ocho de la mañana, y habían estado viajando por dos horas para llegar hasta "Punta Plateada"; una compleja villa vacacional ubicada entre las montañas. Así que no solo se había levantado demasiado temprano para su gusto (levantarse era relativo), sino que también tuvo que ser ella quien manejara, ya que Luc no quiso hacerse responsable del jeep de Daniel... una decisión bastante sabia de su parte.
Si a todo lo anterior le sumaba que prácticamente no durmió, ya que en primer lugar se desvelaron en la Torre de Babel, y en segundo, tuvo que quedarse para planear qué harían con el dichoso viaje a las cabañas junto con sus pilares y la detective. No, la exorcista no estaba precisamente de buen humor.
-Mi señora es tan sexy cuando está toda gruñona...-. El semidemonio tenía ambos brazos apoyados sobre el techo del auto, con una sonrisa torcida que curvaba sus labios y su cabello agitado por el viento, haciéndolo lucir como un maldito modelo de comercial gracias al perfecto fondo que lo enmarcaba.
-Pues estoy a punto de ponerme irresistible...-. Rugió entre dientes cuando el aire gélido chocó contra su piel, y pensando que Luc bien podía ser la perfecta versión masculina de Blancanieves. Cabello negro como el carbón, y piel blanca como la nieve
-Aunque me encantaría verlo, te daré una mejor opción...-. Respondió con ese tono cómplice y juguetón que solo usaba con ella. -Por qué no entras a la cabaña, duermes un rato para recuperar las horas que perdiste, y mientras tanto yo voy a revisar los alrededores de la propiedad, y ver si los Templarios ya llegaron...
La exorcista relajó los hombros ante su buena voluntad, y suspiró tratando de recuperar el ánimo. Aunque le parecía una tarea casi imposible en medio de aquel clima invernal. Ella no era criatura de frío.
-Me encantaría hacer eso...-. Suspiró encogiéndose en su abrigo, tratando de controlar el escalofrío que la había atacado. -Pero entonces el viaje no habría servido de nada...-. Resignación pura escapó en su aliento como una nube de vaho. -Entremos primero aquí, después veremos los alrededores...-. Terminó encaminándose hacia el interior de la cabaña, de la cual había obtenido la llave de Esteban durante la noche
Luego de que sus amigos se marcharan del bar, pasadas las dos de la madrugada, Violeta se había apropiado de la oficina de Azahín para discutir acerca del dichoso campamento, que en realidad, era más un viaje a un centro turístico que otra cosa.
LeBlanc y ella intentaron por todos los medios no ser paranoicas viendo conspiraciones en su contra por todos lados, pero luego de que Esteban les explicara que había ganado una estadía de tres días y dos noches en una cabaña de lujo para diez personas, en un concurso en el que no tenía idea de su participación; la legalidad del premio dejó mucho que desear. Por supuesto, para él y el resto de sus amigos fue una noticia más que bienvenida.
Así que, tomando en cuenta que la noche de halloween habían atacado la universidad, y que no encontró manera alguna para convencerlos que no era buena idea que fueran, porque corrían el riesgo de que todo se tratara un fraude (en sus adentros rogaba porque solo se tratara de eso); terminó por aceptar que lo mejor que podía hacer, era ir con ellos.
Una vez que dicha conclusión quedó asimilada, el siguiente movimiento fue cómo manejarían el imprevisto cuando el grupo ya estaba dividido por el viaje al Vaticano; y qué tan prudente era avisarles a ellos de lo que estaba pasando.