Las piezas dispersas todavía estaban tratando de ajustarse en el lugar correcto en el ángel. Finalmente, la negación de la exorcista por aceptar su amor cobraba sentido. Eso, de todo, era la parte que más dolía.
Violeta lo amaba. David sabía que lo amaba. No obstante, si pudiese explicar de alguna manera lo que ocurría entre ellos, es que eran como líneas paralelas; sin importar que tan cerca estuvieran uno de otro, no sería suficiente para que alcanzaran a tocarse. Y es que a pesar de cuanto podía sufrir al admitirlo, lo cierto es que lo que sentían era una opción que nunca quisieron tomar... pero una opción a fin de cuentas.
Él, sin importar que hubiese confesado sus sentimientos, había seguido reteniendo el abismo que intentaba corromperlo, dejándole la carga a Violeta de elegir el destino de ambos; cuando habría sido tan sencillo tomar las riendas de su situación, y mostrarle con hechos ese amor que le juraba. Nunca había realmente probado su punto.
Por otro lado, ella había dejado clara su postura aceptando que lo amaba lo suficiente como para no dejarlo caer, tomando así su decisión entre las opciones que tenía.
Pero el amor no es una opción, es todo; y con el demonio siempre fue así.
Escucharla pronunciar el nombre real de Damon, solo le confirmó que había decidido ser ciego ante lo evidente, porque le resultaba mucho más fácil de esa manera, que tener que enfrentar la verdad. Si bien había sospechado que Violeta podía conocer su identidad, después por su actitud, decidió que no era así; cuando esa misma actitud era la clara evidencia de lo que ocurría entre ellos.
Los recuerdos de sus encuentros solo servían para confirmarlo. Las miradas que compartían, las palabras que intercambiaban, la manera en que ella sonreía cuando la rondaba, su deseo por mantenerlo cerca, la proclamación de propiedad en uno y la libertad que concedía el otro... era todo sin necesidad de palabras dichas... Un amor no más grande que el suyo, ni tampoco menor; solo diferente.
Por eso, aun sintiendo que se rompía en pedazos, y que acababa de caer de una manera aún más dolorosa que si hubiese abandonado sus alas, ni siquiera se detuvo a pensar en las consecuencias de lo que acababa de hacer, al dar la bendición del cielo como Ángel tipo Anteros, a un demonio y una humana; cuando se giró para enfrentar a su hermano.
-¿¡Te volviste loco!?
El gruñido de Leo profundizó sus facciones en una mueca que reflejaba su completa incredulidad. Lo más irónico de todo, es que, que fuese precisamente él quien se lo preguntara, siendo responsable de que se encontraran dónde estaban; a David le provocó una carcajada amarga, que poco hizo por amortiguar su pesar.
-No...-. Negó. -Estoy más en mis sentidos de lo que nunca estuve...-. Si, era un verdadero suplicio el que estaba atravesando; pero por primera vez en mucho tiempo sentía completamente firme su camino. Como si una venda hubiese caído de sus ojos
-No David ¡No!-. Los ojos del ángel cruel vagaban de un lugar a otro. La pelea entre los inquisidores, el lugar donde se había efectuado el exorcismo, el cielo... de nuevo todo se salía de control, se le escapaba de las manos ¡¿Por qué?! -Acabas de mandar tu oportunidad de ser feliz directo al infierno...-. Y no lo decía en sentido figurado. -¿Escuchaste a quién permitiste que invocara?-. Sospechaba que Violeta conocía el nombre del demonio, por la manera en que interrumpió la visión en el psiquiátrico; pero jamás se imaginó que intervendría intentando invocarlo luego del exorcismo ¿Acaso era tonta? Si lograban matarlo con su sangre, no solo él se estaría librando de un enemigo estúpidamente poderoso, sino que la liberaría a ella de las garras de Damon. Y todo por David. Solo por su hermano. -¡Es uno de los reyes del infierno! No va a...-. Las palabras se detuvieron en sus labios al ver que la expresión de su hermano no se modificaba, dejando que la comprensión se filtrará en sus pensamientos. Lo que le había visto hacer, esas flechas lanzadas... -Tu lo sabías...-. No era una pregunta, era una afirmación. -Sabías quién era él...