CAPÍTULO XXII (parte 6)

1.6K 265 91
                                    


El ruido que hacía la endemoniada sirena sobre su cabeza, ponía a Susan todavía de peor humor del que ya se encontraba; pero tomando en cuenta la velocidad a la que estaba conduciendo, no le quedaban muchas opciones para que otro compañero no se metiera en su camino.

Era increíble la mala suerte que sentía tenían encima ese día, bueno, la noche anterior y ese día; pero sobre todo, dejando de lado la fortuna, era impresionante (mejor con mayúsculas: IMPRESIONANTE) lo estúpidas que habían sido. Oh, porque esto había sido un trabajo en equipo, no planeaba tomar toda la responsabilidad en sus hombros... aunque si tomaba en cuenta que ella era el adulto en la operación, y la que tenía por oficio ser detective (de nuevo, mejor con mayúsculas), tal vez el 50% de la culpa si era más suya que de nadie.

Pero bien pensado ¿Quién podría detener a Violeta Cábala? Pues más le valía, por su propio bien, que nadie.

Había sido cuestión de horas, minutos y jodidos segundos para que todo se fuera en picada por el retrete. Si tan solo hubiera visto sus mensajes antes, si no estuviera tan cansada, sino... había muchos pretextos que podía usar; pero desafortunadamente el hubiera no existía, y ahora mismo tampoco es que tuviese mucho tiempo para regodearse en su miseria, salvo el que le tomaría llegar al estúpido complejo.

Instintivamente su pie se hundió más en el acelerador, cuando finalmente la ciudad quedó tras ellas.

-¿De verdad no puedes llegar hasta ellos por tu cuenta?-. Preguntó sin apartar la vista del camino. Quizás no podía culpar del todo a la suerte, pero rayos ¿No podía favorecerles un poco?

Mirza soltó un bufido de fastidio, ya que le había repetido la pregunta un número de veces ya incontable.

-El problema no es si puedo o no...-. Le explicó solo porque si se lo volvía a preguntar, terminaría por matarla, y probablemente Violeta no estaría feliz con eso. -El problema es la cantidad de energía que eso me tomaría...-. No es que fuese demasiada, ella de hecho entre los pilares era la única con la capacidad de moverse de un lugar a otro con su sello en el plano mortal. -Con la barrera que pusieron en el dichoso complejo, y Joel en Europa, la distribución de nuestro poder debe ser fríamente calculada

-¿Y si ya están en problemas?

La súcubo torció una mueca. Ella era el escudo de la exorcista tanto física como mentalmente, pues era quien le permitía controlar sus sentimientos en la batalla; así que su vínculo le permitía tener un consenso bastante bueno respecto a cómo se encontraba.

Al principio el temor que había estado sintiendo recientemente era como el zumbido de una abeja en su cabeza; pero como la vergüenza iba ligada en pequeños pinchazos, la demonio dudaba que fuese algo grave. No obstante, en los últimos minutos había sido como lanzarse en una caída libre sin alas. El vértigo de tal pánico la tenía enterrándose las garras en las manos y con las rodillas flácidas; a ella, una súcubo.

Solo que no era eso lo que le picaba por la piel como la caricia de un amante, sino el pulso de lo que se había despertado con la llegada de ese terror.

-Están bien por ahora...-. Más intenso que nada que hubiese sentido antes, y sacudiéndose los últimos resquicios de un pesado sueño, esa cosa sin nombre que habitaba en el interior de la última descendiente de Salomón, y que solo se asomaba de vez en cuando; ahora parecía más que listo para tomar el control, y romper las cadenas que lo mantenían preso. Y esa era la razón de que tampoco quisiera simplemente aparecer en el lugar, gastar energía no sería inteligente. Además, también sentía una depredadora calma de la mano de ese miedo...

-Bien. Están bien. Eso es bueno...-. Las neuronas de la detective comenzaron a elaborar teorías a marcha forzada. -En realidad la presencia de Antonio no debería preocuparnos tanto... no hemos descubierto nada realmente preocupante de su parte...-. Nada. Ese era el mayor problema. -Pero siempre es mejor prevenir que lamentar...-. Explicó para sí misma. -Así que está bien que vayamos...

ALMA MIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora