Para Damon fue como ser golpeado. Las palabras que Violeta había pronunciado todavía retumbaban por su ser, y el monstruo que en verdad era, ese que estaba vestido en piel de príncipe, rasgaba su camino al exterior con un rugido.
Era tan sencillo tomarla. Llevársela al averno donde nadie podría alcanzarlos, y consumir esa alma que ya le pertenecía por toda la eternidad; disfrutar de su color, extender esa chispa entre sus dedos para iluminar la oscuridad, y escuchar su voz a través de sus lamentos... ¿Pero qué caso tenía hacerlo, si era su risa lo que verdaderamente anhelaba?
No, el monstruo no rugía para infundir temor; era él quien estaba aterrado. Esta vez se trataba de amor, no de un falso deseo; ahora finalmente podía ver la diferencia entre ambas, y eso lo volvía todo infinitamente más difícil, porque siendo quien era, no solo no podía estar junto a ella, tampoco lo merecía, sin contar claro, que justo como había escuchando, ella no quería ir al infierno. Por supuesto ¿Quién querría?
-¿Me estas escuchando?-. La voz de Mika irrumpió sus pensamientos.
El pequeño ángel estaba sentado a un lado suyo, moviendo los pies de un lado a otro en el filo del techo de la casa de Violeta. Tenía el gesto serio, sus alas se conservaban ocultas despidiendo un ligero resplandor en su espalda, y los ojos en un verde que imitaba a la perfección los de Daniel; un detalle demasiado deliberado por su parte.
-No...-. Contestó el demonio en automático, tratando de retomar el hilo de sus ideas. Últimamente le resultaba imposible deshacerse de él, así que simplemente lo ignoraba, para poder evitar también lo que implicaba su estadía en la tierra, su persecución, y sobre todo, ese maldito parecido con el Profeta...
-Pues empieza a hacerlo porque es importante. Te estaba diciendo que no puedes quedarte, que...
-¿A qué te refieres?-. El caos que tenía por dentro se silenció totalmente, prestando atención a lo que le decían. Las alarmas ya eran demasiado ruidosas
Después de que se aseguraran que Luc hubiese recibido el nombramiento, discutieron los últimos detalles para el viaje que harían al día siguiente. Violeta podía hacerse todo lo distraída que ella quisiera delante de los demás; pero él había notado perfectamente el brillo desafiante en su mirada cada que los otros mencionaban cosas respecto a su seguridad.
No fue eso lo que le incomodó o lo puso alerta en ese instante; sino la insistencia que ponía Mika en que los hermanos (que no llevaban la misma sangre) estuviesen en todo momento juntos. En cualquier otro caso o situación, eso le habría divertido mucho: un ángel promoviendo una relación incestuosa. En esta, no le hacía ni pizca de gracia.
Pero él lo sabía muy bien, que a veces el cielo hacía designios incomprensibles en historias inimaginables, y el cómo Daniel y Violeta habían terminado siendo hermanos tal vez no era algo que debió ocurrir, sino solo una compleja manera para no separar sus caminos...
-Sabes a qué me refiero...-. Mika echó la cabeza hacia atrás para poder observar mejor el cielo. -Todo esto, lo que está pasando, se está saliendo de control; y aunque hasta ahora los altos mandos no han intervenido, pronto podrían hacer acto de presencia. Si se descubre que has estado caminando en la tierra por casi dos décadas, además de la unión que tienes con Violeta...-. Desvió la mirada hacia el demonio. -No será bueno, y yo no podré ayudar...-. El dolor que reflejó su mirada era sincero.
No se trataba tanto de que Damon de alguna manera hubiese estado vagando en el plano mortal con un cuerpo físico, lo que se suponía simplemente no debía pasar; sino más bien del contrato que tenía con Leo, y que lo vinculaba a Violeta. El pago que se podía exigir por la muerte de la exorcista podía resultar en una verdadera catástrofe; y eso no le haría gracia a nadie.