Habían pasado ya varias horas cuando David apareció en un destello de plata a un lado de Mirza. El oficial que estaba cuidándole la espalda se giró en su dirección, y arrugó la nariz con un movimiento nada disimulado; no obstante, ni siquiera cuando entrecerró sus ojos logró distinguir algo, lo que provocó que su piel se erizara en desaprobación a lo que no podía ver, pero era capaz de sentir, incluso cuando estaba teñido de una nota tranquila y sutil que intentaba silenciar sus instintos. De ser otro momento, quizás lo habría dejado pasar; pero dado lo que ocurría y el lugar, no era lo más práctico por hacer.
-¿Dónde está Violeta?-. El ángel ignoró el caos y se centró en la súcubo, quién a pesar de mantener la propiedad protegida en un escudo que envolvía el lugar en una falsa fachada de tranquilidad, parecía no estar teniendo problemas para mantenerse estable
Durante unos cuantos segundos, la demonio contrajo la lengua en una mueca socarrona analizando cómo debería responder.
-Se fue al hospital con Daniel...-. Respondió finalmente. Intentar meterse con él, sería intentar fastidiar a una roca; el tipo tenía temple de acero si hasta ahora contenía tan bien las ganas de caer...
-¿Quién está aquí?-. Preguntó con gesto desaprobatorio el oficial, todavía mirando en la dirección donde estaba el ángel sin poder distinguirlo
-Sigue con lo tuyo cachorrito, nadie te está hablando...-. La súcubo le miró sobre su hombro, y le lanzó un beso diabólicamente travieso
-Abre-. Puntualizó David, que se enfocó esta vez en el hospital, dejando al descubierto una herida en el cuello
-No aquí-. El primer pilar le miró con más atención notando los otros golpes que tenía; seguramente algunos de los ayudantes de Leo le atacaron para frenar su persecución
Con la misma tranquilidad que le caracterizaba, David siguió analizando la propiedad a pesar de la negativa que recibió. Podía notar a través del velo de poder la decadente realidad que había dentro; pero, sobre todo podía notar el desbalance que se estaba generando a causa del despliegue de los escudos que seguramente su hermano tenía en el lugar. ¿Cuánto poder le había requerido hacer eso? más aún ¿Cuánto tiempo le tomó conseguir tal cantidad de almas?
-Entraré por arriba...-. Sentenció sin esperar una respuesta, extendiendo sus alas en un magistral movimiento que hizo al viento agitarse, mientras se elevaba con elegancia unos metros en el cielo
Los labios de Mirza se inclinaron seductoramente hacia el lado derecho de su rostro, al tiempo que su mano izquierda se balanceo como lo hacen las manos de un director de orquesta, dejando una abertura expuesta en su sello. Por unos segundos la estrella de la exorcista pareció visible en el plano mortal, alterada por lo que ocurría con el círculo de su pilar, pero antes de que nadie lo notara volvió a sumergirse en el concreto como si simplemente no existiera.
Si bien su habilidad para crear escudos era nueva, con cada segundo que pasaba el control que tenía en ella se volvía más y más fuerte, de la misma forma en que el vínculo interno con Violeta y los otros pilares lo hacía. Razón por la cual a pesar de tener ya varias horas manteniendo el hospital aislado, su poder no había mermado ni un poco; el flujo que la conectaba con sus compañeros y la exorcista, estaba proporcionándole la energía necesaria para mantenerla estable.
Por su parte, David descendió justo donde antes había estado Leo observando el pasado; sus alas se contrajeron a su espalda, y el color azul en sus ojos pareció destellar con mayor intensidad cuando su mirada cayó en las infinitas esferas que vagaban por el sitio.
Era imposible para la lógica humana que aquel espacio pudiese albergar tal cantidad de esferas, pero esto no se trataba de la obra de ninguna persona, y los planos estaban abiertos de maneras que estaban negadas tanto para el cielo como el infierno, ya que ponían en riesgo el orden natural de la eternidad. Las almas de los muertos no debían permanecer en la tierra.