Luc iba tranquilamente sentado en el asiento trasero, escuchando música con sus audífonos...y jugando con la poca oscuridad que había dentro de la camioneta, mientras una botella que habría pasado por agua, se encontraba abierta desde su mochila en el otro extremo del asiento, emitiendo un aroma tranquilizador.
Había estado trabajando en su poder, en la atracción que las sombras tenían hacia él, y cómo en parecían hacer caso a su voluntad; sin embargo, el cambio que tuvo horas atrás luego de aceptar ser Guardián de Puertas Astrales, fue impresionante; y lo había notado justo en el instante en que tomó la mano de Violeta.
Ella era su casa, su equilibrio, y su amplificador.
No estaba seguro de si ese era el tan temido poder de los exorcistas, esa magia que decían tenía para encantar a ángeles y demonios por igual, doblegándolos a sus pies; y francamente, no podía importarle menos. Nunca en toda su vida, se había sentido tan bien como cuando estaba a su lado; no solo siendo su pilar, fue desde el mismo instante en que la vio, luego de que Gabriel lo convocara para ayudarles a sacar el veneno de su cuerpo.
Estaba inconsciente tendida en una mesa, pareciendo tan normal como cualquier otra chica de su edad.... aun así, algo en él se agitó con intensa curiosidad. Entonces sus encuentros se volvieron cada vez más seguidos, ya fueran buscados por su parte o por cosa del destino; pero mientras más interactuaba, más se apegaba a ella.
Ahora, después de lograr volverla invisible ante los ojos de los demás para cumplir la primera parte de su arriesgado plan, se sentía muy satisfecho.
Sabía que estaban siendo imprudentes al moverse de esa manera, que se arriesgaban a daños irreparables, o incluso a una muerte prematura; pero si no actuaban así, el resultado bien podía ser peor. Más que orgullo, era cuestión de honor. El corazón de Violeta era de naturaleza valiente y protectora; además, si los otros querían subestimar a su Señora ese era su problema; ellos como sus pilares no cometerían tal estupidez.
-Finalmente llegamos...-. La voz de Morgan estaba ronca y pesada, como si acabara de despertar. Podría decirse que era así. -Me gustaría que repasamos lo que haremos, solo para estar seguros que todo está bien. Igual podemos ajustar detalles que no te parezcan ¿Estás de acuerdo Violeta?-. Podían quejarse de él, pero era un caballero en la extensión de la palabra
Una media sonrisa estiró los labios del semidemonio. Cuarenta minutos exactos, fue lo que les tomó a las neuronas del detective salir del trance en el que los puso; y solo porque la situación ameritaba iniciar una conversación.
El silencio duró dos minutos completos, antes de que LeBlanc lo rompiera.
-¿Violeta?-. La precaución meciendo su voz. Siempre había sido increíblemente buena para sospechar de todo y en medio de la tranquilidad que arrullaba sus sentidos, la maquinaria de su cerebro empezó a moverse reparando en detalles pequeños, pero demasiado importantes para haberlos pasado por alto.
Habían estado viajando en completo silencio; si bien era cierto que no calificaban como un animado grupo de amigos, tampoco explicaba que hubiesen ido de mudos tanto tiempo. ¿Qué había hecho todo el camino? Nada, ni siquiera recordaba haber pensado en algo, cuando normalmente no paraba de meditar los casos de su trabajo; pero parecía que solo había estado conduciendo en automático.
Sumida todavía en una bruma similar a la tranquilidad que precede al sueño, levantó los ojos por el retrovisor para enfocarse en Luc, que se encontraba tras ella.
No podía distinguirlo a pesar de que la luz del sol ya entraba por su ventana; se habría asustado de no ser porque no era la primera vez que le hacía lo mismo. Sabía que estaba allí, sus neuronas tenían el concepto básico de su presencia; no obstante, tenía que centrar toda su atención para visualizarlo al completo.