CAPITULO XXIV (parte 2)

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Susan bajó del auto tratando controlando su respiración, y mirando a su alrededor como las personas parecían igual de asombradas que ella con lo que ocurría; después de haber superado un temblor a un par de kilómetros antes de llegar al complejo turístico, que la había incitado a pisar el acelerador en lugar del freno, todavía sentía que el piso se movía bajo sus pies.

Lo primero a destacar era el imposible cambio de clima. De ser una montaña nevada, se estaba convirtiendo en un balneario de aguas calientes por el considerable aumento de temperatura; era como estar en una playa, donde el viento llevaba consigo la humedad gracias al deshielo; sin contar que hacía tanto calor, que podía sentir el sudor correr por su piel, pegando en una manera incómoda su ropa.

Después estaba el cielo. El torbellino de nubes seguía girando en una perfecta onda elíptica que ponía en duda su grado de naturaleza, y hacía sentir como si se encontraran en una película relacionada al fin del mundo. Se habían hecho suficientes los últimos años como para crisparle los nervios a cualquiera.

Y por último estaban las llamas azules que habían cubierto prácticamente toda la cima de la montaña durante unos minutos, hasta que luego no era más que humo.

Si alguien tenía idea de cómo iban a justificar semejante espectáculo, además de un posible inicio del Apocalipsis, LeBlanc se moría por escucharle, porque estaba segurísima que sería un pretexto de lo más interesante por debatir; no obstante, tendría que dejarlo para cuando pasara, porque de momento, lo principal era encontrar a Violeta y al resto de sus conocidos, ya que de los que le rodeaban, sabía que no todos allí eran meros espectadores.

Usando hasta su última gota de fuerza de voluntad, la detective trató de centrarse en el caso como si fuese uno más del trabajo diario, ignorando las cuestiones sobrenaturales. La verdad quería seguir admirando el cielo y creando teorías al respecto... aunque el azul en el fuego era una pista innegable de que camino debía tomar; pero necesitaba ser profesional para ayudar.

Sus ojos hicieron un barrido rápido sobre el lugar, analizando de manera superficial las personas. Tal como ella, seguramente quien tenía conocimientos de lo que ocurría debía estar mucho más espabilado que aquellos que no tenían ni idea; aunque lo cierto es que era mucho más fácil deducirlo que de hecho encontrarlos, y desafortunadamente ella ya había perdido el elemento sorpresa en cuanto a su persona.

Sabía gracias a Joel que en cierta forma los Inquisidores si sabían quién era, pero también era consciente de que por Luc su presencia pasaba desapercibida; por eso, siendo tan lógica como pudo, había retirado la torreta antes de llegar al complejo, escondió su placa y armas, y desaliño un poco su aspecto tratando de pasar como una del montón. No sería su primer trabajo como encubierta.

Con la mirada vagando de un lado a otro, comenzó a moverse en dirección a la cabaña dónde debían estar los amigos de Violeta, recordando los mapas que había estudiado junto con ella antes de que se marchara; aunque sabía que sería más sencillo hacerlo en la camioneta, prefirió ir caminando para poder tener una visión más clara de lo que pasaba.

Las personas cada vez fueron más escasas a su alrededor, y aunque tuvo sus sospechas de algunos cuantos, no se atrevió a señalarlos; cosa que le molestó de sobremanera ya que estaba segura se encontraban allí. Sin embargo, antes de entrar a la vereda que conduciría al último tramo, una sensación de vértigo la plantó al suelo.

Fue como si de pronto le hubiesen dado una descarga eléctrica a su cerebro, y una cálida sensación que sobrepasaba el molesto bochorno le acarició los labios cual eco de un tierno beso robado en el pasado. Susan se detuvo presa de la emoción, recordando las veces que le había ocurrido lo mismo mientras se llevaba una mano a la boca, dónde Gabriel había puesto un sello de protección para ella de una manera que estaba segura no era la usual.

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