CAPÍTULO XV (parte 2)

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Luc dio un paso atrás con aire casual, como si frente a él no estuviera una gigantesca cúpula de poder. Luego dio otro, y otro. Al tercero se detuvo, miró el reloj de su celular haciendo una mueca contra el viento en general por meterse con su cabello, y finalmente volvió a guardar el aparato en uno de sus bolsillos mientras sacaba una liga para sujetar una coleta despeinada en su cabeza, antes de que la estática del poder lo dejara peor que un león en tempestad.

-Tenemos aproximadamente unos quince minutos antes de que los detectives lleguen, y cuatro se me hacen demasiados para cuando el íncubo esté de vuelta con Damon y David...-. Hizo un gesto pensativo. -Sumo a la ecuación a Mika en ese rango...

La comisura de los labios de la súcubo se elevó dándole a su rostro una luz seductora, y sus manos bajaron al instante rompiendo con eso el sello que acababa de formar un minuto atrás, como si nunca hubiese existido. El aire de inmediato cobró más fuerza, y el ambiente se volvió tan denso, que casi se podía tocar.

-Pero menos de un minuto para que nuestro interés aparezca...-. Mirza retrocedió hasta alcanzar al semidemonio. En ningún punto se volvió para dirigirle una mirada, era demasiado altiva para desperdiciar sus encantos en él. -¿Siempre fue así de calculadora?-. Cierto orgullo se delató en su voz... normalmente ella era el lado malévolo en la humanidad de la exorcista

-Creo que solo necesitaba que la oportunidad se le presentara...

-Las ratas saben bien de eso...

-Cucaracha me gusta más...-. No le molestaban esos términos. Él haría lo que fuera por sobrevivir, y ahora también haría lo que fuese porque Violeta consiguiera lo que quería; razón por la que usando su poder sobre las sombras, pero sin saber todavía a ciencia cierta cómo lo lograba, los envolvió a ambos volviéndose uno con el paisaje dejándolos estar sin estar...

Al instante el escudo que vigilaban comenzó a vibrar con más fuerza, mientras un pequeño espacio se abría desde la parte superior. A lo lejos, los ojos demoníacos de Mirza se centraron en la figura que apareció en un destello de alas doradas, al tiempo que la mirada de Luc se enfocaba en el símbolo escarlata a solo unos pasos de ellos, y del cual emergió el ángel de un ala.

No había sido suerte. Su exorcista había manejado la situación con la rapidez que le fue posible, porque sabía que si esta cosa que ahora protegía el hospital, era una especie de alarma, quien fuese el que la puso volvería de inmediato. Ella hizo bien sus apuestas, porque las estaba ganando; tanto Leo como su aliada entraron en la propiedad sin siquiera notar que eran observados.

En cuanto desaparecieron, la primer pilar volvió a su posición inicial, y levantó las manos invocando una vez más su propio escudo envuelto por la herencia de Salomón. De nuevo la segunda barrera se levantó, y todo el caos que se estaba provocando se asentó como si alguien hubiese ordenado silencio.

Entonces, como si el tick tack en el reloj hubiese marcado el final de la línea del tiempo disponible, una estela verde cual bosques ancestrales se trazó entre los pilares, permitiendo una entrada precipitada de un ángel con alas más grandes que su cuerpo en la espalda, el ceño en un mohín infantil, y los ojos de un azul celestial que fulguraban en el mismo tono que sus plumas.

La boca de Mika se abrió, luego se cerró, de nuevo volvió a abrirse, e igual se cerró. Como un pez fuera del agua, observando de un pilar a otro y al viejo hospital. Cuando finalmente parecía que las palabras iban a salir de sus labios, otros tres sellos aparecieron a su lado dejando al descubierto a David, Damon y Azahín.

La cara que pusieron el demonio y el ángel habría sido algo digno de grabarse, solo que Luc no creyó prudente tentar a su buena fortuna; además de que estaba seguro que en el peor de los casos, su celular no sobreviviría para mostrar la toma.

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