CAPITULO IX (parte 5)

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Susan colgó el teléfono con más fuerza de la necesaria, y aplicó otro tanto porque en su enojo no había atinado al lugar correcto. La secretara de la oficina le hizo mala cara por su comportamiento, pero cuando se encontró con sus ojos, retrocedió como cachorro asustado.

Bien, no tenía ganas de lidiar con reclamos tontos.

Luego de escuchar la historia de Morgan, sumarle la de Daniel, y releer como diez mil veces el artículo que encontró de la ciudad natal del doctor Borja; sus neuronas simplemente se negaban a aislar las tres cosas como hechos separados, especialmente cuando nada de lo que pasaba últimamente, resultaba ser una coincidencia.

Estaba segura que algo las conectaba.

Lo malo es que encontrar información al respecto, estaba resultando tan sencillo como como que una mosca y una araña se volvieran amigas. Claro, este era solo el segundo día que ponía sus manos sobre ello, sin contar que el tiempo que tenía disponible le era dado casi a cuenta gotas. Lo más gracioso es que se trataba de sus ratos libres.

Eric Morgan era un maldito maniático del trabajo, y pensaba que por ende, todos a su alrededor serían iguales. A ella le gustaba su puesto y hacia horas extra sin rechistar, pero él llevaba las cosas a otro nivel; seguramente pensaba que con ese ritmo se pondría a la par de los ángeles y los demonios. Ja.

Y tan cansada como estaba, en lugar de palabras ya casi soltaba solo gruñidos.

El mayor problema de todos, es que no quería decirle nada a nadie de sus sospechas hasta que al menos tuviera más información; y probablemente el único que podría ayudarla a encontrar más, era Luc; pero decirle a él significaría entrar de ello a Violeta, y como consecuencia a Daniel. Así que no, no podía decirle a nadie. Grr de nuevo.

Justo pensaba como resolver esto, cuando vio que alguien aguardaba en su extraño intentó de oficina/módulo.

David se encontraba parado en la entrada. Aun con la seriedad afilando las facciones de su rostro, el aura de paz que le rodeaba parecía tener un efecto dominó en los que estaban más cerca. Era como si de alguna manera el tiempo hubiese empezado a correr más lento, y sus compañeros, quienes usualmente iban de un lado a otro, se detuvieran finalmente a respirar como era debido.

Las neuronas de LeBlanc se preguntaron seriamente cómo es que nadie notaba que era tan diferente al resto de ellos; e inevitablemente hizo un recuento en su memoria de si en algún otro momento se sintió así ¿A cuántos ángeles había conocido ya sin darse cuenta? Vaya ciegos estaban los humanos.

-Buenos días David ¿Qué ha pasado?-. Le dijo modulando el tono de su voz; parecía que el mal humor estaba menguando por causas divinas; aunque no iba a creerse que era una visita de cortesía...

-Buenos días detective...-. Respondió con un ligero movimiento de cabeza, para a continuación seguirla adentro. Tomó asiento hasta que ella lo hizo. -Vengo a informarle que el día de ayer se cometió otro suicidio...-. Al ver la forma en que sus ojos se abrían, confirmó que no estaba al tanto. -Desafortunadamente, fue la joven que habíamos estado vigilando...

-¿¡Qué!? No puede ser, nadie me ha avisado ¿Cuándo dices que pasó?-. Miró su celular, tratando de ver si había perdido alguna llamada, o algún mensaje, cualquier cosa; pues si bien era en otra ciudad, y por lo tanto no tenía jurisdicción, se las había ingeniado para convencer a 2 agentes que eran viejos conocidos para ayudarla

-El día de ayer...-. David era la calma que ocurría en el interior de las tormentas

-¿Estás seguro? Puede ser un error, quizás...

ALMA MIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora